–Entonces mis padres discutieron delante de mí. Ya sabes, empezaron a tratarse de una forma demasiado frívola y luego me dijeron que debería empezar a considerar el hecho de casarme para dejar de ser una carga para ellos. – Nelly me estaba contando sobre la visita que hizo a sus padres esta semana.
Me sentí terrible por no prestarle atención a lo que me contaba, pero en mi cabeza solo podía pensar en Alek. Mi corazón se aceleraba al revivir el sueño que tuve. Al revivir con nitidez la suavidad de sus manos delineando mi piel con gentileza. Con sensualidad.
Juraría que no había sido un sueño, había sido tan real que mi cuerpo ardió en calor y el corazón amenazó con salírseme del pecho en la madrugada.
–¿Crees que debo hacerlo o no? – Los profundos ojos de Nelly me miraron, aguardando por una respuesta de mi parte.
–¿Huh? Lo siento, ¡perdóname! ¿Qué me decías de la visita? – Nelly suspiró. Negó con la cabeza y solo sonrió con suavidad.
–No te preocupes. Entiendo que tengas la mente en otro mundo. Con todo lo que sucedido en tu vida, cariño… Me sorprende lo fuerte que eres. Te admiro tanto. – La profunda calidez que me embargó el corazón fue genuina. Absoluta y completamente maravillosa. Siempre he pensado que dentro de toda oscuridad siempre podía existir algo de luz. Y ahora mismo entre tanta mierda de mala suerte, Nelly era mi luz.
Desayuné con Nelly unos huevos revueltos y un humeante café bien cargado. Admito que me estoy volviendo parcialmente adicta al café. Me ayuda a mantener la calma y espanta la pesadumbres de las malas noches que llevo acumulando desde que me estalló en la cara la noticia del dichoso lazo y el vínculo con todo este mundo que no conozco.
Mis manos envolvían la humeante taza de café y posteriormente la elevé hacia mis labios, acariciando la porcelana con mis labios y permitiendo que la cafeína ingrese en mi sistema. Comenzaba a ver el mundo con otros ojos, probablemente porque no tenía los recuerdos atormentándome a diario cada vez que caminaba por los rincones.
Sin embargo no todo podía ser maravilloso. Nelly me preguntó cómo procedería con el reprobado del curso. Sentí cómo poco a poco el ánimo se derrumbaba. Me había esforzado mucho por mantenerlo en lo alto, construyendo mis murallas de resistencia y ahora todo se veía derribado una vez más. Tragué el último trago de café que pude pasar y relamí mis labios. – Voy a dejarlo. –
Nelly estampó ambas palmas sobre la mesa de forma abrupta, sorprendiéndome. – ¡Claro que no! ¿Vas a tirar a la basura tantos años de estudio? No seas tan derrotista, Lynette. –
No se trataba de ser o no derrotista. Se trataba de que habían cosas que se me hacían muy difíciles, debía lidiar con mi luto, con un descubrimiento que no esperaba y sus consecuencias misteriosas y letales, además de mi educación. Liberé un suspiro, cansada de pensar en mis posibilidades. Lo cierto era que contaba con algo, contaba con este muchachito que me ofrecía un curso con opción a homologaciones.
–No dejaré perder mis años de estudio. Estudiaré. Pero lo haré en otro lugar. – Descrucé mis piernas y me levanté de la silla en donde me encontraba. Los ojos curiosos de Nelly me miraron con extrañeza y siguieron mi camino hacia la fregadera. Abrí el grifo del mismo y lavé la taza. – Hay una oferta que recibí de… Un amigo. – Un amigo muy viejo y jovial.
Le conté sobre la traslado hacia Jostein P. Le conté que los trámites los había realizado un amigo de la familia con el que no tenía contacto desde hace muchos años atrás. Pude ver la luz en su mirada, un destello de alegría al ver que al menos dentro de toda la miseria en la que me encontraba, al menos cuente con motivación para continuar aun cuando mis planes ahora deberían ser otros.
–¿Y bien? ¿Te gustaría ir un rato a la uni? ¡Podemos salir con los chicos! – Su entusiasmo me resultaba demasiado fresco y muy contagioso. Inspiré una profunda bocanada de aire y me centré en asentir con la cabeza. Sí. En realidad si me apetecía ver a los chicos, pasar un momento con ellos aún. Sin embargo, mi móvil empezó a vibrar causando un profundo cosquilleo en mi bolsillo.
Le hice una señal a Nels de que me dé unos minutos para revisar la insistencia del aparato y ella me hizo un ok con la mano antes de perderse escaleras arriba.
–¿Estás lista? Blaz está esperando fuera de la casa de tu amiga. – ¿Qué? Caminé hacia la sala a toda prisa y husmee por la ventana, sin correr del todo la cortina casi traslúcida que recubría el ventanal de cristal. Allí estaba, estacionado con orgullo el Changan en el que me había subido el día anterior para platicar con Milo.
–¿Qué diablos? ¡Milo! ¿De qué va esto? Nunca me dijiste que vendrías a recogerme. – Procuré susurrar para que mi amiga no bajara a preguntarme a qué se debía mi histeria mañanera. Era muy pronto para tener una crisis.