Capítulo 5.
Imperio
Tras la incursión de Dimitry, la base Lycan estaba en un estado de tensa calma. Luka había sobrevivido, aunque ahora portaba un parche médico sobre su ojo izquierdo, el sombrío recuerdo de la traición de su amigo. Rock, el nuevo Lycan, permanecía sedado, su transformación caótica bajo estricta vigilancia.
Para manejar el caso de Rock, Tony había convocado a la Dra. Jessica, una de las mejores especialistas en biología Lycan de las facciones aliadas. Jessica llegó con un equipo de contención y un aura profesional que ocultaba un profundo afecto.
Tony la recibió con la frialdad distante que lo caracterizaba desde la muerte de Maira. Sabía de los sentimientos de Jessica, pero su corazón era un monumento al luto.
-Jessica. Ocúpate de Rock. Necesitamos control total antes de que la luna vuelva a subir -ordenó Tony, su voz carente de calidez.
-Tony, sabes que lo haré -respondió Jessica, deteniéndose un instante. Sus ojos castaños se posaron en él con una mezcla de respeto y una pena no correspondida-. Pero también necesitas descansar. Estás quemando tus reservas.
Tony la evitó, apartando la mirada. -Mi trabajo es la legión. No he terminado de pagar por el error de la última batalla.
Jessica suspiró, comprendiendo que el fantasma de Maira era un muro inquebrantable entre ellos. Se dirigió al ala de contención para comenzar su trabajo con Rock.
Mientras Tony se sumía en el trabajo para evadir el dolor, la vida seguía su curso en la legión, reparando los lazos rotos.
Darío había encontrado en Sofía no solo a la curandera del equipo, sino a un ancla en la locura. La encontraba en la enfermería, doblando meticulosamente vendas ensangrentadas.
-No sé cómo puedes lidiar con tanta sangre y no volverte loco -comentó Darío, recargándose en el marco de la puerta.
Sofía sonrió apenas. -Alguien tiene que mantener viva a esta legión, Darío. Además, la sangre de Valpuri es mucho más molesta que la Lycan para limpiar.
-Entonces déjame ayudarte -dijo Darío, acercándose y tomando suavemente un rollo de vendas de sus manos. Su proximidad era sutil, pero constante.
Sofía lo miró, notando el calor en sus ojos. -Gracias.
-Solo quiero asegurarme de que el mejor par de ojos que tenemos no se cansen demasiado -bromeó Darío, haciendo alusión al parche de Luka.
Por otro lado, Lía seguía lidiando con la culpa por el sacrificio de Maira. El Comandante Garra se había convertido en su mentor personal, enfocando su rabia en disciplina.
En el patio de entrenamiento, Garra la hacía rotar sin descanso con sus espadas.
-¡Más rápido, Lía! ¡La impulsividad te costó la última batalla! -rugió Garra mientras bloqueaba su ataque.
-¡Es que no es justo! ¡Ella no debió morir por mi estupidez! -gritó Lía, con los ojos llenos de frustración.
Garra detuvo el ataque con un clank resonante. -Deja de llorar, y empieza a pelear como una guerrera. Maira no te salvó para que te consumieras en la culpa. Te salvó para que te volvieras su espada, no su error. El día que aprendas a usar tu rabia en lugar de dejar que te use, serás imparable.
Lía asintió, secándose las lágrimas con el dorso de la mano y volviendo a la postura de lucha con una nueva y fría determinación.
Jessica pasó el día entero con Rock, inyectándole estabilizadores Lycan y estudiando sus patrones de furia. Al caer la noche, su trabajo dio frutos. Rock despertó, todavía Lycan, pero con un control primitivo sobre su forma.
-Hijo, si sigues las órdenes de Tony, esta fuerza será tuya -dijo Jessica, susurrando.
-Isabela... ¿Podré protegerla? -preguntó Rock, su voz Lycan grave, pero coherente.
-Sí. Pero el precio de este poder es una disciplina que aún no entiendes.
Jessica concluyó su informe, confirmando que Rock sería un activo para el Escuadrón 7, aunque con la advertencia de que la luna llena siempre sería un riesgo. Se despidió de Tony en la puerta de la base.
-Rock está estable, Tony. No tendrá otra transformación descontrolada sin un detonante fuerte -informó Jessica.
-Buen trabajo -dijo Tony, secamente.
Jessica dudó un momento, recogiendo sus instrumentos. -Solo... ten cuidado, Tony. El dolor puede ser una debilidad que Sergey sabrá usar. Cuida de tu legión.
Ella se marchó, su última mirada revelando el afecto que Tony se negaba a ver o a corresponder. Tony simplemente se quedó de pie, observando la oscuridad, la imagen de Maira aún más fuerte que la presencia sutil de Jessica.
La Mansión de Sergey: El Imperio de la Decadencia
A kilómetros de distancia, en una lujosa mansión que contrastaba con la desolación del mundo, Sergey Viloska estaba furioso. La derrota parcial de Dimitry y la incapacidad de Ivanov para evitar el rescate Lycan lo habían humillado.
-¡La puta locura de Dimitry nos costará más de lo que vale su venganza! -rugió Sergey, arrojando una copa de cristal contra la pared.
En ese momento, la puerta de su estudio se abrió y entró Charlotte, la Valpuri Canadiense, sus movimientos suaves como el terciopelo. Ella era peligrosa, tan controlada y letal como Sergey, pero sin su arrogancia.
-Tu ira es una debilidad, Sergey -dijo Charlotte, acercándose sin miedo.
-¿Y qué sugieres, Charlotte? ¿Que me regocije de que Tony nos haya humillado dos veces?
Charlotte se detuvo justo delante de él, sus ojos clavados en los de Sergey. -Sugiero que enfoques tu energía. Dimitry falló por su pasado. Ivanov falló por su rabia. Nosotros dos, Sergey, no fallamos por emociones.
Charlotte deslizó sus dedos sobre el pecho de Sergey, un gesto que encendió la oscura ambición del líder Valpuri.
-Tony ha perdido a su amada. Dimitry ha roto a su mejor amigo. El Escuadrón Siete es un nido de dolor. Pero tu imperio necesita un heredero. Y esta noche, necesita... una victoria.
Sergey sonrió, un destello oscuro en su mirada. La ambición por el poder y la decadencia se mezclaron con el odio hacia su rival Lycan.