Lazos De Hielo Y Fuego

Capitulo 32

Alexei

El amanecer se filtraba suavemente por las cortinas, llenando la habitación con una luz tenue y cálida. Abrí los ojos lentamente, y lo primero que vi fue a Camil, profundamente dormida entre mis brazos. Su respiración era tranquila, y su rostro tenía una paz que siempre lograba calmar cualquier tormenta dentro de mí.

Me quedé inmóvil, observándola, sin querer despertarla. Mis dedos trazaron suavemente líneas invisibles sobre su cabello, y mi mirada bajó hasta su abdomen, donde ahora crecía nuestro bebé.

¿Voy a ser padre? La idea me parecía tan inmensa, tan surrealista y al mismo tiempo tan perfecta.

Nunca me había imaginado en este papel. Había pasado años centrado en mis objetivos, en construir mi vida, mi imperio. Pero ahora, con Camil a mi lado, todo había cambiado. Este bebé no solo era el inicio de una nueva etapa, sino la prueba tangible de nuestro amor.

¿Seré un buen padre? La pregunta resonó en mi mente, y aunque había una pizca de nerviosismo, me prometí en ese momento que haría todo lo posible para serlo. Quería darle a este bebé todo lo que yo no tuve, un hogar lleno de amor, seguridad y risas.

Miré de nuevo a Camil, quien comenzó a moverse ligeramente, acurrucándose más contra mi pecho. Una sonrisa se formó en mis labios mientras acariciaba su espalda con ternura.

Este pequeño ser, aún tan diminuto, ya lo ha cambiado todo. Pero no podría pedir algo mejor. Tener a Camil y a nuestro hijo es más de lo que jamás soñé.

Mientras seguía perdido en mis pensamientos, Camil dejó escapar un suave suspiro y abrió lentamente los ojos, mirándome con esa expresión somnolienta pero llena de calidez que siempre lograba derretirme.

—Buenos días, mi fénix —dije, inclinándome para besar su frente.

Ella sonrió, acurrucándose aún más en mis brazos.

—Buenos días, amor. ¿Llevas mucho tiempo despierto?

—Lo suficiente para pensar en lo afortunado que soy de tenerte y de lo que está por venir.

Camil me miró con curiosidad, y pude ver cómo una suave sonrisa se formaba en sus labios.

—¿Y qué pensabas exactamente?

La miré directamente a los ojos, mi voz cargada de emoción y promesa.

—Que voy a hacer todo lo posible para ser el mejor padre para nuestro hijo, Camil. Porque lo merece, y porque tú lo mereces.

Ella no respondió con palabras, pero el brillo en sus ojos y el beso suave que me dio fueron respuesta suficiente. En ese momento, supe que estábamos listos para enfrentar juntos esta nueva aventura, pase lo que pase.

Camil se movió ligeramente en mis brazos, estirándose con un bostezo suave antes de mirarme con esos ojos llenos de calidez que siempre me atrapaban.

—¿Qué hora es? —preguntó con voz aún adormilada.

Miré el reloj en la mesita de noche y sonreí.

—Son las siete y media. Tenemos tiempo, pero no mucho.

Ella asintió, llevándose una mano al cabello para apartarlo de su rostro.

—Tenemos que levantarnos y darnos un baño. Hoy es el ultrasonido, Alexei. No quiero llegar tarde.

La emoción en su voz era evidente, y no pude evitar sonreír mientras la veía sentarse en la cama.

—Tienes razón. Es un día importante —respondí, levantándome con ella.

Camil caminó hacia el vestidor para tomar sus cosas, y yo la seguí, disfrutando de cada uno de sus movimientos. Parecía más radiante que nunca, y no podía dejar de pensar en lo increíble que era verla así, con esa energía nueva que sabía que provenía de la alegría por nuestro bebé.

—¿Nos bañamos juntos? —pregunté con una sonrisa traviesa, inclinándome hacia ella mientras tomaba su bata.

—Alexei… —dijo, fingiendo reproche mientras reía suavemente. —Solo si prometes que será rápido. No quiero que la doctora tenga que esperar por nosotros.

—Lo prometo —respondí, levantando una mano como si estuviera haciendo un juramento solemne.

Camil negó con la cabeza, pero no podía ocultar su sonrisa mientras caminaba hacia el baño, y yo la seguía de cerca. Sabía que este sería un día especial, y no podía esperar para compartir ese momento con ella, viendo por primera vez a la pequeña vida que habíamos creado juntos.

Entramos al baño juntos, y mientras el vapor comenzaba a llenar el espacio, no podía evitar admirar a Camil. Su silueta se movía con gracia mientras ajustaba la temperatura del agua, y esa leve sonrisa en su rostro iluminaba todo a su alrededor.

—¿Por qué me miras así? —preguntó, girándose hacia mí con una ceja levantada, pero con esa chispa juguetona en sus ojos.

—Porque estoy mirando a la mujer que me hace el hombre más feliz del mundo —respondí sin dudarlo, acercándome para tomar su rostro entre mis manos.

Ella dejó escapar una pequeña risa, apoyando sus manos sobre mi pecho.

—Si sigues así, no saldremos nunca de aquí, Alexei.

—Lo tendré en cuenta, mi fénix —dije, inclinándome para darle un beso suave antes de tomar su mano y guiarla hacia la ducha.




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