Isla
Sentí el peso de mil miradas en la sala de reuniones.
La atmósfera era densa, cargada de desconfianza. No solo afuera, sino dentro de nuestra manada, algo se estaba pudriendo.
—No puedo creer que alguien entre nosotros esté vendiéndonos al Consejo —dije, con voz firme pero contenida.
Liam me lanzó una mirada rápida, preocupada.
Los días previos habían sido difíciles. Algunos miembros parecían inquietos, evitaban el contacto visual, y los rumores crecían como fuego en hojas secas.
—Encontraremos al traidor —aseguró Liam—. Nadie pone en riesgo a nuestra manada impunemente.
Pero yo sabía que no sería fácil.
Porque la traición no siempre es un rostro visible.
A veces, es un susurro en la sombra.
Y esa noche, mientras caminaba sola hacia la colina para calmar mi mente, alguien me siguió.
Un lobo que creí amigo.
Y la sorpresa de su confesión me heló la sangre.