Lazos de Sangre.

Capítulo II.

Al siguiente día, Janeth se despertó entre los brazos de su patrón. El reloj marcaba las seis de la mañana cuando ella abrió lentamente los ojos con los que segundos después contemplo a Jaime, no logró recordar su edad exacta pero estaba segura que no superaba los 40 años, mientras pensaba en la forma más adecuada de confesar la noticia de su embarazo observó detalladamente el rostro de el, curiosamente al estar tan cerca noto una pequeña mancha de nacimiento color marrón detrás de su oreja derecha en la parte inferior mientras su cabeza estaba un poco girada hacia la izquierda. Lentamente decidió levantarse e ir a su habitación, donde tomó una ducha y minutos más tarde preparó el desayuno.  
Casi media hora después, Jaime se levantó en ropa interior, mientras estiraba sus brazos y bostezaba se acercó a la cocina y sin que Janeth notara su presencia la detalló con deseo… su cabello negro zafiro le transmitía una fragancia deliciosa que no lograba descifrar, que prendía en su pecho una fascinación y en su mente una locura y adicción por tocar todo su cuerpo, de recorrer con sus dedos las curvas de sus senos, su cuello y su silueta mientras se deleitaba entre sus piernas suaves y temblorosas para finalmente penetrar en su intimidad de una manera armónica y excitante. Era su placer más prohibido que luego de tener una fugaz erección a causa de sus pensamientos sexuales se acercó a ella y colocando sus manos en su cintura la atrajo hacia el.  
—Todo huele delicioso. —Comento, mientras su mano derecha navegaba entre las bragas de ella.  
Janeth trató de ahogar sus gemidos, pero al paso de los segundos mientras los dedos de Jaime entraban dentro de sus entrañas le quedó imposible evitar que se escucharan en la cocina y entre ecos en los pasillos de la casa.  
—Para por favor, esto no está bien. —Suplico ella con la voz murmurada.  
—Me encantas, no sabes cuánto me gusta escuchar tu voz, tu respiración agitada… todo de ti me esta haciendo perder la cabeza. —Comento Jaime mientras le rosaba la boca en sus mejillas.  
—Basta… —Exclamo Janeth y se apartó de el, la noticia que aún guardaba en secreto no la dejaba disfrutar del momento.  
Jaime se acercó nuevamente a ella para contemplar su mirada a unos pocos centímetros. En ese momento el jardinero Euclides merodeaba por los alrededores de la casa, cuando en aquel instante fue testigo de la morada de ambos amantes, notoriamente se sorprendió al ver a su patrón con su empleada pero aún más quedo perplejo al ver cuando el le besó apasionadamente los labios, confirmando a través de sus propios ojos la infidelidad hacia la dueña y Sra. Marlene.  
—Ya no más Jaime, escúchame. Debo decirte algo importante.  
—Por favor Janeth, no interrumpas este momento tan especial que estamos teniendo los dos.  
—Es muy importante, por favor. —Suplico Janeth al estar decidida de confesar la verdad de su embarazo.  
—Esta bien, que es tan importante que necesitas decir. —Dijo el mientras cruzó sus brazos a la expectativa de lo que su amante debía confesarle.  
—Yo… —Janeth tartamudeo tratando de controlar sus nervios.  
En ese instante sonó el teléfono de la casa e interrumpió el momento en el que ella confesaría el motivo de su preocupación.  
—Espera, voy a contestar el teléfono. —Dijo Jaime y de inmediato se dirigió a contestar.  
Luego de colocar el auricular en su oído y escuchar la voz de su esposa su semblante cambió radicalmente volviendo a su realidad de hombre comprometido.  
—Mi amor, ¿cómo estás?. —Pregunto la mujer con un tono de voz alegre.  
—Bien, bien mi amor. Precisamente voy saliendo de casa, tengo una reunión de negocios en dos horas. —Contesto Jaime tratando de disimular su situación del momento frente a Janeth.   
—Perfecto amor. Te cuento que estoy con mis padres en el aeropuerto, ellos están súper felices por la noticia del bebé y quieren presenciar la noticia con una fiesta en la mansión.  
—Que dices… ¿fiesta?.  
—Si mi vida una fiesta, estamos en el aeropuerto y lo ideal es que como mi esposo vengas personalmente y nos lleves a casa.  
—Entonces ya estás en la ciudad. —Supuso Jaime, llevando su mano derecha a la cabeza.  
—Así es, mis padres vinieron conmigo. —Confirmo Marlene su suposición.  
—Esta bien amor, ya voy por ti, espérame. —Respondió Jaime sin ningún otra alternativa.  
Luego de colgar la llamada se quedó pensativo por unos minutos, volviendo en si a su realidad de esposo y futuro padre de su primogénito, al dar tregua a su conciencia de su amorío prohibido se dirigió a su habitación.  
—Perdón Janeth hablamos luego, iré rápidamente por Marlene que ya está en la ciudad.  
—Jaime espera. —Exclamo ella tratando de recibir su atención.  
El ignoro por completo el llamado de ella, rápidamente se colocó la primer ropa que encontró en su armario, una camisa manga larga de botones blancos y un pantalón negro profundo, se colocó unos zapatos color café hechos en cuero y un sombrero de ganadero color gris, tomo de inmediato las llaves de su automóvil y salió de la gran mansión sin mirar atrás dejando a Janeth con el corazón en las manos sin tener la oportunidad de confesar su sentimiento.  
