Isla
Después de esa noche, no pude dejar de pensar en él.
Volvimos a casa tarde, y mientras mis padres comentaban cifras de donaciones y alianzas políticas, yo apenas podía concentrarme. Su rostro, sus ojos, esa mirada que parecía atravesarme… todo eso seguía vivo en mi mente como si hubiera sido tatuado bajo mi piel.
No sabía su nombre, ni de dónde venía. Y sin embargo, algo dentro de mí gritaba que no era la primera vez que lo veía.
Dormí mal. Esa noche soñé con un bosque. Oscuro, espeso. Corría entre los árboles, descalza, como si algo me persiguiera. Sentía el corazón golpeándome las costillas, pero no tenía miedo. Más bien... una urgencia. Una necesidad de encontrar algo, o a alguien.
Y en medio de la niebla, lo vi. A él.
Estaba desnudo, cubierto de sombras, con los ojos dorados como fuego. Era él, pero no del todo humano. Tenía garras. Colmillos. Parecía un dios antiguo o una bestia salvaje. Y aún así, no sentí miedo. Sentí... que me llamaba.
Me desperté con el corazón acelerado y las sábanas pegadas al cuerpo por el sudor.
Fui directo a mi computadora.
Busqué entre las fotos del evento de anoche. Revistas, portales sociales. Tuve que mirar docenas de imágenes, hasta que lo encontré. En una esquina de una foto grupal, estaba él.
"Liam Blackthorne, heredero del Grupo Blackthorne. 18 años. Soltero."
Ahora tenía un nombre.
Y una nueva obsesión.