Isla
Pensé que podría volver a mi rutina. Fingir que nada era raro, que Liam era solo un chico misterioso, no una criatura sacada de mitos antiguos. Pero desde aquella conversación, algo cambió.
En mí.
Comencé a tener sueños más intensos. Ya no era solo el bosque. Ahora, veía a Liam con los ojos dorados, sus manos convertidas en garras, su cuerpo cubierto de pelo negro como la noche. Y lo más extraño de todo… no me asustaba.
Me atraía.
Y luego, algo nuevo: cuando estaba en clase, sentía su presencia antes de verlo. Cuando alguien me hablaba, podía predecir lo que dirían segundos antes. A veces, escuchaba sus pensamientos. Pensaba que estaba perdiendo la cabeza.
Hasta que en una salida con mis padres a un restaurante, algo sucedió.
Un hombre se me acercó. Era alto, elegante, de sonrisa inquietante. Me habló con un acento que no reconocí.
—Estás cambiando —dijo sin presentarse—. Lo sabes, ¿verdad?
Me congelé.
—¿Quién eres?
—Solo alguien interesado en lo que vas a ser —respondió. Luego desapareció entre la multitud.
Cuando regresé al auto, el parabrisas tenía una huella de garra.
Y entonces supe que esto no era solo entre Liam y yo.