Lazos de Sangre

Capítulo 18: Ojos brillantes

Amalia

—Por favor. —Esos malditos ojos verdes parecían sinceros. Esa voz temblorosa era engañosa. Esa postura amigable y tierna harían caer hasta al más fuerte.

No a mí. No podía caer con eso. No con él. En definitiva no con él.

—¿De verdad crees que te voy a creer eso? —espeté tragando grueso.

—Entonces dime que hacer. Dime que haga cualquier cosa para que vuelvas a creer en mí —pidió a tan solo unos centímetros de mí.

—Eres tan ridículo. ¿Cuánto te debe costar decirlo? ¿Y todo para qué? ¿Para qué finges tanto que realmente te importo? No importa lo que hagas yo nunca voy a creerte. Nunca —hable dando un paso al frente. Si él me odiaba tanto como yo lo hacia debía sentirse asqueado con mi cercanía. Tanto como yo lo estaba con la suya.

Por eso no dejas de mirar esos esplendidos ojos verdes. Por eso estas tan cerca que eres capaz de sentir su cálida respiración contra tu piel. Por eso quieres seguir sintiendo ese delicioso cosquilleó en los labios.

Traté de ignorar a mi conciencia. Ella solo me traía problemas. Amalia, no pongas tu dedo en el enchufe. Amalia, no andes descalza en el hielo. Amalia, no saltes en la tierra movediza. Amalia, no saltes de un precipicio en paracaídas sino sabes hacerlo. Tonterías. Era mejor evitarla. A toda costa.

—De pequeños fuimos amigos, hermanos —susurró suavemente en mi oído, despacio como si tuviéramos todo el tiempo del mundo para nosotros. Solo nosotros—. Tú...

—Yo era una idiota que no pude ver la serpiente escondida debajo de ese rostro angelical —mencione tratando de modular mi respiración—. Pero ya no soy esa niña Tiago. No volveré a los Estados Unidos. No importa lo que hagas o lo que digas no volveré conti...

—Suéltame —chille tratando de zafarme cuando unos labios se apoderaron de los míos. Unos labios cariñosos y contentos.

Mis ojos no debieron cerrarse. Mis tontos labios no debieron moverse al compas de los suyos. Mi manos debieron querer tocar. Acariciar. Masajear. Sentir. Estaba mal. Totalmente mal.

—Amalia —me sujeto más fuerte juntando su frente con la mía. Esos ojos eran hermosos. Tenía que reconocerlo. No. Que estupidez. Estaba entre sus brazos, debía estar pensado en darle un cabezazo no en lo lindo de sus iris. Maldición. Esto no debía ser así.

Esto no podía volver a pasar. ¿Por qué diantres tuvo que besarme? ¿Qué esperaba? ¿Desestabilizarme? No me conocía. Necesitaría mucho más que eso para desestabilizarme.

No podía volver a besarlo. Me rehusaba a hacerlo. QuieresTú quieres. No. Yo no quería, no quiero. Yo no quiero.

—Que me suel...

Estúpido. Idiota. Ni siquiera me dio tiempo para reaccionar. Estúpido por besarme. Estúpido por saber tan bien. Estúpido por gustarme. Estúpido por abrazarme. Estúpido por hacerme querer más. Estúpido por ser el bastardo que tanto odio.

—Lía —menciono una voz femenina al abrir la puerta.

Me paralice cuando dejo mis labios. Un ruidito de frustración salió involuntariamente de mis labios. Que demonios. Yo no estaba feliz porque me besara. Era la rabia. La rabia se había apoderado de mí. Solo quería darle una lección. Solo eso.

Lamentablemente la mirada evaluadora de la morena no dejaba de mirarme boquiabierta. Sabía lo que estaba pensando. Seguro lo mismo que yo pensé cuando vi a Aston y a ella juntos por primera vez.

 

***

 

—Sé de lo que me hablaras y no tiene caso —explique sin mirarla.

Por suerte ya no estaba en la biblioteca. Dios gracias que me sacará arrastrando de ese lugar.

—Entre él y yo no hay nada —aclaré aún con l avista en otro lado—. Lo que viste...

—No te reprenderé por haber besado al bastardo —soltó de pronto como si fuera algo sin importancia. Porque eso era. Algo sin importancia. Al menos ella lo sabía—. Si te enamoras de él o no eres libre. No te...

Una mirada de asco inundo mi rostro.—Yo no...

—Ese no es el punto Lía —hablo con un tonito cansado mientras se abrazaba a si misma.

Por un momento deje de pensar en el bastardo. Me centré en Navani, no se veía nada bien, sus ojos no demostraban diversión ni entusiasmo, tenía un semblante decaído.  

—¿Hablaste con tu padre? —pregunté ya sabiendo la respuesta.

Ella asintió levemente. ¿Ahora que tonterías le habrá dicho? Nunca traía nada bueno. 

—Me llamo a noche. Necesito tu ayuda —pidió con los ojos cristalinos.

Oh no. Solo había una cosa por lo que la morena solía llorar. Más le vela a ese viejo que no haya intentado amenazarla de nuevo. Creí que la ultima vez que ella lo enfrentó había bastado, pero no, al parecer le importa un rábano lo que quiera su hija.

—¿Qué pasó? —expresé con un leve susurró. Sabía lo que contestaría, pero hablar era bueno, le haría bien a ella.

—Créeme que primero pensé pedírselo a Felipe para no comprometerte —anunció caminando con pasos cortos por la habitación con una expresión nostálgica, como si no la fuera a volver a ver en mucho, mucho tiempo. Se quedaba parada por instantes y contemplaba algunas de las chucherías que estaban en los muebles. Había ilusión en sus ojos, pero se esfumaba tan pronto como volvía a caminar—, pero él no puede hacer nada.

—Dímelo Nani —pedí sin moverme. No me gustaba verla así. Y en absoluto no me gustaba lo que se me venía a la mente—. ¿De qué se trata?

—Es sobre —un respiró ahogado salió de sus labios—, se trata de Kamal —respondió mirándome con cierto temor. Odiaba verlo en sus ojos. Odiaba que su padre fuera tan anticuado como para exigirle eso.

—¿Kamal? ¿Qué quiere contigo ahora? —pregunté con cierta esperanza de estar equivocada. Ojala lo estuviera. Por el bienestar de la morena, por el bienestar de todos.

—Sabes que el próximo mes es mi vigésimo tercer cumpleaños —hablo con voz suave acercándose—. Sabes lo que significa.




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