Camil
El trayecto hacia la pista fue tranquilo, pero lleno de una emoción que no podía contener. Alexei y yo nos sentamos juntos en el auto, nuestras manos entrelazadas, mientras mirábamos las luces de la ciudad que se desvanecían en la distancia.
Cuando llegamos, el avión privado nos esperaba con las luces encendidas y la tripulación lista para recibirnos. El brillo en los ojos de Alexei reflejaba lo emocionado que estaba, y no podía evitar sentirme igual al ver la elegante aeronave que nos llevaría a nuestra luna de miel.
—Todo está listo, mi fénix —dijo, ayudándome a bajar del auto mientras sostenía mi mano.
La brisa nocturna era suave, y las luces de la pista creaban un ambiente mágico. Miré hacia el avión, admirando los detalles y la sensación de exclusividad que lo rodeaba.
—¿Esto es todo para nosotros? —pregunté, aún incrédula.
—Por supuesto. Solo lo mejor para mi esposa —respondió Alexei, guiñándome un ojo mientras me conducía hacia la escalinata.
La tripulación nos saludó con sonrisas, y mientras subíamos a bordo, no pude evitar maravillarme por la comodidad y el lujo del interior. Los asientos de cuero, las mesas perfectamente arregladas, y la iluminación cálida creaban un espacio que se sentía íntimo y acogedor.
—Bienvenida a nuestra primera aventura como esposos —dijo Alexei mientras me guiaba hacia un asiento junto a la ventana.
Me senté, mirando hacia él mientras se acomodaba a mi lado.
—Esto es increíble, Alexei. Gracias por todo.
Él tomó mi mano, besando suavemente mis dedos.
—No tienes que agradecerme, Camil. Todo esto es para ti, para nosotros.
La tripulación se acercó para confirmar que estábamos listos para despegar, y mientras el avión comenzaba a moverse, no pude evitar mirar a Alexei con una mezcla de emoción y gratitud.
Sabía que este era solo el comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas, y no podía esperar para ver lo que el futuro nos tenía preparado.
El avión ya estaba en el aire, y la vista desde la ventana era espectacular. Las luces de la ciudad se habían quedado atrás, y ahora el cielo oscuro y despejado parecía abrazarnos en nuestro vuelo. Alexei estaba sentado a mi lado, luciendo tan sereno como siempre, pero yo no podía contener mi curiosidad.
—Alexei, hay algo que aún no me has dicho —le dije, girándome hacia él con una sonrisa.
—¿Ah, sí? ¿Y qué sería eso, mi fénix? —respondió, levantando una ceja con fingida inocencia.
Lo miré, entrecerrando los ojos como si intentara descubrir un secreto.
—¿A dónde vamos? Me tienes completamente en la oscuridad, y creo que ya es hora de que me lo digas.
Alexei sonrió, claramente disfrutando de mantener el misterio.
—¿No confías en mí?
—Confío en ti, pero eso no significa que no pueda ser curiosa —respondí, cruzándome de brazos mientras intentaba mantenerme seria.
Él se inclinó hacia mí, tomando mis manos con suavidad.
—Está bien, Camil. Te lo diré, pero solo porque adoro esa expresión que pones cuando intentas averiguar algo.
Solté una leve risa, esperando ansiosa su respuesta.
—Vamos a las Maldivas —dijo finalmente, su voz baja y llena de emoción.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Las Maldivas? ¿En serio?
Asintió, disfrutando de mi reacción.
—Sí. Una villa privada en una isla, rodeada por el océano, con todo preparado para que podamos relajarnos y disfrutar de nuestra luna de miel sin interrupciones.
—Alexei… eso suena como un sueño.
—Eso es lo que quiero para ti, mi fénix. Que este sea solo el comienzo de los sueños que haremos realidad juntos.
Me lancé hacia él, rodeándolo con mis brazos mientras lo abrazaba con fuerza.
—Te amo tanto —susurré, sintiéndome completamente abrumada por la felicidad.
—Y yo a ti, Camil. Prepárate, porque esta será una aventura que nunca olvidarás.
El resto del vuelo lo pasamos hablando sobre nuestras expectativas, riendo y soñando con todo lo que nos esperaba en nuestro destino. Las Maldivas, con su belleza paradisíaca, eran el lugar perfecto para comenzar nuestra nueva vida juntos.
Después de un vuelo tranquilo lleno de emociones y expectativas, el avión aterrizó suavemente en las Maldivas. El calor tropical y el sonido del océano nos dieron la bienvenida mientras nos dirigíamos hacia la villa privada que Alexei había preparado.
El trayecto hacia la casa fue rápido, pero cada segundo aumentaba mi curiosidad. Cuando finalmente llegamos, el chofer abrió la puerta del auto, y Alexei me ayudó a bajar. Frente a nosotros se encontraba una villa de ensueño, rodeada de palmeras y con una vista directa al mar.
—¿Lista para verlo? —preguntó Alexei, con una sonrisa traviesa mientras tomaba mi mano.
—Más que lista —respondí, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba.
#1813 en Novela romántica
#647 en Chick lit
romancecontemporaneo, relaciones personales, poder control celos
Editado: 13.01.2025