Lazos de Sangre

Capítulo 19: Plan en marcha

Amalia

Faltaban pocos minutos para que todo comenzara. La rectora ya hace poco más de diez minutos me había dado la noticia. Después de todo aquel bastardo no eran tan...

Elimine eso. Navani tenía la culpa. Me estuvo hablando de aquello por más de dos horas. Me iba a volver loca sino hubiera fingido un marea y esa el razón de estar tirada en la cama y no escuchando una absurda clase de ética y valores.

Por favor. Ellos no podía enseñarme nada que me sirviera. Miré el reloj de mi madre. Lo acaricie con cariño. Al menos tuve cinco años de paz.

Me senté en la cama apoyando mi espalda en la cabecera con mis pernas cruzadas. Di un respiró hondo. Mis maletas ya estaban listas, ocho maletas. Cuatro con mis pertenecías y cuatro con las de la morena.

Navani. El plan ya estaba en marcha. Aunque la morena se enfado, tuve que contárselo a Aston, él debía saberlo, nos ayudaría. No me equivoque.

El ruido de las manecillas del reloj era desquiciante. Faltaba poco. Faltaba poco. Un ruido en la puerta me informo que ya era hora.

Caminaba por los pasillos con los brazos entrelazados con la directora. Ordenes de la rectora. Mi vista viajaba de un lado a otro. No veía a la morena por ningún lado. Debía asegurarme.

—¿Navani donde esta? —pregunté al no localizarla.

—La alumna Chaudhari te esta esperando junto con la rectora en el patio de la institución.

—¿Por qué?

—El alumno Campbell la encontró cuando intentó escapar. Por suerte hay alumnos en los que si podemos confiar —hablo con cierto orgullo. Puse toda mi fuerza de voluntad para no reír. Si supiera—. ¿Intentar fugarse a través de los conductos del baño? ¿Alguna vez aprenderá? —preguntó llevándose una mano a la frente—. Tendrá una buena reprimenda eso seguro, pero el señorito White exigió que estuviera presente cuando salieras.

Primera parte del plan, hecho.

—Es la única amiga que tuve en este lugar —hable con una mueca.

El resto del camino continuó con normalidad. En media hora llegamos a la salida. Mi corazón se aceleró. Esto tenía que salir a la perfección. Tenía que.

—Aquí esta la señorita White, rectora —anunció la mujer como si entregara a un especie de paquete.

La rectora asintió de manera leve evaluándome con la mirada como si se prepara para alguno de mis trucos. Pero al no ver nada se conservo en su lugar, se encontraba parada al lado izquierdo de Navani con una postura rígida y los brazos en la espalda. Navani tenía una mirada sombría en el rostro y su postura denotaba pena y tristeza. Aston estaba a su lado derecha con una expresión pétrea, apenas sujetándola del brazo como si le tuviera asco. Por su parte el bastardo estaba al otro extremo con una media sonrisa. Patético.

Una vez con el brazo libre me abalance contra Navani en un lindo abrazo. De seguro ellos creyeron que era una despedida, ilusos.

—¿Todo esta listo?—susurré en su oído. Ella y apenas movió la cabeza, pero fue suficiente para comprenderlo—. ¿Felipe esta en su puesto? —hable en su oído. Ella repitió la acción—. ¿Tus documentos?

—Una replica exacta. Giorgi se lucio esta vez —avisó con un tonito divertido.

Bien. La segunda fase del plan estaba hecha. Nos separamos lentamente cuando a lo lejos logramos distinguir una mancha blanca acercándose a toda prisa.

—¡Rectora! ¡Rectora! —gritaba aquella mancha—. ¡Rectora! —volvió a exclamar ya estando más cerca, aquella mancha se transformo en una mujer, una enfermera para ser exactos, portaba el uniforme blanco de los pies a la cabeza, las mejillas rojas como si hubiera corrido un maratón, considerando lo lejos que se encontraba la enfermería, quizá era el termino más apropiado.

—¿Qué sucede Margaret? —preguntó la rectora con una sonrisa cordial tratando de ocultar la llamarada de cólera en sus ojos.

La imagen de un demonio encarnado reprendiendo con los ojos como truenos a aquella pobre empleada, no se vería nada bien y menos frente a un cliente. Claro, ante los ojos de la rectora  eso es lo que era el bastardo técnicamente.

—Es el alumno Falcon —respondió al enfermera una vez que recobro el aliento—, ha salido de la enfermería y... —aún con la mano en el pecho tratando de aliviarse por la arduo trabajo—. Esta en la laguna, muy cerca de la orilla —añadió con desesperación—.  Esta montando una motocicleta a alta velocidad. No nos escucha. Puede matarse. Sus rodillas aún no han...

—¡Basta Margaret! ¡Basta! —la calló con la cara roja de furia y las manos en la cara, no se pudo contener más. Vergüenza. Ira inundando su cuerpo. No me gustaría estar en su pellejo. De seguro no le sentará nada bien que su magnifico santuario sea visto como lo que realmente es—. Llévame con él —ordenó destilando rabia en el tono—. ¡Ahora Margaret! ¡Camina! —ordenó cuando vio a la muchacha clavada al piso como un palo.

La muchacha asintió con prontitud mientras balbuceaba sin parar, aquellas piernas de pollo caminando de manera torpe y asustadiza. Pobrecita.

Una mirada basto para anunciar que Aston estaba a cargo. Tres minutos fueron más que suficientes para que la rectora desapareciera.

Tercera fase del plan, hecho. 

Al instante Aston cambio su semblante y se acercó a nosotras. O Navani para ser más precisos. Un abrazo, un beso, miradas cariñosas y profundas. Después de unos segundos la secuencia volvía a repetirse. Una y otra y otra vez.

—Bien —avance hacia ellos luego de cinco minutos—. Bollito ama a pastelito y pastelito ama a bollito —hable con la voz más tierna y empalagosa que podía emitir—. Pero si bollito no entre en este instante al auto, a mí se me picaran las muelas, por no decir que complicará el escape —avise entrelazando mi brazo con la morena para meterla al auto de una vez.

Navani me miro con indecisión. Miro a Aston, devoró sus labios una vez más y se metió al auto en seguida, como si tuviera miedo a no ser capaz de abandonar sus brazos por mucho tiempo.




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