Lazos de Sangre

Capítulo 24: Videos

Ashly

Te amo... Te amo... Te amo...

Se que talvez no hice correcto. Pero. ¿Qué otra cosa podía hacer? Estaba cansada de todo. De la vida a la que... Él fue mi única salida. Es mi única salida. Talvez hacerle creer que habíamos follado estuvo mal, lo sé. Pero vivir como lo hacía no era vida. Me rehusaba a seguir de ese modo. ¿Y ahora con esto? Yo. Yo lo amo. Siempre lo hice.

Creí que... creí que cuando ella se iría, él dejaría de idolatrarla. Dejaría de quererla, de amarla. Pero con lo que acabo de escuchar se que no es así. Él nunca dejo de pensar en ella. Yo quise creer que sí. Quise creer que era feliz a mi lado. Me engañe, lo sé. No me quedo de otra. Santiago era la única persona que a pesar de todo siempre estuvo ahí.

Yo. Yo no puedo hacerle esto. No puedo. No cuando él no me ama. No cuando él la ama a ella. 

Amalia tiene mucha suerte. Ojala lo supiera. Ojala dejará de tratarlo tan mal. 

¿Cuándo sería bueno decírselo? ¿Ahora? Apoye mi mano sobre la manija. Quizá ahora sea buen momento. Si él puede...

—¿Qué haces? —pregunto una voz sobre mi nuca.

Por una fracción de segundo quise abrir la puerta y refugiarme contra las brazos de Santiago. Me obligué a desechar esa idea. Ya era malo que él creyera que era débil, ya era bastante malo que no me quiera. No quiero ser una carga. Lo he sido toda mi vida. Quiero dejar de serlo. Con pasos torpes me aleje o al menos lo intente. 

Mis pulsaciones se aceleraron al verlo. Mi piel se erizó. Mi corazón latía fuerte, desesperado como cuando estas viendo una película de terror y sabes que el fin esta cerca y no eres capaz de hacer nada para evitar tu muerte inminente. Una voz en mi interior gritaba, corre, huye, escóndete. Unos pocos centímetros nos separaban. Talvez pueda hacerlo. Debía hacerlo. Tenía que hacerlo. Estar sola con él era... era algo que quería olvidar a toda costa.

—Nada —murmuré retrocediendo hacia las escaleras.

Quizá si iba con el servicio estaría protegida o al menos no tan vulnerable. La planta baja esta más más iluminada que aquí. Allí estaré a salvo. El padre de Santiago de seguro esta en su despacho, puedo acudir a él si algo empieza a suceder. Carga. Siempre serás una carga.

Con cada paso que retrocedía él avanzaba. Trague grueso. Odiaba la mirada que yo tenía en el rostro. Miedo puro. Miedo y más miedo. Odiaba la mirada que él tenía. Hambre, placer y lujuria. Odiaba poder reconocerla. Odiaba haberla vista más veces de las que podía contar.

—Si tú fueras capaz de ver lo que siento que por ti. —Las pisadas del monstruo se detuvieron cambiando la dirección de su mirada hacia la puerta—. Si fueras al menos un poquito consiente de lo mucho que te quiero —una desdeñosa sonrisa se apodero de 

Cerré los ojos por un momento. La vergüenza y la humillación bañándome por completo. ¿Por qué tuvo que escucharlo? ¿Por qué? Dios. Rogaba que Santiago se quedará callado. Al menos mientras él se fuera. Dios. Rogaba que no me llevará con él. Ni siquiera tendría la fuerza para poner resistencia. Una vez la tuve. Un par de moretones en mi brazo fue lo único que obtuve.

—Espiando a tu prometido —susurró contra mi oído con una voz ronca que me hicieron perder el equilibrio—. Tranquila —agregó acercándome a él—. Será nuestro secreto —aviso sobre mis labios.

Mi cuerpo comenzó a tiritar. Mi cuerpo lo asociaba con el peligro. Debía correr. Huir. Lo que fuera. Si Santiago salía y me encontraba en una posición así. Dios. Ni siquiera sabía como reaccionaria. ¿Anularía nuestro compromiso? ¿Lo golpearía? ¿Se alegraría? ¿Aliviaría su culpa?

—San... Sant... —Traté de zafarme a toda costa, su agarre se apretó. Mis ojos comenzaron a arder. Viejos recuerdos se apoderaron de mí. Aterradores recuerdos. Asquerosos. Espantosos. Dolorosos. Odiaba tener pesadillas despierta. Pero ese cuerpo me aterraba. Fue un infierno. Odiaría volver a él—. Por favor... —suplique con los ojos empapados, las lagrimas resbalaban por mis mejillas, mi estomago quería salir subir por mi garganta y vomitar. Más lagrimas caían por la impotencia, mis lagrimas nunca lo detuvieron antes. Nunca.

—Saldrá en cualquier... —balbuceé con la esperanza que se detuviera. Detuviera los besos y sus toques. Cualquier cosa que lo alejará de mí.

Para mi sorpresa se detuvo. Por un corto instante sentí alivio. Su mirada ya no estaba sobre mí. Estaba sobre aquella puerta. Esa aura maliciosa y perversa disminuyo. Parecía como si pensará algo respecto a aquella puerta. Por un instante pareció decidido a soltarme y entrar por esa puerta. Quizá era mi oportunidad. Estaba distraído, podría salir, talvez zafarme y escapar a pedir ayuda. 

No logre ni dar un paso cuando él volvió su vista hacia mí.—Entonces vayamos a otra parte —escuche decir aniquilando por completo todas mis esperanzas. Mi estomago se retorció. Mi cuerpo dolía. Mi corazón lloraba.

Poco falto para que me sujetara de la muñeca y me obligará a avanzar en la dirección opuesta a las escaleras. Poco falto para que me empujara contra una puerta de una habitación alejada y me tirara dentro. Poco falto para que mi tortura comenzará.

 

Diego

—¿Entonces ya sabes que harás? —pregunté mientras acomodaba mis pantalones.

La huérfana asintió aún echa una bola en el suelo y tratando de esconder su cuerpo con algo de ropa que estaba esparcido por el suelo.

—Te hice una pregunta —la zarandeé con fuerza. Odiaba estar relacionado con alguien que fuera tan inútil y miserable como para no decir una estúpida palabra.

—Sí —se apresuro a decir con la voz rota y frágil cuando la volví a dejar que callera contra el suelo.

—Deja de llorar —ordené de mal modo. Todo aquel lloriqueó y sollozo lastimero me hacían doler los oídos—. Te conviene. —Me giré hacia ella. Eso pareció asustarla que volvió a tiritar—. Por fin tendrás a alguien que te aguanté y que te libre de mí. ¿No es lo que quieres? —pregunté acercándome con pasos decididos como si fuera a devorármela.




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