Lazos de Sangre.

Capítulo IV.

Las horas de la madrugada transcurrieron en silencio, mientras el insomnio se apoderaba de su ser, Euclides esperaba con angustia que el reloj sonara su alarma y rompiera con el silencio sepulcral que invadía la habitación. No pudo aguantar más el desespero y se levantó de su cama, se puso las botas y salió a tomar aire libre, a la distancia se podía divisar un horizonte bellísimo teñido de colores claros que daban paso al amanecer. No espero un segundo más, justo a la hora que Jaime lo estaría esperando en la oficina, se presentó ante el para así comentar la situación penosa que habían presenciado la noche anterior.  
—Euclides hombre, pase y tome asiento. —Dijo Jaime mientras organizaba algunos documentos puestos sobre la mesa.  
—Permiso señor, así de pie estoy bien. —Contesto Euclides un tanto nervioso.  
—Espérame unos minutos mientras organizo estos documentos.  
Cada segundo que pasaba era crucial para Euclides, no podía dimensionar la situación a la que se enfrentaba, era incierto su destino, por un lado estaba lo que Jaime estaría por decirle o simplemente estaba jugando con el y el tiempo para disimulaba la terrible y fuerte discusión a la que se enfrentaría con el, por otro lado estaba Janeth y su hijo, a pesar de no ser suyo guardaba un sentimiento de aprecio hacia ella y no podía permitir que algo malo le sucediera, sin embargo no era clara su decisión y eso lo llenaba de incertidumbre y desasosiego.  
—Perfecto. —Exclamo Jaime, afirmando que en pocos segundos iniciaría la conversación que marcaría un antes y después en sus vidas, sin más tregua dijo.  
—Antes que nada, supongo que le debo una disculpa por la situación repentina que presencio anoche Euclides, de antemano le ofrezco una disculpa de mi parte.  
—No se preocupe señor.  
—¿Me imagino que tiene muchas dudas?.  
—La verdad es que si. —afirmo Euclides con expectativa.  
Jaime suspiro y sirvió dos copas de whisky y le dio una a Euclides, el de un solo sorbo bebió el licor y colocó la copa con fuerza sobre la mesa para luego amablemente proponer a Euclides su próxima jugada.  
—No te preocupes Euclides, mejor hablemos un poco de usted. —Dijo mientras tomó nuevamente asiento.  
—¿Eres colombiano verdad?.  
—Si señor.  
—¿Ya cuantos años llevas trabajando con nosotros?.  
—Exactamente doce años señor.  
—Doce años, mucho tiempo no cree. —Pocos segundos después fue directo al grano.  
—Sabes, te voy a proponer algo por ser tan leal conmigo. Te parece si seguimos adelante con lo que sucedió anoche, puedes seguir actuando que eres el padre del hijo de Janeth, antes aprovecha y te acercas más a ella, se que la quieres mas de lo normal.  
—Señor eso que me propone.  
—Espere Euclides, todavía no e terminado. —Lo interrumpió y prosiguió diciendo.  
—Eso nos conviene a los dos, su estadía aquí depende de su decisión, no valla a echar esos doce años de trabajo a la basura hombre, piénselo bien.  
—Señor con el respeto que usted se merece, no cree que el hijo que espera Janeth merece un padre verdadero que tenga el deber de responder por el, es también su hijo.  
—No te cite hoy aquí para que cuestione mis decisiones. —Respondió Jaime manteniendo la calma.  
—Solo respóndeme eso y le diré mi decisión. —Dijo Euclides sin dar tregua.  
—Veo que más allá del amor que sientes por Janeth, todo más se trata de moral y eso está bien, pero si a si lo desea te responderé la pregunta. 
Euclides espero con paciencia, mientras que Jaime se acercó a una de las gavetas de su mesa y sacó un arma, mientras la limpiaba contesto.  
—Le confieso que esta situación es complicada para mí Euclides y no quiero tomar una decisión que al final atente con la integridad de Janeth a pesar de todo no puedo sacrificar mi familia por un error.  
—Esta diciendo que su hijo con Janeth es un error.  
—Así es, por esa razón debe tomar una decisión ahora.  
Euclides tragó saliva, era imposible saber que le depararía el destino a Janeth y a su criatura, si endeudar su vida para protegerlos era su precio, lo pagaría. Sin más que decir contesto.  
