Lazos de Sangre

Capitulo 10: Rumbo a...

No. Yo no entraría a ese lugar. Más que un internado parecía una especia de castillo de la edad media. No me quedaría por mucho tiempo. Las rejas se abrieron y el auto ingresó. Mi padre no me había dirigido la palabra en todo el camino. Después del teatrito que arme junto a Gideon era lo mínimo que podía esperar. Aún no puedo creer que se haya atrevido a cargarme para meterme al auto.

Lame botas

Eso era Gideon. Hacia todo lo que mi padre le ordenase. O sea sí sabía que mi padre pagaba muy bien por la lealtad de su gente, pero había veces que el empleado exageraba. Parecía su perro faldero. No me sorprendería que no respirase sin el permiso de mi padre. Raro.

Mis ojos se desviaron del conductor hasta posarse en el asiento vacío a mi lado. Ojala hubiera convencido para que lo dejará quedarse. Giorgi sin duda no habría dejado que me sintiera desanimada. Resople frustrada. A pesar del lio que arme no cambio nada. Mi vista cambio y se poso en las extensas áreas verdes de mi futura cárcel.

Giorgi dijo que este lugar se encontraba junto una laguna y que él solía ir allí. Talvez me sirva....

El auto se detuvo y con ellos mis pensamientos de escapar.

—Baja Amalia —ordenó mi padre al ver que yo no tenía ni las más remotas intención de hacerlo—. Ahora —ratificó malhumorado

—No lo haré —agregué colocándome el cinturón de seguridad y apegándome a este

No iba a rendirme sin dar pelea. Yo no soy así.

—No estoy para tus juegos Amalia —pronunció con un tonito irritado, probablemente se estaría agarrado el puente de la nariz con la mano. Sentada desde donde estoy es difícil averiguarlo

—No estoy jugando —aclaré—. No entraré a ese horrible lugar

—¡Sal de ahí ahora mismo Amalia! —exigió a viva voz

—¡No lo haré! ¡Si quieres llama a tu perro faldero! ¡Yo no bajaré!

No hubo respuestas por un momento. Pero de pronto la puerta de mi lado izquierdo se abrió. Ahora el rostro enojado de mi padre era lo único que podía ver. Me sujeto del brazo y me hizo bajar. Su agarre era doloroso. Caminaba junto a mi con un caminar apresurado. En definitiva dejaría marca. Bueno si lo hace podría acusarlo de maltrato, ahora tendería una prueba y...

—No quiero que sigas causando más problemas ¿Entendiste? —soltó mi padre con un tono de advertencia mientras pasábamos por diversos pasillos

El recogido iba detrás con una mueca en el rostro. Ja. Esa meuca no engaña a nadie. Ese gato debe estar disfrutándolo. Si me dejan aquí el por fin me habría quitado del camino.

—¿Me estas escuchando Amalia? —me zarandeó mientras se detuvo frente a una puerta

—No —respondí mirándolo directo a los ojos—. Sabes que no haré caso. Cada día trataré de escapar

Mi padre profundizo su agarre.

—Auch... duele —me queje, si antes dejaría marca, ahora seguro se inflamaría

—Padre, la estas lastimando —intervino el gato

Como si le importará. Odio ese afán de hacerse el bueno. Nadie le pidió su ayuda.

—Le dolerá más si no aprende a comportarse —aviso mi padre sin disminuir la fuerza en su agarre—. No quiero recibir más problemas después que me vaya ¿Entiendes Amalia?

Asentí para que dejará de sujetarme tan fuerte. Después de unos instantes lo hizo. Ja. Piensa que con algo tan débil podrá someterme. Mi padre no tiene idea de con quien esta tratando.

Después de unos segundos la puerta se abrió. Una mujer de aparentemente 40 años saltaba a la vista. Cabellera rubia enrollada en un moño, tes clara, tacones negros, un terno de color vino tinto y una muy divertida corbata atada en el cuello.

¿Ella sería la rectora?

—Señora Alvira buenos noches —se apresuro a decir mi padre con una enorme sonrisa y el mismo tono que utilizaba cuando quería vender algo defectuoso un algún empresario. Supongo que eso soy para él. Algo defectuoso.

La rectora solo dio una escueta sonrisa nada impresionada por la actitud de mi padre. ¿Con cuantos de su tipo habrá tratado antes?

La mujer nos hizo entrar . Odiaba este lugar. No me quedaré por mucho tiempo. Para mañana en la mañana debó salir de aquí. Ay Giorgi. Es el único que puede ayudarme. ¿Cómo me podré contactar con él? Una mueca inundo mi rostro, pero desapareció tan pronto como algo llego a la mente. Claro, de seguro él iría a esa laguna. Me podría encontrar con él ahí. Perfecto.

—Descuide, somos especialistas en casos perdidos—oí a la rectora hablar mientras me miraba como si estuviera escaneándome. ¿Quién se cree? Ni siquiera sabe cuan caso perdido soy.

—Eso me tranquiliza, espero que hagan un gran trabajo con... —me hecho una mirada desdeñable—, mi hija —lo escuché pronunciar con un tono amargo, como si le molestara decir que soy su hija. ¿Cómo si a mí me gustaría tenerlo como padre?

La rectora aún con una cara pétrea le tendió un documento a mí padre.—Firme esto —ordenó señalando el espacio en blanco en la hoja—. Estamos al tanto del expediente de cada uno de nuestros alumnos. No le negaremos la entrada, pero necesitamos estar seguro a que se comprometerá con todo lo estipulado —explicó de manera directa.

Mi padre palideció. Una enorme sonrisa se formo en mis labios. Él tardó un poco en responder mientras deslizaba la vista entre cada inciso de aquel documento. Seguro no se lo esperó. Estuvo como media hora diciendo mentira tras mentira, pensó que podía engañarlos.

Después de unos minutos tras exhalar profundamente alzo la vista hasta la rectora.—Estoy seguro que Amalia pondrá de su parte para cambiar ¿Verdad Amalia? —preguntó clavando su vista en mí, una mirada que me ordenaba que dijera sí de la manera más amable y contenta que pudiera.

—Si claro —respondí sin esforzarme por sonar emocionada. Mi padre me regaño con la mirada. Como si eso diera resultado. Una desafiante mirada embargo mis grisáceos ojos. Mi padre no podría gritarme delante de aquella mujer. Jamás permitiría que su brillante reputación en un país extranjero se arruinará. Por suerte yo tendré tiempo de sobra para asegurarme que en todos los noticieros sepan el tipo de persona que se esconde tras esa cínica sonrisa.




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