Isla
Nunca olvidaré esa noche.
La oscuridad parecía más espesa, como si el mismo bosque contuviera la respiración.
Habíamos terminado el entrenamiento y la manada se dispersaba lentamente hacia sus refugios. Liam y yo caminábamos juntos cuando escuchamos el primer grito.
—¡Ataque! —gritó Ethan, uno de los jóvenes lobos.
En segundos, sombras emergieron entre los árboles: lobos oscuros, con ojos brillando en rojo, emboscándonos sin aviso.
Mi cuerpo reaccionó sin pensar: mi energía lunar estalló en un escudo dorado, protegiendo a Liam y a los que estaban cerca.
Pero eran demasiados.
Una daga rozó mi brazo y el dolor se sintió como fuego.
Liam rugió con furia y lanzó una ola de fuerza que derribó a varios atacantes, pero uno logró lanzarse hacia mí.
—¡Liam! —grité.
Su mano interceptó el ataque justo a tiempo, y juntos caímos al suelo.
El enemigo desapareció tan rápido como vino, dejando tras de sí un silencio sepulcral.
Miré a Liam, sus ojos llenos de preocupación y rabia.
—Esto no terminó —susurró—. Solo acaba de comenzar.