Lazos de sangre : escuadrón 7

Lazos de sangre : escuadrón 7 - CAP 12


​Capítulo 12.​Pactos de Sangre: Parte 2

​La noche se desgarró con el rugido de los motores Valpuris. La columna de asalto de Sergey Viloska llegó a la base Lycan como un tsunami de hierro y odio. El aire se saturó con el olor a humo, combustible quemado y la sangre fría y ácida de los Valpuris. Tony, Luka, Darío, Lía, Rock, Sofía, Bastian y los soldados Lycans estaban en posición, sabiendo que este era el último aliento de la guerra.

​La batalla comenzó con el sonido de los rifles automáticos Valpuris y la respuesta precisa de Darío desde su torre. Cada bala de francotirador era un martillo quirúrgico, eliminando a los oficiales Valpuris antes de que pudieran dar órdenes. Sin embargo, la ventaja numérica era abrumadora.

​El primer enfrentamiento de contacto fue brutal. El frente Lycan fue reforzado por los soldados más fuertes de Tony, pero la rabia de los Valpuris era irracional.

​En el sector este, Nicolai, el musculoso Valpuri, lideraba la carga. Su fuerza era monstruosa. Con cada golpe de su puño, destrozaba la armadura y el hueso. Luchaba con el frenesí de un loco. Sin embargo, la disciplina de los Lycans era superior. Dos Lycans se sacrificaron para inmovilizar sus brazos. Darío, viendo la oportunidad desde lo alto, disparó una bala de francotirador que le atravesó el hombro. Nicolai rugió de dolor y furia. Antes de que pudiera recuperarse, un Lycan soldado, impulsado por el sacrificio de sus compañeros, clavó su sable en el torso de Nicolai. El Valpuri cayó, su sangre oscura tiñendo el suelo, su cuerpo retorciéndose en los estertores de la muerte, el muro de Nicolai se había derrumbado fácilmente.

​El verdadero terror llegó del flanco norte. Portos, el Valpuri primitivo alterado, fue desatado. Era una mole de músculo, más alto y ancho que cualquier Valpuri que hubieran presenciado, con una piel gruesa y rugosa y una mirada carente de conciencia, solo ira. Portos no caminaba; embestía.

​Su objetivo fue Rock.

​—¡Rock! ¡Es el tuyo! ¡Recuerda la disciplina! —rugió Bastian, desde el centro de la defensa.

​Rock se lanzó hacia Portos, su propia transformación parcial apenas conteniendo la furia. Fue un choque de titanes. El sonido del impacto fue como dos trenes de carga colisionando. Rock era fuerte, pero Portos era una fuerza sin mente, sin dolor.

​Rock logró sujetar a Portos, pero el Valpuri alterado utilizó su arma más letal. Sus mandíbulas se abrieron y mordió el hombro de Rock.

​El dolor no fue lo que detuvo a Rock, sino el frío líquido que invadió su torrente sanguíneo. Era el veneno concentrado de Sasa, amplificado por la genética de Portos. La regeneración de Rock se ralentizó; la herida se sintió pesada, el mareo lo invadió, su visión comenzó a ondular.

​—¡Rock! ¡Libera el potencial! ¡No te detengas! —gritó Bastian.

​Rock sintió que se ahogaba en la oscuridad química. Se tambaleó. Portos lo golpeó, arrojándolo contra un muro. La voz de Bastian era una orden, pero también un eco de su propia conciencia. Bastian sabía que tenía un sedante experimental en su poder, un antídoto temporal que podría devolver la mente a Rock y luego dormirlo para salvarlo. Era el único plan, pero requería que Rock sobreviviera.

​Rock cayó de rodillas, el veneno nublaba su mente, los músculos se incrementaban involuntariamente por la lucha Lycan. Estaba perdiendo la batalla contra la toxina. En ese momento, en la bruma de su mente, no vio la guerra, sino el rostro de su pequeña hija, la razón por la que luchaba.

​Un aullido desgarrador, primario y puro, salió de la garganta de Rock. Sus músculos se incrementaron exponencialmente, rasgando su uniforme. Ya no era Rock; era la Bestia. Su pelaje se oscureció, y su cuerpo se elevó en una forma Lycan completa, gigantesca. El dolor se había transformado en combustible.

​La Bestia Lycan se abalanzó contra el Valpuri mutado. Portos intentó morder de nuevo, pero Rock era más rápido, más animal. La lucha fue cuerpo a cuerpo, un baile de garras y colmillos.

​Rock saltó sobre Portos, cabalgando a la bestia Valpuri, y sus mandíbulas se cerraron sobre el cuello de Portos con una fuerza incomprensible. Rock mordió y jaló. El grito de Portos se ahogó en un sonido húmedo y repugnante. