Lazos De Hielo Y Fuego

Capitulo 24

Camil

El sonido del despertador rompió la tranquilidad de mi sueño, pero no me molestó. Había descansado profundamente, y al abrir los ojos, sentí una energía renovada para enfrentar el día.

Me levanté de la cama y me dirigí al baño, disfrutando de una ducha cálida que me ayudó a despejar cualquier rastro de sueño. El agua caliente recorría mi piel, y no pude evitar sonreír al recordar los eventos de ayer: la cena en familia, la charla con Rodrigo y, por supuesto, Alexei y nuestra promesa de un futuro juntos.

Después de vestirme con un atuendo profesional pero cómodo, bajé las escaleras hacia la cocina. El aroma del café recién hecho ya llenaba el aire, cortesía de mi madre, quien siempre se levantaba temprano.

—Buenos días, hija —dijo mi madre con una sonrisa mientras me servía una taza de café.

—Buenos días, mamá —respondí, tomando un sorbo y disfrutando del calor que me llenaba.

En la mesa, había tostadas, fruta y huevos, y me serví un poco mientras hablábamos de cosas cotidianas. Sentía que esta rutina simple era una forma perfecta de comenzar el día.

Cuando terminé, me despedí de mi madre y salí rumbo a la empresa. La mañana estaba fresca, y el cielo despejado prometía un buen día. Al llegar al estacionamiento de la oficina, mientras buscaba un lugar para aparcar, vi a Alexei de pie junto a su auto, impecablemente vestido como siempre, revisando su teléfono.

No pudo verme al principio, pero cuando apagué el motor y bajé del auto, levantó la vista y su mirada se iluminó al verme.

—Buenos días, mi fénix —dijo mientras caminaba hacia mí con una sonrisa en los labios.

—Buenos días, Alexei —respondí, sintiendo cómo mi día mejoraba instantáneamente con solo verlo.

Se inclinó para dejar un beso suave en mi frente antes de mirarme con esos ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente.

—¿Lista para otro día productivo? —preguntó, ofreciéndome su brazo.

—Siempre, especialmente si empiezo mi día contigo —respondí con una sonrisa mientras entrelazaba mi brazo con el suyo.

Juntos, caminamos hacia la entrada del edificio, listos para enfrentar lo que fuera que el día tuviera preparado, sabiendo que, como siempre, lo haríamos juntos.

Mientras caminábamos hacia la entrada de la empresa, sentí cómo las miradas comenzaban a posarse en nosotros. Era algo que ya había notado antes, pero cada vez que Alexei y yo llegábamos tomados de la mano, parecía que todos a nuestro alrededor se detenían para observarnos.

Suspiré suavemente, mirando nuestras manos entrelazadas y luego levanté la vista hacia Alexei, quien parecía completamente ajeno a las miradas.

—Nunca me acostumbraré a esto —dije, rompiendo el silencio.

Él me miró, arqueando una ceja con curiosidad.

—¿A qué te refieres, mi fénix?

—A las miradas —respondí, haciendo un gesto con la cabeza hacia algunas personas que claramente intentaban no ser demasiado obvias mientras nos observaban—. Cada vez que llego contigo tomada de la mano, todos me miran como si fuera algo fuera de lo normal.

Alexei soltó una leve risa, esa que siempre tenía un toque de diversión pero también de ternura.

—Es porque no pueden evitar admirarte, Camil. No todos tienen la suerte de ver a una mujer tan hermosa y segura de sí misma todos los días.

Rodé los ojos, aunque su comentario me hizo sonreír.

—No creo que sea solo eso, Alexei. Tal vez sea porque no están acostumbrados a verte así… accesible.

Él detuvo nuestro paso por un momento, girándose hacia mí mientras sus manos sostenían las mías con firmeza.

—Déjalos mirar. No me importa lo que piensen o digan. Lo único que me importa es que tú estés a mi lado, tomándome la mano como ahora.

Su tono era tan seguro, tan lleno de convicción, que cualquier incomodidad que sentía desapareció al instante.

—¿Cómo haces eso? —pregunté, sonriendo mientras lo miraba.

—¿Hacer qué?

—Hacer que todo parezca tan simple, tan natural.

Alexei me devolvió la sonrisa antes de dejar un beso suave en mi frente.

—Porque contigo, Camil, todo es exactamente así: simple, natural y perfecto.

Suspiré, sacudiendo la cabeza pero sin soltar su mano.

—Está bien, lo intentaré. Pero si algún día alguien se atreve a decir algo, lo manejarás tú.

—Siempre lo haré, mi fénix.

Con esas palabras, seguimos caminando hacia la oficina, ignorando las miradas y dejando que el mundo siguiera girando a nuestro alrededor, mientras nosotros nos enfocábamos solo en lo que realmente importaba: estar juntos.

Al llegar al lobby de la empresa, Alexei se detuvo frente al ascensor conmigo aún tomada de su mano. El brillo en sus ojos era inconfundible, y su sonrisa ligera tenía esa forma única de transmitirme calma y amor al mismo tiempo.

—Hasta luego, mi fénix —dijo mientras me soltaba suavemente la mano.

—Hasta luego, Alexei —respondí con una sonrisa, sintiendo cómo ya comenzaba a extrañarlo aunque apenas nos despedíamos.

El ascensor se abrió y él me dejó con un beso rápido en la frente antes de que cada uno tomara su camino.

Al llegar a mi oficina en el área de diseño, abrí la puerta y lo primero que noté fue el aroma dulce y fresco de las flores. Allí estaban, en el centro de mi escritorio, como cada mañana: un hermoso ramo de rosas en tonos pastel que llenaba el espacio con vida.

Sonreí al acercarme, reconociendo de inmediato quién había enviado el ramo. Tomé la pequeña tarjeta que estaba cuidadosamente colocada entre las flores y la abrí para leerla.

"Para mi fénix: cada día que pasa me recuerdas lo afortunado que soy de tenerte en mi vida. Que estas flores sean un recordatorio de cuánto te amo y admiro. Tu Alexei."

Mis dedos acariciaron la tarjeta mientras una calidez indescriptible me envolvía. Alexei siempre encontraba formas de sorprenderme, incluso en los pequeños detalles.

Sonreí para mí misma, colocando la tarjeta de vuelta en su lugar y dejando que el aroma de las flores me acompañara mientras comenzaba mi día. A veces, no podía creer cuánto había cambiado mi vida desde que él estaba en ella, y cada gesto suyo hacía que me sintiera aún más segura de que juntos podíamos enfrentar cualquier cosa.




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