Janeth tomó asiento y sus ojos se rebosaron de Lagrimas, acaso había cometido el grave error de enamorarse de su patrón, se preguntó realmente que sentía Jaime por ella… amor o simplemente un deseo. Su dilema era difícil de comprender pero era lo que menos le importaba en ese momento, la realidad de su vida en aquel instante era su hijo, su gran prueba era confesar a Jaime que el hijo que esperaba con la Sra. Marlene no era el único que nacería siendo su hijo y que ella llevaba parte de su sangre también en su vientre.  
…  
Euclides había descubierto el secreto de aquellos dos amantes que se amaban a puerta cerrada cuando se encontraban solos en la gran mansión pero luego de volver a sus vidas reales como el gran patrón y la empleada del servicio lo disimulaban de una manera magistral. Mientras arreglaba algunas plantas del jardín solo podía pesar en Janeth, en la situación que estaría envuelta si su patrona la Sra. Marlene descubría su relación con su esposo, aún así, Euclides se sintió traicionado por parte de ella, durante el tiempo que desempeñaban sus labores en la gran mansión se habían acercado notoriamente, ambos compartían la misma nacionalidad, forma de pensar, sonrisas y miradas que ahora habían quedado en nada luego de descubrir su terrible secreto. El, tratando de comprender la situación prefirió guardar silencio y esperar a que todo estallara, pero que no fuera por su culpa.  
…  
Jaime en pocos minutos llegó al aeropuerto y luego de estacionar su automóvil, salió rápidamente en busca de su esposa. Dos minutos después se encontraron y el le besó apasionadamente los labios como si la noche anterior no hubiera pasado nada.  
—Mi amor, por que no me aviso que se devolvería un día antes. Pude ir a buscarte personalmente en la casa de tus papás. —Comento Jaime, notoriamente preocupado. 
—Tranquilo mi amor estoy aquí con mis padres, ellos me han cuidado de maravilla.  
—Señor Jaime, que gusto volver a verlo. —Dijo el padre de Marlene estrechando su mano derecha hacia Jaime.  
Segundos después de saludarlo, contestó amablemente. 
—Bienvenido Sr. Guillermo, Sra. De Parra un gusto que estén aquí.  
—Gracias yerno, estamos tan felices por la noticia de nuestro primer nieto que decidimos venir personalmente a celebrarlo como se debe, ya era hora que trajeran un nuevo integrante a la familia. —Opino la madre de Marlene.  
—Por supuesto suegra. —Afirmo Jaime, posteriormente dirigió su atención hacia su esposa.  
—¿Cómo esta el bebé mi vida?.  
—Súper bien amor, creciendo cada día más. —Respondió Marlene acariciando su vientre.  
—Bueno, es hora de ir a la casa, hay muchos preparativos por hacer. —Comento el Sr. Guillermo.  
—Si, si es verdad vamos.  
… 
Luego de llegar a casa e ingresar a la sala, Janeth los recibió con una bebida puesta sobre una bandeja de plata.  
—Bienvenidos señores, Sra. Marlene espero halla tenido un excelente viaje.  
—Gracias Janeth… ¿cómo estuvo todo en la casa?.  
El nerviosismo se apoderó de ella, tratando de controlar su semblante y la fuerza en sus manos mientras repartía en la bandeja los vasos con limonada contestó.  
—Muy bien Sra. Todo en orden.  
En el momento que se dirigió a la madre de Marlene, la Sra. Adelaida de parra para entregarle su limonada por su notaria preocupación perdió parte de la fuerza de sus manos y toda la limonada se derramó en el vestido de aquella mujer pulcra, imponente y llamativa con unos ojos profundos color azul que los encendía de manera bellísima con un delineado negro por el borde de sus párpados.  
—¡estúpida, fíjate bien por donde caminas!. No puede ser mi vestido esta arruinado. —Exclamo la mujer notoriamente enfurecida.  
—Perdón señora, no fue mi intención se lo juro. —Respondió Janeth muy nerviosa.  
—Espere, trataré de limpiarlo.  
—¡Quítame tus sucias manos de encima, maldita escuincla!.  
—Tranquila mamá vamos a la habitación y te ayudo. —Comento Marlene tratando de calmar a su madre.  
—Perdóneme por favor. —Suplico Janeth notándose afectada por la situación.  
—Vamos suegro, hablemos en el jardín. —Propuso Jaime a Guillermo.  
—Si vamos.  
Luego de un cruce de miradas entre ambos, Jaime tocó el hombro derecho de Janeth.  
—No te preocupes, todo está bien… prepara la cena por favor.  
Segundos después ambos señores salieron al aire libre del jardín, mientras Janeth quedó convertida en un desastre.  
Ingreso rápidamente al baño de su habitación y abrió el grifo del lavamanos mientras se miraba en el espejo se desmoronó de tristeza en un llanto desgarrador. La sensibilidad se estaba apoderando por completo de sus días, la difícil misión de ocultar su embarazo que iba creciendo en su interior la colocaban mal y ya no podía esperar más para confesar su verdadera realidad.  
 




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