Liam
Isla regresó del claro con los ojos vidriosos.
—Tenemos un traidor —dijo apenas al entrar.
La noticia cayó como un golpe seco en mi pecho.
—¿Quién? —pregunté, aunque temía la respuesta.
Ella negó con la cabeza.
—No lo sé. Pero escuchó mis pensamientos. Y me siguió hasta la colina.
Comenzamos a investigar en silencio, vigilando a todos.
Cada gesto, cada palabra, cada encuentro se volvió motivo de sospecha.
Evelyn nos ayudaba a usar habilidades para detectar mentiras, pero el traidor era cuidadoso.
Hasta que una pista nos llevó a un joven llamado Markus.
Había llegado con nosotros hace poco, pero algo en su comportamiento no encajaba.
Lo confrontamos.
Al principio negó, pero bajo la presión, su fachada se quebró.
—No lo hago por maldad —susurró—. Solo quiero salvar a mi hermana. Ellos la tienen como rehén.
El dilema era claro.
¿Protegeríamos a un traidor por una causa humana?
¿O lo expulsaríamos y perderíamos información vital?
Sabía que la respuesta marcaría el destino de nuestra manada.
Y que, en esta guerra, nada era blanco o negro.
Solo supervivencia.