—Acepto su propuesta, señor. Todo sea para proteger a Janeth y su hijo.  
—Excelente decisión Euclides, déjeme felicitarlo por ese acto de amor tan especial.  
Por un momento Euclides sintió el impulso de tomar aquel miserable hombre por el cuello y gritarle en la cara la injusticia que estaba cometiendo, era imposible, el era su patrón y el simplemente un empleado más.  
—Permiso señor, me retiro.  
Euclides salió de la oficina sin aliento y cabizbajo, al levantar nuevamente la mirada se encontró a Janeth frente a el con el corazón en las manos, se veía triste, pero a la vez le transmitía paz ante tanto desvelo e incertidumbre.  
Jaime se quedó pensativo por un rato, a pesar de todo se sentía mal por su decisión, al fin y al cabo Euclides tenía razón, el hijo de Janeth también era suyo y rechazarlo era para el un acto de cobardía. Sin embargo estaba entre la espada y la pared, se había enamorado de Janeth pero también amaba a su esposa, era su terrible dilema y solo uno debía pagar las consecuencias.  
… 
Mientras observaban las praderas que adornaban los alrededores de la hacienda, Euclides y Janeth iniciaron una nostálgica conversación.  
—No se por donde empezar. —Dijo Janeth notoriamente confundida.  
—No tienes que decirme nada, al final fue tu decisión… lo más importante ahora es que tu hijo esté a salvo. —Contesto Euclides sin objeción.  
—No puedo creer hasta donde a llegado para ocultar la verdad y lo peor de todo es que soy cómplice suya. —Dijo ella lamentándose así misma.  
—Tienes que entender que no dejará a su esposa y a su otro hijo para estar contigo, así que ya eso es lo que menos interesa ahora. Mejor dime, ¿qué vas a hacer?.  
—No se que hacer con mi vida, supongo que seguir fingiendo… no tengo a donde ir, al menos aquí mi hijo tendrá un techo y comida mientras tomo una decisión. —Respondió Janeth con tristeza.  
—Esta bien, yo estaré con usted hasta que sea necesario.  
—Gracias por lo que estas haciendo por mi, no se como podré pagarte esto, sinceramente.  
—No digas nada, no hay nada que agradecer, quiero lo mejor para usted y para el pequeño o pequeña que viene en camino también, haré todo lo posible para que sean felices.  
—¿Quieres sentirlo?.  
—Claro, me gustaría mucho.  
Euclides llevo su mano derecha al vientre de Janeth y al paso de unos segundos sintió un movimiento leve que le hizo estremecer el corazón de emoción.  
—Se movió por un momento.  
—Así es.  
—Que felicidad. —Dijo el con alegría.  
… 
Los días transcurrieron en calma, Marlene se encontraba muy emocionada por la pronta llegada de su primogénito, era tanta la emoción que casi todos los días iba a diferentes tiendas por la mejor ropa y cosas para la habitación de su hijo, uno de esos días Janeth y Jaime se encontraron nuevamente solos en la gran mansión, por unos minutos ambos tuvieron un cruce de miradas que no decían nada, mientras Janeth se encontraba en la cocina y Jaime en el comedor, el cual segundos después no pudo controlarse y se acercó a Janeth. Luego de encontrarse detrás de ella le acarició la espalda pero ella rápidamente reaccionó y con un semblante serio y un tono de voz fuerte, contundentemente le dijo.  
—No me toques ni un solo cabello más, te lo exijo.  
—Que pasa contigo Janeth, calma. Solo quería acercarme a ti una vez más.  
—No te quiero cerca de mi y por favor evita la vergüenza de preguntar que me sucede, acaso se le olvido todo lo que pasó, toda la mentira que creaste para salir librado del hijo que también esperas conmigo.  
—Cálmate por favor, Marlene puede llegar en cualquier momento.  
—Es lo único que te preocupa, pero puedes estar tranquilo ya acepte lo que me toca pero luego saldré de aquí y no me volverás a ver jamás.  
—Espera, no te puedes ir de aquí. —Exigió Jaime.  
—Eso lo decido yo. —Respondió Janeth con seguridad.  
—No lo permitiré, es mi hijo también. —Dijo Jaime un poco enfurecido.  
—Tu hijo… al que decidiste que tuviera otro padre. Que clase de hombre eres, por Dios. —Comento ella sin aliento.  
En ese momento Marlene entró de repente a la cocina y pregunto.  
—¿Que clase de hombre es mi marido?.  
Janeth y Jaime quedaron sorprendidos ante la inesperada llegada de Marlene.  
—Disculpe señora, solo decía que.  
—Por favor mi amor, que pregunta es esa acaso no sabes la clase de hombre que soy, Janeth simplemente me estaba agradeciendo por todo lo que hemos hecho por ella, por su bebé y por Euclides nada más, a eso se refería. —Intervino diciendo Jaime de inmediato.  
—Así es señora, el señor Jaime es una muy buena persona igual a usted. —Dijo Janeth siguiendo la cuerda. 
—Deja tanto halago Janeth, sabes que lo hacemos con mucho cariño y si, mi hombre es el mejor del mundo. —Respondió Marlene y seguidamente se acercó a Jaime y le besó apasionadamente los labios.  
Janeth simplemente quitó la mirada.  
—¿Cuéntame, como te fue mi amor?. —Pregunto Jaime.  
—Súper, solo venía pensando un pequeño detalle que nos incumbe y a Janeth también. —Dijo Marlene mostrándose un poco pensativa.  
Ambos quedaron ante la expectativa, por unos segundos pensaron en lo peor, Jaime seguidamente no dudó en preguntar mientras Janeth apretaba con fuerza la falda de su vestido.  
—¿De qué se trata?.  
—Acaso no lo has pensado Jaime, que pasara cuando Janeth ya no pueda hacer los quehaceres de la casa, su bebé va a necesitar mucha atención de su parte.  
—No se preocupe señora, yo haré todo lo posible para que nada cambie en mi trabajo. —Respondió Janeth tratando de evitar cualquier problema.  
—No es eso Janeth, sabemos muy bien que no tienes a nadie aquí en México y mucho menos en Colombia. Yo estuve pensando que tendremos que buscar un reemplazo mientras tienes a tu bebé y cumples los días de reposo, te puedes quedar perfectamente en la casa que le dimos a Euclides y así estarás más tranquila.  
—No señora, ni es necesario.  
—Janeth es una orden, al fin y al cabo es tu esposo, también voy a ser madre y se lo complicado que esto puede ser para nosotras, yo te voy apoyar. Por cierto en dos meses tendremos la ecografía y sabremos los sexos de nuestros bebés, estoy tan emocionada. —Comento Marlene con alegría.  
—Si mi amor, te acompaño a la habitación. —Dijo Jaime para liberarse de la tensión del momento.  
—Si vamos mi vida. Nos vemos al rato Janeth.  
—Si señora, gracias. —Contesto Janeth sin más nada que decir.  
En ese instante Janeth se sintió fatal, era inevitable sentirse de tal manera… sabía muy bien que no merecía la ayuda ni piedad de Marlene por que al fin y al cabo ella era mala de la historia al haberse enamorado del esposo de ella.  
Cada día más que transcurría la mentira crecía igual que sus vientres y para Jaime era una situación muy confusa al ver a la mujer de su vida y la empleada de su casa que era su amante estar embarazadas al mismo tiempo de el, sin embargo sentía en su pecho un amor profundo por ambos seres que estaban dentro de ellas, su lazo de sangre con sus dos primogénitos era muy grande en el transcurso del tiempo, en algunas ocasiones mientras acariciaba el vientre de Marlene pensaba en el de Janeth, era una pena para el no darle la misma atención y simplemente verla desde lejos, la veía triste y estaba sola… debía tomar una decisión, eran sus hijos y necesitaban su misma atención.  
… 
Los meses siguientes transcurrieron sin novedad alguna, había llegado un día importante en sus vidas, el día que conocerían los sexos de cada bebé. Por supuesto desde muy temprano todos se prepararon para la gran revelación, aunque Euclides se encontraba con Janeth, Jaime no dejaba de sentir una gran emoción en su pecho, era un grandioso y cálido día para conocer por primera vez a sus hijos, eso lo llenaba de mucho gozo.  
Minutos después, ya presentes en la clínica esperaron su turno, sin embargo para una emoción mayor Marlene sugirió al personal médico que ambas madres y ambos padres estuvieran presentes al mismo tiempo en la revelación para que así la sorpresa fuera aún mayor, lo que ella no sabía era que esa sorpresa seria más grande de lo que se imaginaba para Jaime ya que al mismo tiempo conocería sus dos hijos.  
 




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