Lazos de Sangre

Capitulo 42: Una extraña

Santiago

Cuando observé cómo dos guardias de seguridad arrojaron a Giorgio fuera de la empresa, comprendí que esta persona tenía ser alguien importante.

Si era franco, no sabía el motivo por el cual estaba aquí. Sé que Lía me pidió-exigió que viniera a la empresa, lo cual ya era extraño de por sí, considerando lo mucho que le desagrada este lugar y lo mucho que  que le desagrada que esté a su alrededor, aun así estaba pasando, aquí en medio de la empresa con una persona que nunca había visto, tenia que ser algo grave para que Lía lo hubiera considerado, a menos... 

A menos que no fuera su idea. 

Borre el pensamiento de inmediato. Lía era demasiado imprudente y... bueno era Lía, dudo que haya seguido la orden de alguien más. Aunque... Observe con disimulo a la extraña, de otra forma se podría mal entender como una grosería, al menos, una parte de mi pensó que así podría tomarlo. La extraña era, diferente. 

Mientras caminábamos a los elevadores, luego del pequeño escándalo con Lía y los guardias, aquella mujer no se había molestado en pronunciar palabra, tampoco se veía enojada o particularmente disgustada por el espectáculo, de hecho su rostro no reflejaba ninguna emoción. Puede que se hubiera detenido unos pocos segundos observando como Lía golpeaba a los guardias de seguridad, pero lejos de verla con asco como los demás empleados, la extraña parecía estar examinándola, al menos fue lo que note antes que retomara su caminata. Sus pasos eran firmes y su mirada implacable, como si fuera la dueña y nosotros los intrusos. La única palabra que se venia a la mente era extraño. Aunque no es que no haya tenido que lidiar con personas que con complejo de grandeza, de hecho, casi la mitad de los socios de padre eran así. Pera... ella, ella no parecía presentar el complejo. Solo era grande. Por muy extraño que fuera, lo note cuando ingresamos, todos los empleados del vestíbulo dejaron de hacer sus labores para ponerse a su servicio. En cambio, esta persona, solo los ignoro luego de ordenar que sacaran a Giorgio. Y ahora, se encontraba caminando en dirección al elevador sin importar si Lía estaba detrás o no. A este punto, era mas que evidente de quien fue la idea y pero aun no estaba del todo seguro del porque había obedecido. Puede que esta persona halla echo que media empresa se detuviera para que ella entrara al elevador, pero dudaba que esas tácticas funcionaran con Lía. Tenia que ser algo más, algo critico para que Lía siguiera caminando tras ella después de que botaran a Giorgio. Aunque de algo estaba seguro, esta actitud no podia durar demasiado, después de todo, Lía era Lía, y puede que la mitad del tiempo no sepa cual es la nueva locura que llego a su mente, pero sabía que no podría ceñirse a los deseos de alguien más. Y menos de alguien que reflejaba todo lo que ella odiaba.

Luego de algunos minutos, las puertas se abrieron, Lía fue la primera en salir. Una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro antes de seguir sus pasos.

—¿Ahora a donde?

Sin responder, la extraña avanzo por la mano izquierda. Mi mirada de agudizo mientras seguía la dirección, había recorrido demasiadas veces ese pasillo para no saber que dirigía a la oficina de padre. Y no es que fuera un oficina escondida o algo parecido, pero... no era un lugar al que cualquiera pudiera acceder.

¿Qué tan cercana seria a padre? ¿Y porque accedió a trabajar con Lía? ¿Padre estaría tramando algo?

Mi ceño se frunció. Algo no andaba bien. Puede que Lía lo supiera o puede que no. Pero necesitaba saberlo. Puede que Lía pueda ser un desastre andante, pero no era mala persona, cosa que no podia decir de la extraña que tenia en frente.

—¿Qué hacemos aquí?

Mi mirada se clavo en Lía. Totalmente desconcertado.

¿Que? ¿Lía tampoco sabia que estábamos haciendo aquí?  ¿Por qué?

No hubo respuesta de nuevo. La mujer solo se quedo parada mientras miraba su reloj de mano. Una correa de cuero con algún brocado dorado. Gritaba snob.

—Oye, Scarlett. Necesito que me digas algo, he tratado de ser razonable, de verdad, he evitado de hacer alguna tontería, pero en serio necesito una respuesta. 

La mujer no hizo caso, parada mientras ajustaba una perilla en el reloj. Mi mandíbula se tenso. Sé que había permanecido al margen de toda la situación y tambien se que Lía iba a detestar que me metiera, pero... no podia quedarme sin hacer nada cuando esta persona la trataba como una idiota.

Mi mirada se poso en Lía, tenia de un particular color rojo, la típica mirada de cuando quería golpear a alguien y la frente completamente arrugada. Okey. Ella definitivamente iba hacer una locura ahora mismo.

—Necesito que me pongas atención —exigió intentando quitarle aquel reloj.

En menos de un segundo, la mujer la sujeto de la muñeca con la suficiente presión para hacerla chillar. 

—Suéltala. —Avancé con preocupación, detestaba el sonido que estaba haciendo.

Y sobre todo, detestaba la forma en que estaba mirando a Lía. Como si en cualquier momento sacara un cuchillo y fuera a destrozarle la mano.

—Una mano a esto —sentencio la mujer mientras presionaba sus uñas contra la muñeca de Lía, ella dejo escapar otro sonido—. No vuelvas a tocar este reloj —ordenó antes de soltarla.

Al instante fui hacia ella. En menos de un segundo pude apreciar su muñeca. Enojo recorrió mi cuerpo. Sabía que no debía dejarme llevar por eso, pero mierda, su muñeca estaba completamente enrojecida e hinchada en el centro, tres marcas de uñas en el centro. No se veía nada bien, debía echarse una crema o al menos agua, algo para que no se inflamara. Lía, luego de unos instantes, trato de zafarse, para cuando lo logro ya había confirmado mi sospechas. Esa mujer estuvo a punto de quebrarle la vena. Era una lunática, una de la que había que cuidarse.

Mi mirada se poso sobre aquella lunática, quien aun seguía ajustando algo en el reloj de su muñeca. De pronto la mujer levanto la vista y la fijo sobre la cerradura, gesto que imite. Al segundo se escucho un pequeño ruido. Lo suficientemente sonoro para que Lía despegara la vista de su muñeca lastimada y viera como la puerta acaba de abrirse. Una mueca amarga de poso en mi rostro. Así que por eso necesitaba proteger su dichoso relojito.




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