Lazos De Hielo Y Fuego

Epilogo

Camil

Han pasado tres años desde aquel día en que Ariadna llegó a nuestras vidas, y aunque el tiempo parece haber volado, cada momento ha sido un regalo lleno de amor, aprendizaje y crecimiento.

Mi matrimonio con Alexei no solo ha sobrevivido a los desafíos; ha florecido de formas que nunca imaginé posibles. Él sigue siendo el hombre que me mira como si fuera su universo, y yo siento lo mismo por él. Pero ahora, esa conexión se ha profundizado aún más al compartir la alegría y las responsabilidades de ser padres.

Ariadna, nuestra pequeña, es una mezcla perfecta de ambos. Con tres años, tiene la energía y la curiosidad de su padre, pero también la sensibilidad y el amor por los detalles que siempre me han caracterizado. Su risa llena nuestra casa de una felicidad que nunca creí posible, y cada día que pasa me enseña algo nuevo sobre lo que significa ser madre.

—¡Mamá! —grita Ariadna desde el jardín, donde juega con Alexei, quien finge ser un dragón mientras ella corre con su pequeño vestido amarillo y una corona que insisten en llamarle "de princesa".

La miro desde la ventana de la cocina, sintiendo una punzada de orgullo. ¿Cómo algo tan pequeño puede traer tanta felicidad?

Alexei la alcanza y la levanta en el aire, haciéndola reír a carcajadas. Su amor por Ariadna siempre ha sido evidente, pero verlo en acción, siendo el padre protector y juguetón que es, me llena de un amor que parece no tener límites.

Nuestra vida no ha sido perfecta. Hemos enfrentado noches sin dormir, berrinches inesperados y momentos en los que las responsabilidades parecían abrumadoras. Pero siempre hemos trabajado como un equipo, apoyándonos mutuamente y recordando que lo más importante es nuestra familia.

Cuando pienso en cómo hemos crecido juntos, tanto como pareja como en nuestras vidas individuales, no puedo evitar sentirme agradecida. Alexei siempre ha sido un esposo atento, asegurándose de que nunca me falte nada, ya sea tiempo para mí misma o un café en las mañanas cuando estoy exhausta. Y yo he aprendido a encontrar un equilibrio entre mi rol como madre, esposa y profesional, algo que, aunque desafiante, me ha dado un propósito más profundo.

—¿Estás lista para unirte a la diversión, fénix? —pregunta Alexei, entrando a la cocina con Ariadna en sus brazos, ambas risas llenando el espacio.

—Creo que no podría resistirme, aunque quisiera —respondo, dejando mi taza de té y acercándome a ellos.

Ariadna extiende sus brazos hacia mí, y la tomo con gusto, sintiendo su pequeño cuerpo acurrucarse contra el mío.

—Mamá, ¿puedo ser una dragona también? —pregunta con sus grandes ojos llenos de emoción.

—Claro que sí, princesa. Todo lo que quieras ser —le respondo, dejando un beso en su cabecita.

Mientras Alexei nos rodea a ambas con sus brazos, pienso en todo lo que hemos construido juntos. Nuestro matrimonio no es solo un compromiso; es una elección diaria de amarnos y apoyarnos en todo. Y nuestra vida como padres, aunque agotadora a veces, es el mayor privilegio que podríamos haber pedido.

Estamos lejos de ser perfectos, pero somos perfectos el uno para el otro, y eso es suficiente para hacer de estos tres años los mejores de nuestras vidas. Y mientras Ariadna crezca, sé que el amor que compartimos será el cimiento de todo lo que venga.

Ariadna seguía acurrucada en mis brazos, pero de repente levantó la cabecita y, con su voz dulce y decidida, declaró:

—¡Tengo hambre!

Alexei rió suavemente, siempre encantado con la forma en que nuestra pequeña se expresaba.

—¿Qué quiere nuestra princesa hoy? —preguntó, mientras me tomaba de la mano y me guiaba hacia la cocina con Ariadna siguiéndonos de cerca.

—Pancakes… con mucha miel —respondió Ariadna, haciendo un gesto amplio con sus manitas como si quisiera mostrar cuánto era "mucha miel".

—Pancakes serán —dijo Alexei, con una sonrisa mientras abría el refrigerador para sacar los ingredientes.

Mientras él comenzaba a mezclar la masa, me acerqué a ayudarlo, pero antes de que pudiera hacerlo, sentí sus brazos rodear mi cintura. Me giró suavemente hacia él, dejando un beso en mis labios que me tomó por sorpresa.

—Tú no haces nada, fénix. Este desayuno es para ustedes dos, y lo preparo yo.

—¿Ah, sí? —dije, arqueando una ceja mientras sonreía.

—Claro, ¿o es que dudas de mis habilidades? —respondió con una mirada traviesa.

Antes de que pudiera contestarle, el timbre de la casa sonó, interrumpiendo el momento.

—Voy a ver quién es —dijo Alexei, dejando un beso en mi frente antes de dirigirse hacia la puerta.

Ariadna, que estaba sentada en su pequeña silla observando todo, comentó:

—Papá siempre abre la puerta rápido, ¿verdad?

Me reí, asintiendo mientras acomodaba algunos utensilios en la encimera. Minutos después, Alexei regresó a la cocina con algo detrás de su espalda.

—¿Y esto? —dijo, sacando un ramo de flores hermosas, perfectamente arregladas.

—Alexei… —murmuré, sorprendida mientras me las entregaba con esa sonrisa que siempre lograba derretirme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.