La noche era una capa de terciopelo frío sobre el viejo distrito industrial donde se habían detectado los pasos de los Lycans. Sergey, a pesar de la recomendación de Charlotte de ser paciente, había enviado a un escuadrón Valpuri, liderado por Milos y asistido por Nicolai y Sasa, para recoger a los Lycans refugiados. Tony, comprendiendo la urgencia, había delegado la misión de rescate en su círculo más íntimo: Luka, Darío, Lía, Rock, y Sofía, apoyados por una docena de soldados de élite.
La formación Lycan era quirúrgica. Darío, desde una azotea distante, se posicionó como el ojo y el puño de largo alcance. Su rifle de francotirador, era una extensión silenciosa de su voluntad. Rock, la nueva fuerza bruta de la Legión, avanzaba como un muro, su transformación casi controlada, listo para chocar. Lía, con sus espadas cortas, se movía entre las sombras, con una promesa de sangre.
El combate se desató en una vieja fundición abandonada. Milos había preparado una emboscada con precisión mercenaria.
—¡El oro está en los cuellos de esos perros! —rugió Milos, dirigiendo a sus soldados. Nicolai, se lanzó al centro, utilizando su fuerza inhumana y su armadura Valpuri para absorber los primeros golpes.
Sofía utilizó sus habilidades para crear un velo de humo y confusión. Mientras tanto, Luka, su rostro serio y frío, se enfrentó directamente a la línea Valpuri. La rabia por Dimitry era un motor constante que lo hacía más letal, pero también más imprudente.
Luka se batió en un duelo frenético contra Nicolai. Los sables Valpuris resonaban contra el acero Lycan. La energía oscura de Nicolai era formidable, pero Luka peleaba con el resentimiento acumulado de una traición. La adrenalina Lycan corrió por sus venas, el rugido se quedó atorado en su garganta, y su transformación parcial lo envolvió, dándole una velocidad aterradora.
En el corazón del caos, mientras Luka intentaba esquivar un golpe devastador de Nicolai, un movimiento inesperado de Nicolai lo hizo caer violentamente. Su cuerpo, mitad hombre y mitad lobo, se deslizó sobre el suelo empapado de sangre de los enemigos.
Apenas a un metro, Sasa se había agachado, aprovechando la cobertura. La experta en venenos preparaba su ataque: un vial de toxina concentrada, dispuesta a ser lanzada. Pero al ver la caída de Luka, decidió transformarse para una mejor defensa. Su rostro ya mostraba la palidez vampírica, sus colmillos alargándose, la oscuridad química de su especialidad rodeándola.
En ese instante preciso, tendidos en el suelo, sus ojos se encontraron.
Luka, con sus pupilas doradas y salvajes de la transformación, se encontró con la mirada de Sasa. No era una mirada de odio, ni de pánico. Era una mirada extraña, mágica. Los ojos de Sasa, oscuros y brillantes, reflejaban una locura calculada, pero también una desesperación profunda y un conocimiento prohibido. Era la conexión entre dos almas rotas por el dolor y la traición: Luka por la amistad perdida; Sasa, quizás, por su propia humanidad sacrificada en favor de la ciencia y la oscuridad Valpuri, vista como un objeto de batalla.
El tiempo se detuvo. Luka sintió que esa mujer, su enemiga mortal, era el único ser que realmente podía comprender el abismo de su soledad. Era el opuesto de Dimitry, una traición manifiesta que se sentía inexplicablemente honesta.
Sasa, por su parte, sintió la intensidad del Lycan. La rabia de Luka no era ciega, era controlada por un dolor profundo que ella, en su vida habia sentido, nunca pensó encontrar esa sensacion inexplicable.
El momento se rompió cuando un soldado Valpuri gritó cerca. Luka, volviendo a la realidad, se levantó con un rugido que hizo temblar la fundición. Se alejó de Sasa sin hacerle daño, atacando a los Valpuris cercanos, dejando un rastro de destrucción.
Milos, viendo la pérdida de coordinación y el fracaso en contener al escuadrón de Tony, ordenó la retirada. Los Valpuris se fueron con heridos, sin conseguir a los refugiados.
La misión fue un éxito. El Escuadrón 7 regresó a la base con docenas de Lycans rescatados.
La Dra. Jessica acababa de regresar a la base para prestar apoyo médico. Su presencia, con su uniforme limpio y su dedicación serena, era un bálsamo en el caos.
Entre los refugiados estaba Marco, un Lycan corpulento y de ojos penetrantes. Al ver a Jessica, su atracción fue instantánea y abrumadora. Marco era un sobreviviente puro: la guerra no le importaba, solo su propia comodidad. Si eso implicaba matar a su propia raza o aliarse con los Valpuris, lo haría.
Marco intentó acercarse a Jessica, usando un tono seductor y descarado.
—Una belleza como tú no debería estar en este infierno, doctora. Puedo sacarte de aquí —dijo Marco.
Jessica, profesional y distante, sonrió con tristeza. —Mi lugar está aquí, Lycan. Mi vida es aqui, cuidar y proteguer lycans. Además tengo razón para seguir aquí.
El rechazo fue un veneno para el ego de Marco. Al ver la dirección de la mirada de Jessica hacia Tony, un fuego peligroso se encendió en él. Marco no veía a Tony como un líder dolido, sino como un obstáculo para su propia conveniencia y deseo. A partir de ese momento, vio a Tony como un enemigo.
Tony, con un cigarrillo entre los dedos, reunió a los refugiados y a los miembros de la Legión en el patio principal.
—Han sido rescatados. Están a salvo. Pero esto no es el fin —declaró Tony, su voz grave resonando en la noche—. Nuestra resistencia no es solo por sobrevivir. Es por crear un mundo donde podamos ser libres. Nuestra ideología es una tregua futura con los humanos y sí, si es posible, con los Valpuris que no eligen el camino de Sergey.