Alexei
El sol apenas comenzaba a salir, bañando nuestra casa con una cálida luz dorada. Me desperté temprano, como siempre, pero esta vez con un propósito especial. Hoy era el cumpleaños número cinco de Ariadna, y mi corazón estaba lleno de emoción.
Mientras me sentaba en la cama, observé a Camil dormida junto a mí, su rostro sereno y tranquilo. Recordar todo lo que habíamos vivido juntos, desde el momento en que Ariadna llegó a nuestras vidas, hasta ahora, me llenaba de orgullo y gratitud.
Caminé hacia la habitación de Ariadna, con cuidado de no hacer ruido. La encontré acurrucada bajo sus mantas, su cabello esparcido sobre la almohada, y no pude evitar sonreír. Parecía tan pequeña, pero al mismo tiempo, no podía dejar de pensar en cuánto había crecido.
Apoyé mi hombro en el marco de la puerta y, por un momento, dejé que mi mente viajara al pasado, al día en que nació.
Recordé el nerviosismo que sentí cuando Camil me dijo que era hora de ir al hospital. Apreté su mano con fuerza durante todo el proceso, y cuando finalmente sostuve a Ariadna en mis brazos por primera vez, supe que mi vida nunca volvería a ser la misma.
—Eres tan pequeña, pero tan fuerte —le susurré en ese entonces, mientras observaba sus diminutas manos aferrarse a mi dedo.
Ahora, verla convertida en una niña curiosa, llena de energía y con una sonrisa que podía iluminar cualquier lugar, me hacía sentir que todo valió la pena.
Volví al presente cuando escuché un pequeño movimiento en su cama. Ariadna abrió los ojos lentamente, y al verme, una gran sonrisa iluminó su rostro.
—¡Papá! —exclamó, saltando de la cama y corriendo hacia mí para abrazarme.
La levanté con facilidad, sosteniéndola contra mi pecho mientras dejaba un beso en su frente.
—Buenos días, princesa. Feliz cumpleaños.
—¿Hoy cumplo cinco? —preguntó, con esos ojos grandes llenos de emoción.
—Así es. Eres toda una señorita ahora —respondí, sintiendo un nudo en la garganta mientras hablaba.
—¿Qué vamos a hacer hoy? —preguntó emocionada, apoyando su barbilla en mi hombro.
—Algo muy especial. Tu mamá y yo hemos preparado una sorpresa para ti. Pero antes, creo que alguien necesita desayunar.
La bajé al suelo, y Ariadna salió corriendo hacia la cocina, dejando una estela de risas detrás de ella.
Mientras la seguía, mi corazón se llenó de gratitud. Tener a Ariadna en nuestras vidas había sido la mayor bendición, y sabía que no importaba cuántos años pasaran, siempre recordaría el día en que la sostuve por primera vez.
Hoy era un día para celebrar no solo su crecimiento, sino también la familia que habíamos construido. Una familia llena de amor, risas y recuerdos que seguiríamos creando juntos.
Ariadna corría hacia la cocina con esa energía infinita que solo un niño de cinco años puede tener. Yo la seguía a un ritmo más relajado, disfrutando del sonido de sus risas que llenaban la casa.
Cuando llegamos, ella se subió rápidamente a su pequeña silla en la barra de la cocina, tamborileando sus dedos sobre la mesa con emoción.
—¿Qué vamos a desayunar, papá? —preguntó, moviendo sus piernitas mientras me miraba con esos ojos que siempre me recordaban a Camil.
—Algo especial para la cumpleañera. ¿Qué te parece si hacemos tus pancakes favoritos? —respondí, abriendo el refrigerador para sacar los ingredientes.
—¡Sí! Con mucha miel y fresas —dijo con entusiasmo, aplaudiendo como si ya pudiera saborear el desayuno.
Estaba comenzando a preparar la mezcla cuando escuché pasos suaves en las escaleras. Levanté la mirada justo a tiempo para ver a Camil entrando a la cocina, su cabello suelto y ligeramente despeinado, y aún con su pijama. Su sonrisa iluminó la habitación de inmediato.
—¡Mamá! —gritó Ariadna, saltando de su silla para correr hacia ella.
Camil la recibió con un abrazo cálido, inclinándose para besar su cabecita.
—Feliz cumpleaños, mi amor —dijo con ternura, acariciando su cabello mientras Ariadna la abrazaba con fuerza.
—Gracias, mamá. Papá está haciendo pancakes con fresas y mucha miel —le contó con emoción.
—Eso suena delicioso. Pero antes de desayunar, tengo algo para ti —dijo Camil, enderezándose mientras sacaba un pequeño paquete envuelto en papel colorido que había escondido detrás de su espalda.
Los ojos de Ariadna se iluminaron al ver el regalo, y sus manitas se movieron rápidamente para abrirlo. Dentro había un set de pequeños libros ilustrados que ella adoraba, junto con una muñeca que había estado pidiendo desde hacía semanas.
—¡Es la muñeca que quería! —exclamó Ariadna, abrazándola con fuerza antes de mirar los libros. —¡Gracias, mamá!
—Sabía que te encantaría —respondió Camil, dejando un beso en su mejilla antes de sentarse en la barra junto a ella.
Me acerqué con una sonrisa, dejando la mezcla de pancakes lista para comenzar a cocinar.
—¿Y qué hay de mí? ¿No hay un abrazo para el papá que está haciendo el desayuno? —bromeé, fingiendo estar ofendido.
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Editado: 25.02.2025