Amalia
Una cosa es que yo haya pasado toda la noche pensando en hacerlo y otra muy diferente era estar parada en su puerta dispuesta a hacerlo.
Bueno no es que estuviera parada en su puerta. No literalmente. Para nada lo haría. Ni de chiste. Nunca. Aunque... bueno quizá y solo quizá podría tentarme a hacerlo. Claro, funcionaría de no ser Santiago, funcionaría de no ser con el ser que más odiaba en este mundo. Simplemente no podía. Sí. Lo dije. Crucifíquenme si quieren. Pero no puedo. No puedo. Jamás. Ni muerta. No había forma. Quizá yo quería saber porque mi padre había hecho lo que había hecho en el testamento, pero no no estaba tan loca como para pedir su ayuda. No lo haría. No mientras me quedaba otra opción. No mientras tendría algo más en mente. No mientras aún quedara un rayo de esperanza en mi cabeza.
Media hora después, comencé a desesperarme. Esta no era yo. Bueno, tal vez sí, solo un poquito. Yo podía ser muy ansiosa. Yo podría desesperarme demasiado. Pero el hecho de estar dando vueltas en mi habitación por más de 3 horas ya era otro nivel. No era algo que yo pudiera controlar. Quizá y solo quizá pedirle que vaya conmigo no sería algo tan descabellado. Digo ese tipo puede estar loco, pero al diablo. Tengo que hacerlo. No tengo otra opción. Y no volvería a pasar más de 3 horas pensando y pensando y pensando en cómo evitar esto. Pero...
No puedo. No puedo. No puedo.
Lo había vuelto a hacer. Lo había vuelto a pensar.
¿Qué estaba mal en mi cabeza? ¿Qué estaba mal conmigo?
Maldición. Maldición.
Respiré hondo tratando de pensar con sensatez. ¿Cómo si eso funcionará? ¿Cómo si algo funcionara? Resople antes de clavar mis ojos en la perilla.
Bueno, en el mejor de los casos. No. En el mejor de los casos esto no estaría pasando. En el peor de los casos. No. En el peor de los casos yo ya estaría allá pidiéndoselo. Pidiéndoselo. Hasta me daba ganas de vomitar.
Okey. Okey.
Tenía que dejar de pensar. Nunca había sido buena estando sola con mis pensamientos. Pero... tenía que intentarlo. Haber. Santiago. Quizá yo no sabía cómo él iba a tomarlo. Pero sí sabía que yo no iba a tomarlo bien. No lo estaba tomando bien. Nunca lo tomaría bien. Punto.
Luego de dos segundos escuché un fuerte golpe en la pared seguido por un profundo dolor de mano. Sí. Descargar mi furia con una pared no fue lo más inteligente.
Uno dos tres. Uno dos tres. Uno dos tres.
Por gracia divina contar estaba funcionando. Al menos ya había salido de mi cuarto. Al menos estaba a unos cuantos pasos de la puerta del indeseable. Antes de cometer el mayor error de mi corta vida. Ja. Error. Ninguna palabra me ha había gustado tanto como está. Respiré hondo cuando junte mis dedos hasta convertir mi mano en puño.
Tres golpes en la puerta fueron suficientes para hacerme correr y encerrar en mi habitación. ¿Era una cobarde por hacerlo? Talvez. ¿Me arrepentiría? Talvez. ¿Tendría que volver allí? Definitivamente.
Diez minutos me tomo juntar el valor suficiente para salir de mis sabanas y volver a pararme frente a esa puerta. Hace unos segundos aquellos diez minutos parecieron eternos, ahora, demasiado cortos.
Con la vista fija en la puerta y la mano levantada, me convencía de golpetear y no quedarme como una estatua. En contra de mi mejor juicio, me obligué a tocar aquella estructura de madera.
Una hora después aún me encontraba clavada al suelo como una autentica estatua.
La palabra patética retumbaba en mis oídos. Y sí, puede que muchos me comenzaran a llamar así. Yo lo haría de no bostezar cada cinco minutos. Algunos podrían decir que estaba haciendo un maremoto de algo tan insignificante. Después de todo una persona normal no se habría pasado toda la noche intentando tocar una estúpida puerta sin retroceder como una niña asustada.
Esta situación ya comenzaba a molestarme. Quizá no dormir estaba influyendo en esto. Quizás era lo mejor. Quizás si estaba demasiado cansada ya no lo pensaría tanto y por fin podría pedirlo e irme a dormir. Claro. Siempre y cuando aún no amaneciera.
Bueno, eran las tres de la mañana. Y también era hora de poner fin a esto. Después de todo no moriría, al menos lo dudaba. Por favor. Nadie moría por golpear una puerta. Tampoco me haría perder la dignidad, o lo poco que quedaba de ella, además... el bastar... digo Santiago, él definitivamente no iba a cambiar. ¿Por que lo haría, después de todo? No es como si después de esto las cosas fueran a cambiar.
No para él.
Solo seria un favor. No era algo tan escandaloso o... significativo. Eso era mentira. Definitivamente era significativo, era la cosa mas importante de mi vida. Tendría todo a mi nombre. Todo lo que es mío. Todo lo que me pertenecía. Mi padre no podría evadirme. No esta vez. Ya no podría enviarme a ningún lado si quería respuestas. Él tendrá que decirme. Tendrá que hacerlo. No habrá escapatoria... Yo...
¿Tu estarás lista para la respuesta? ¿Qué te hace creer que el no te mentira? ¿Crees que se quedara tranquilo sabiendo que se lo quitaste todo? ¿Absolutamente todo?
No. No iba a joder mi cabeza con ello. Yo no era así. No era mi forma de ser. Yo era impulsiva. Yo pocas veces pensaba antes de actuar, yo... Yo dejaría de escuchar a esa maldita voz y tocaría la maldita puerta.
De hecho lo hice.
Esperen, ¿lo hice?
Jodido infierno. ¿Qué había hecho?
A lo lejos fui consiente de unos pasos aletargados. Avanzaban con lentitud, con sueño. Cada vez mas cerca.
Demonios.
¿Seria tan malo echar a correr?
No, basta. Yo no era ninguna cobarde. Me negaba a serlo.
Así que espere. Con los brazos cruzados sobre el pecho. Las manos comprimidos. Una línea de indiferencia en los labios. Si esa estafadora pudo hacerlo delante mío, ¿por que yo no?
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Editado: 14.03.2024