Prólogo
Capítulo 1:La primera mirada
Capítulo 2:Mi instinto la reconoció primero
Capítulo 3:Sombras en mis sueños
Capítulo 4:Mantener la distancia es imposible
Capítulo 5:Demasiadas coincidencias
Capítulo 6:No estaba lista, pero no tuve opción
Capítulo 7:Todo empieza a encajar
Capítulo 8:La línea está a punto de romperse
Capítulo 9:No era solo un sueño
Capítulo 10:Advertencias marcadas con sangre
Capítulo 11:Lo sentí antes de verlo
Capítulo 12:Ya no había marcha atrás
Capítulo 13:Algo dentro de mí despertó
Capítulo 14:No solo es mi compañera… es algo más
Capítulo 15:La sangre no miente
Capítulo 16:Una amenaza disfrazada de orden
Capítulo 17:El fuego me llamó por mi nombre
Capítulo 18:El miedo no es por mí. Es por ella.
Capítulo 19:El ritual comenzó… y el mundo se quebró
Capítulo 20:Ella ya no es solo mía… es de la luna misma
Capítulo 21:El silencio antes del rugido
Capítulo 22:Entre lealtad y rebelión
Capítulo 23:Proclamarla era un riesgo. No hacerlo, una condena.
Capítulo 24:No todos temen al cambio. Algunos lo quieren muerto.
Capítulo 25:No pedí una guerra, pero no la evitaré si tocan a mi Luna
Capítulo 26:El fuego no me destruyó. Me forjó.
Capítulo 27:Una manada no se forma con sangre. Se forma con lealtad.
Capítulo 28:Cuando el enemigo se organiza en silencio, el rugido debe venir antes del ataque.
Capítulo 29:La noche en que la luna lloró sangre
Capítulo 30:El costo de la traición
Capítulo 31:Cuando el enemigo está dentro
Capítulo 32:La verdad duele más cuando la traición viene de adentro
Capítulo 33:¿Redención o condena?
Capítulo 34:Preparar el terreno para la última luna
Capítulo 35:El rugido de la luna
Capítulo 36:Un nuevo amanecer
Capítulo 37:Reconstruyendo sueños
Capítulo 38:Entre sombras y luces
Capítulo 39:El compromiso de la luna
Capítulo 40:Un futuro bajo la luna
Epílogo:Bajo la luz eterna de la luna
Texto
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Capítulo 38:Entre sombras y luces
Liam
La oscuridad de la batalla había dejado huellas profundas.
Algunos miembros de la manada luchaban con fantasmas internos, y yo no era la excepción.
Había momentos en los que la presión me hacía cuestionar si estaba preparado para ser el líder y el compañero que Isla merecía.
Pero ella, con su fuerza silenciosa, me recordaba quién era realmente.
—Liam, no tienes que cargar con todo —me dijo una tarde, cuando la tormenta rugía afuera—. Somos un equipo, y juntos somos invencibles.
Sus palabras fueron un bálsamo para mi alma.
Entendí que la verdadera fuerza no estaba solo en el poder, sino en la vulnerabilidad compartida.
Mientras la luna comenzaba a crecer de nuevo, me prometí proteger a Isla y a nuestra manada, sin importar las sombras que debíamos enfrentar.
Porque el amor y la lealtad eran nuestro escudo más poderoso.