Navani
Tenía que hacerlo. Al menos intentarlo. Lía estaba nadando en la pileta. Seguro Giorgio estaría solo en la recamara de Lía. Debía convencerlo. La boda era mañana y aunque Ashly me caía bien, me rehusaba ante la idea de que Santiago se casará por obligación.
Yo pude deshacerme de mi compromiso forzoso con Kamal. Este compromiso lo sentía tan mal. Como si fuera mi deber ayudarlo, después de todo yo supe como se sentía amar a alguien creyendo que tu destino era jamás estar con esa persona.
Coloque mi mano en la puerta y entre. Al instante un sonido llegó a mis oídos. Giorgio palideció con la culpa escrita en su rostro cuando vi la piezas de un jarrón regadas por el suelo.
Mi mirada se poso en Giorgio y luego en la pequeña pelota que estaba en su mano derecha. Eso explicaba muchas cosas.
—No le cuentes a Lía —pidió mientras movía mi cabeza de izquierda a derecha incrédula que un hombre de veinticuatro jugará con una pelota de pin pon.
—Giorgio —hable moviéndome hasta los piezas de cerámica regadas por el suelo—. Necesito que hablemos —avise mientras los recogía.
Yo sabía que Santiago me lo había advertido. Él no quería que hiciera esto. Pero si fuera por él se haría a un lado y no pelearía por Lía. No podía permitir eso. No cuando Santiago podía ser justo lo que Lía necesitaba. Después de todo desde que estuvimos en el internado no hubo un solo día que ella no me hablará de él. Cosas horribles y despreciables. Pero de un modo u otro Santiago siempre estivo en su mente. Nadie más logro eso en ella, ella tuvo aventuras, pero ni una tan importante como para que se recodará su nombre después de una semana. En cambio con Santiago... Yo tenía que hacer algo. Independientemente de lo que ambos pensarán.
—¿Sobre qué, Nani? —preguntó ayudándome a recoger los restos de la incriminatoria evidencia.
Giorgio. Mi mirada se poso por un momento en su expresión apenada. Una ridícula sonrisa se formo en mi rostro. Parecía una mascotita dispuesto a hacer de todo por tal que Amalia no explotará. Era extraño y gracioso. Tierno.
—Necesito que hables con Lía sobre Santiago —avise mientras cogía una bolsa y comenzaba a meter los pedazos.
—¿Sobre qué exactamente? —volvió a interrogar con la voz frágil.
Respiré profundo antes de hablar. Ganesha, me ayudará para ser convincente.
—Lía te escucha. Lía te escucha más que a nadie —avise quitándole los pedazos de cerámica para que dejará de distraerse y me pudiera atención, era importante—. Si tú le dijeras que Santiago no es tan malo como cree. Si le dijeras que Santiago no le ha robado nada. Él trata de ayudarla, no es su culpa que Lía vea con malos ojos todo lo que hace. Yo sé que si tu se lo dices, ella podría pensarlo, podría al menos hablar con él. Si ambos hablan, se podrían entender, podrían aclarar las cosas entre ellos.
Giorgio se alejo con las manos en los bolsillos. No se veía muy animado con la idea.
—Olvidas que Santiago se casa mañana.
—Sí, pero si te se lo dijeras. Ella te escucharía —aseguré con convicción—. Siempre lo...
—Nani, tú sabes lo que pasó contigo —aquel tono divertido había desaparecido de su voz—. Tú lo intentaste y...
—Pero yo no soy tú —aclaré colocándome frente a él—. Tú la conociste cuando ella era una niña. Eres su mejor amigo. Ella te quiere, te escuchara.
Él no dijo nada. Solo se encogió de hombros caminando hacia otro lado. Resoplé frustrada. Eso no me iba a desanimar. Yo era más insistente como para desalentarme con esto.
—¿O tú crees que Santiago es tan malo como Lía dice? —pregunte, después de todo siempre era una opción. Él permaneció en silencio—. ¿En verdad crees que es un doble cara que nos tiene comiendo de la palma de su mano? —volví a interrogar.
Su silencio empezaba a ser incomodo. Giorgio no era de los que le gustaban el silencio. ¿En qué estaría pensando? Mi ceño se frunció. No es así como creí que sería esta conversación.
—Giorgio, contéstame por favor. —Nada. No había ni una pizca de emoción en él. ¿Qué le pasaba?—. Tú los conociste cuando era niños. ¿Realmente viste a Santiago ser una mala persona? ¿Alguien falso y embustero?
Nada. Su mirada parecía perdida en alguna parte. En algún lugar del cual lo tenía que sacar.
—Giorgio —hable con fuerza para que dijera algo.
—No —susurró con la vista clavada en el suelo—. Pero, yo no puedo decirle eso a Lía. Ella... ella no ha parado de quejarse de ti. —Por fin alzo la mirada, no era una mirada bonita, había miedo y más miedo—. Dice que eres una traidora, alguien que prefirió a Santiago que a ella. Es lo mismo que pensará de mí si yo lo defiendo —el terror subiendo por su cuerpo, camino lejos como si tan solo decirlo le doliera—. No quiero eso Nani. Lía, Lía es muy importante para mí como para perderla.
—Pero... —Ni siquiera sabía que decir. Sé que Lía no era paciente, pero dudaba que se peleará con Giorgio por... Bueno. Él tenía razón, es lo que pasó conmigo. Lía. Ya ni siquiera me habla—. Puede ser que no la pierdas, si tú...
—Exacto, puede ser... —Respiró hondo antes de voltearse y mirarme a los ojos, esos ojo no resplandecían más—. ¿Y que tal si sí la pierdo? ¿Qué pasará si me ignora y me considera un traidor como tú? Ahora sí se quedaría sola, se quedaría con Diego, pero él... —Miró hacia arriba por un instante antes de decir—. No me da buena espina, es muy celoso y posesivo con ella. A Lía no le gusta eso. Si yo se lo digo y mal entiende las cosas ya no me dejará ser su amigo.
—Pero... ¿Al menos admites que sí esta equivocada? —pregunté con algo de esperanza—. Santiago no es tan malo...
—Lo sé, lo sé —repitió con pasos temblorosos de un lugar a otro—. Santiago no es tan malo, pero eso es lo que ella quiere escuchar.
Parpadeé un par de veces. ÉL no estaba insinuando lo creo que estaba insinuando ¿Verdad?
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Editado: 14.03.2024