Liam
Cuando mi hermana menor, Evelyn, se acercó a mí con una sonrisa burlona, supe que ya sabía.
—¿La encontraste, verdad? —preguntó sin preámbulos.
—No tienes idea de lo que estás diciendo —gruñí, aunque por dentro sentía que se me encogía el pecho.
—Por favor, Liam. Puedo olerlo desde aquí. Hueles a obsesión y a luna llena —rió, y se alejó antes de que pudiera responder.
No podía ocultarlo. Mi manada lo notaba. Mi instinto lo gritaba. Isla era mi pareja destinada. Y eso me ponía en una posición complicada.
Ella era humana. Una rica heredera del mundo superficial, sí, pero completamente ajena a nuestro mundo. Y si la forzaba a aceptarlo, podía destruirla. O asustarla. O peor… otros podían intentar aprovecharse de ella.
La manada rival, los Hollowfang, había estado moviéndose en la ciudad. Tenían sus ojos puestos en nuestro territorio y en nuestras debilidades. Si descubrían que había una humana ligada a mí antes de que ella lo supiera o se protegiera, la pondría en la mira.
No podía permitirlo.
Y sin embargo, ahí estaba yo, parado frente al colegio privado donde estudiaba. Fingiendo revisar mi celular desde la limusina negra mientras la veía salir con su mochila colgada al hombro, rodeada de amigas.
No podía acercarme. No aún.
Pero tampoco podía dejar de vigilarla.
Ella era mía. El destino ya había decidido eso.
Solo tenía que convencerla... sin romperla.