Lazos de Sangre

Capítulo 15: Refugio

Amalia

—¡¿Por qué me trajeron aquí?! —rompí mi silencio en un sonoro estallido—. ¡¿Qué puta cosa quieren conmigo?! —explote hirviendo en cólera. Si alguien me escuchaba mejor. Si yo no escaparía. Ellos tampoco.

—Lía baja la voz —pidió Navani con un rostro suplicante.

—Ni siquiera lo intentes —aviso aquel cabello cual carbón cuando me vio correr hasta la puerta y forcejear en sobre manera—. Esta cerrada, no hay forma en que la abras.

—Así como no hay forma de salir de noche —aclaré volteándome en su dirección—. ¿Verdad Navani? —pregunté con desdén y furia.

¿Por qué demonios no me dejaban ir? Se notaba a legua que no les caía bien. ¿Por qué no me dejaban escapar? O por ultimo ¿Por que no dejaban que los guardias me detuvieran? ¿Por qué esa estúpida sonrisa pretenciosa tuvo que interrumpir?

—Lía es por tu bien.

—No me llames Lía —ordené. Hasta donde yo sabía Giorgi era la única persona que podía llamarme así, la única persona que apreciaba realmente—. ¿Y a ustedes que cojones les importa mi bien? No se supone que tú deberías estar montando guardia —me dirigí al lameculos—. No se supone que Navani es una chica problema ¿Por qué estas con ella? —inquirí al ver sus brazos entrelazados—. ¿Y tú? ¿Qué diablos quieres conmigo? —espeté al que tercero que me había traído como un saco de papas—. ¿Por qué los ayudas? ¿Qué diablos...

—Huao... —expreso el tipo y desvió la mirada en la morena—. Tiene carácter Chaudhari, será una buena joya en nuestro grupo.

  Mis cejas se fruncieron y mis rostro se comprimió. ¿Ahora de que demonios estaba hablando? ¿Joya de su grupo? No. No dejaría de estar a la defensiva. No con aquellos traidores en frente.

—Toma y relájate —hablo el tipo extendiéndome una lata de licor, lo cogí. Si alguno se descuidaba podía darle con eso en la cabeza. 

Ninguno de los tres dijeron algo. Parecían mirarse como decidiendo como proceder. Entre la distracción podría idear algo para salir de esta habitación. 

—¿Qué crees que este lugar? —preguntó por fin la traidora.

No respondí. Por primera vez desde que llegué me puse a observar aquella habitación. Parecía cálida y acogedora, muy distinta a las celdas a las que teníamos que llamar habitaciones. Había una pequeña mesa en el centro con algunas revistas y unos cuantos vasos descartables regados por el suelo. Tres sofás alrededor de la mesa. Un televisor plasma empotrado en la pared. Una pequeña nevera en una de las esquinas de la habitación. Una mesa de pinball. Un par de espejos con muy particular marco. Por ultimo un candelabro en el centro del techo que iluminaba a la perfección.

Volví mi mirada hacia aquello tres sin ningún tipo de respuesta.

—Tenemos algo que contarte —hablo el tipo que me había ofrecido la bebida en un tono divertido mientras se recostaba en aquel sofá.

—Yo no quiero escuchar nada —pronuncie con la mandíbula apretada. Era obvio que ya no lograría escapar esta noche. ¿Cuándo podría volver a tener una oportunidad?—. Solo quiero saber porque diablos no quieren que escape.

—Lo habrías complicado todo —respondió con simpleza como si fuera lo más sencillo del mundo.

—¿Complicar qué? —dirigí mi mirada al tipo con la boca en aquella lata.

—Esto —comunico soltando la lata y levantando los brazos.

Rodeé los ojos. ¿Qué diablos significaba eso? Esto. Era una respuesta tan simple y ordinaria. Ni siquiera tenía entendido que era esto exactamente.

—Hubieras echado todo por la borda —la miré aún sin comprender—. Los tres llevamos muchos años aquí. Éramos los más rebeldes en nuestras respectivas familias. Un dolor de cabeza en toda la expresión —explicó ensanchando los ojos—. Este internado es conocido por reformar desastres. Cuando Felipe y yo llegamos quisimos hacer lo mismo que tú. Escapar a toda costa y créeme que lo llegamos a odiar como tú o hasta más —confesó mirando a Aston—. Pero él no era lo que creíamos. Él ideo esto —extendió los brazos señalando la habitación—. Esa fanatismo y pretensión es una distracción. Él es tan rebelde como nosotros, o como tú. Pero —podía ver que lo que sea que quisiera decir le costaría—, con más cerebro que los tres juntos. 

Aston asintió con una expresión de satisfacción. Podría ser un rebelde, pero nadie le quitaría lo de pretencioso. Quizá lo llevaría en la sangre.

—Él creo una imagen con la rectora —continuo la morena con un tono amable mientras se desplazaba por el lugar—, una imagen perfecta en intachable —rodo los ojos.

¿Perfecto en intachable? Claro, por eso no me creyeron cuando lo delaté. Perfecto

—Aunque de noche era otro cuento. Aston hacia sus guardias y cuando sabía que ya no había muros en la costa venía aquí. Es un salón abandonado que comenzó a arreglar. Cuando llegamos solo estaba el televisor y el sofá. Yo traje los espejos y el candelabro —aviso mientras pasaba los dedos por los adornos de aquel espejo, era bonito, para que negarlo—. Felipe la mesa pinball y la nevera.

—La santa nevera —murmuró Felipe abriéndose paso para sacar otra bebida. Otra lata de cerveza. ¿Qué tan bien sabría? Talvez sería bueno probarla.

—¿Eso que tiene con ver conmigo?

—Solo espera un momento —respondió para continuar con su relato—. Aston creó un plan para que no lo descubriera. Les hizo creer a los profesores que la guardia de noche era lo mejor y que ningún alumno podía salir. Fue muy lambiscón con ellos —no pude evitar sonreír ante aquello. Al menos no era la única que lo veía—, pero en serio lo valió. Después de varios intentos de escape, su coartada se debilito, así que nos recluto. Podíamos venir aquí cuando quisiéramos y las reglas no aplicarían en nosotros tres. Las ventajas de tener al preferido de la rectora de nuestro lado —aclaró con una sonrisa ladina colgándose del brazo del Aston como una boba enamorad. Bueno si Aston logró conquistarla no podía ser tan malo—. Además comprendimos que era en vano escapar, al final o nos terminarían encontrando o viviríamos escondidos bajo algún puente —se encogió de hombros—. Somos personas conocidas después de todo. No es como si pudiéramos pasear por el parque sin que alguno de nuestros padres lo supiera. 




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