Capítulo 8.
Cicatrices y Cólera
Tras la explosión que sacudió su mansión, Sergey estaba enardecido. La humillación pública por parte del mercenario humano, Killer, exigía una respuesta inmediata y sangrienta. La batalla campal se desató entre los Valpuris y el grupo de humanos.
Killer, el hombre con gafas rojas y cabello blanco, se movía como un relámpago, su espada ancha cortando a los Valpuris subordinados. Loco de rabia, se abrió paso a través del caos, su objetivo final: Sergey.
—¡Ven aquí, mierda rusa! ¡Te haré sangrar! —rugió Killer, lanzándose contra Sergey, quien esquivo con facilidad el golpe.
Justo cuando Killer levantaba su espada para un golpe definitivo contra el líder Valpuri, una sombra se interpuso. Dimitry, el antiguo amigo de Luka, apareció con una velocidad fantasmal. Su sable de los antiguos Valpuri cortó el aire. Killer apenas tuvo tiempo de girar la cabeza. La hoja brillante se hundió en su cuello.
Killer se desplomó sin un sonido, su vida extinguiéndose en segundos.
La líder mercenaria, Layla, y Christian vieron la escena con horror.
—¡Killer! —gritó Layla con desesperación.
—¡Es hora, Layla! ¡Demasiado riesgo! —gritó Christian, cubriendo la retirada con fuego intenso.
Layla activó un pequeño dispositivo. Una explosión de luz cegadora envolvió la zona, desorientando temporalmente a los Valpuris. Layla y Christian se retiraron rápidamente, dejando tras de sí la devastación y el cuerpo de Killer.
Simultáneamente, la base Lycan fue objeto de un ataque, demostrando la coordinación de los mercenarios humanos. Esta incursión estaba en proceso.
El asalto fue liderado por Amelia y sus subordinados, Marcus y Tanque. Sin embargo, un guardia Lycan logró ver la silueta de un soldado humano y lanzó una alarma temprana.
Amelia, con su armadura imponente, se mostró eficaz, pero sus mercenarios se vieron superados por las defensas Lycan ya en alerta. Marcus y Tanque, junto con Amelia, se retiraron inmediatamente tras el ataque fallido, sabiendo que la penetración era imposible contra las defensas Lycan en pleno funcionamiento.
Cuando la amenaza pasó, Tony, que acababa de regresar con Luka de su misión fallida, observó los daños. No había sido una brecha mayor, pero el solo hecho de que los humanos se hubieran acercado a su fortaleza lo enfureció.
Su mirada se desvió con amargura en Darío, el francotirador, que había estado fuera de su puesto principal en el momento de la infiltración.
Tony, cegado por la cólera y el recuerdo de Bastian herido, se acercó a Darío con una furia incontrolable. Lo tomó por el cuello de su uniforme con una fuerza inhumana.
—¡Tú! ¡Abandonaste tu puesto! ¡Por tu descuido, casi pierdo a otra familia! —rugió Tony, sus ojos encendidos.
Luka intentó intervenir: —¡Tony, detente!
El rugido primario de Tony hizo retroceder a Luka. Tony apretó más fuerte a Darío.
—Escúchame bien —siseó Tony, con la voz rota por la emoción—. No te asesino porque te considero mi familia. Pero falla una vez más, Darío, y no solo me fallas a mí. Le fallas a Sofía. Le fallas a tu familia.
Tony soltó a Darío con un empujón violento y ordenó, con la voz firme por la tensión: —¡Fuera! ¡Todos fuera! ¡Déjenme solo!
A solas, Tony se desplomó. La rabia se evaporó, dejando solo el vacío. Liberó un sollozo seco, sus hombros sacudidos por el dolor reprimido de Maira, la herida de Bastian, y su propia incompetencia por no proteger a quienes considera familia.
Tras unos minutos, la Dra. Jessica entró silenciosamente. Al verlo en ese estado, dudó. Tony al sentir la presencia se recompuso de inmediato, levantando su muro de frialdad.
—Me voy —dijo Jessica, su voz suave, con una tristeza sutil al no poder romper la coraza de Tony—. Regreso a la base principal, pero te enviaré todo lo necesario para Bastian.
Intentó acercarse, buscando consolarlo, pero Tony se mantuvo fuerte, su mirada vacía. Ella sabía que él aún no superaba la pérdida de Maira. Se retiró, entendiendo que el único consuelo que Tony aceptaría era la venganza.
Tony buscó el lugar donde Bastian descansaba, inerte pero vivo. Allí encontró a Lía, velando a su mentor, considerado como una imagen paterna de ellos.
—No llores, Lía. Él es fuerte —dijo Tony, mirando el cuerpo rendido en la camilla.
—Voy a ser la mejor, Tony. Voy a ser la mejor y mataré a cada Valpuri que respire —respondió Lía, su rostro bañado en lágrimas.
Tony sonrió sutilmente, el fantasma de Maira aparecio ante el y solo ignoro un poco volteando hablar con Lía. —Primero, debes superarlo para ser la mejor. El dolor debe ser tu espada, no tu dueño.
Lejos de ellos en otra sala alejado de varios.
Luka en la sala de entrenamiento. Blandía su espada con una destreza mejorada, cada corte era un recuerdo de su amistad con Dimitry y la traición que lo había transformado. El dolor intensificaba su fuerza mientras subia la intensidad en cada golpe.
En un pico de furia, Luka lanzó su espada al suelo con un grito de agonía. Su cuerpo comenzó a transformarse, su forma Lycan emergiendo con una explosión de rabia.
Luka alzó su cabeza hacia el techo y liberó un aullido tan fuerte, tan lleno de desesperación e ira contenida, que no era un grito de guerra, sino un lamento profundo, el sonido de un alma rota por la traición.
Fin del Capítulo 8.