Lazos de Sangre

4. Nuevos Horizontes Parte 2

–Lynette. –

Volteé en cuanto aquella voz mencionó mi nombre. No conocía a esta persona.

–¿Sí? ¿Puedo... ayudarlo en algo? – Cuestioné de forma curiosa. Comenzaba a preguntarme en qué punto de mi vida empecé a ser el blanco de desconocidos en la calle.

El desconocido sonrió. – Sí. Queremos hablarte sobre tu madre. Hemos estado monitoreando todo lo ocurrido desde... Bueno. Su deceso. – Suspiré. Sí. Venga, otra revelación más sobre los misterios de este mundo de locos, sobre mi madre.

–Sí. Bueno. ¿Esta vez con qué tiene que ver? ¿Oscuros?, ¿lycans? ¡O quizás hadas! Es lo último que falta. – La ironía comenzaba a ser más parte de mí de lo que acostumbraba.

–Señorita Loockwood espero que sepa comprender que esto no es..- –

–Está bien, Blaz. Me haré cargo de esto personalmente. – Mi rostro giró casi como si se tratara del exorcista cuando escuché esa dulce vocecilla provenir de mi costado derecho.

El tal Blaz asintió con la cabeza y retrocedió dos pasos con absoluta sumisión cuando el apenas muchachito de casi un metro se plantaba delante de mí con una expresión segura de sí mismo. Liberé una gran bocanada de aire y me forcé por no reír como una desquiciada. ¿Se haría cargo de mí? ¿Personalmente?

¡Pero si era un niño! Joder. No le pondré ni unos diez años de edad. Sonreí por cortesía y solo intenté mirar la posibilidad de que, probablemente, estaba enloqueciendo nuevamente.

–Por lo que he escuchado conoces un poco sobre la historia que se desarrolla a tu alrededor. Entonces debes comprender que estás en absoluto peligro ahora mismo. ¿Comprendes? – La facilidad de palabra de este niño me ponía nerviosa. Sobre todo por lo profundos que eran sus ojos. Eran grises, pero no como los que había visto aquella noche. Estos eran claros, mucho más inocentes. O al menos en apariencia. – ¿Por qué no nos das una oportunidad de esclarecer los hechos? – El pequeño de cabello castaño me ofreció la mano en un gesto muy atento y caballeroso.

Sentí la garganta seca, pero por alguna razón no podía evitar el hecho de que si quería comprender qué demonios estaba sucediendo. Extendí mi mano hacia él, quien la sujetó con delicadeza y, tras depositar un beso sobre el dorso de la misma, entrelazó sus pequeños dígitos con los míos y emprendimos el recorrido.

–Es una ciudad muy pintoresca esta. Hace mucho que no la visito. Debí haberme hecho espacio entre todo el trabajo. – El muchachito chasqueó la lengua con pesas. Y yo lo sentí como si acabara de ver a un niño haciendo berrinche por no haber ido a visitar el parque de diversiones.

–Sí. Es un lugar tranquilo. No suele suceder nada raro. –

Él emitió una casi queda risa. – Oh. ¿De verdad? Entonces debes quitar la venda de tus ojos, querida. – Lentamente mi ceño se fruncía. ¿A qué se refería con eso?

Al cabo de unos minutos, entre la amena plática del clima, de la ciudad. De mis estudios –para bien o para mal–, llegamos a un changan 4x4 con vidrios oscuros. Blaz se adelantó y cordialmente nos abrió la puerta.

–Después de usted, señorita. –Los modales del pequeño me hacían creer que no debía perder la fe con los niños de hoy en día. Negué con la cabeza a mis ideas y solo subí al vehículo. Qué tontería. ¿Alguna vez se me pasó por la mente que no debía subir a autos con desconocidos? Probablemente ahora mismo podrían sedarme y terminaría vendida en Marruecos. En cuanto subí me percaté de que el interior del auto era más oscuro de lo que me había imaginado. Usualmente las películas que se instalaban en las ventanillas no eran demasiado oscuras, precisamente para evitar accidentes al momento de conducir.

–De acuerdo. Veo que existen muchas cosas que desconoces sobre lo que te rodea. Parecías saberlo, pero ahora empiezo a dudarlo. –El niño se sentó derecho y me miró con una afilada mirada, o lo que al menos intentaba serlo. – Empecemos por lo que debes saber. Mi nombre es Milo O'Brien. Y soy un vampiro. –

STOP. El mundo debía detenerse en este preciso instante. Mis ojos solo podía apreciar al pequeño niño que se encontraba conmigo. ¿Un vampiro había dicho? Un vampiro...

Mis labios se abrían y se cerraban una y otra vez de forma estúpida, intentando decir algo, coordinar alguna palabra, al menos una frase inteligente y lo suficientemente comprensible; pero a fin de cuentas solo callé. Callé e intenté reformular las ideas de lo que había imaginado como un vampiro en las historias que veía en las series, o incluso en las películas.

¿Qué hay del estereotipo sexy con el que soñabas? ¿El chico de mirada seductora? ¿La sonrisa de galán baja bragas?

Milo empezó a reír de la nada. Recargando su espalda contra el mullido respaldas del asiento y sujetando su barriga a medida que se deshacía en risas. – ¡Lo siento, lo siento! Había intentado respetar tu intimidad al no meterme en tus pensamientos. Pero fue inevitable cuando empezaste a mirarme de esa forma. –



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En el texto hay: adolescentes, vampiros, sobrenatural

Editado: 11.09.2023

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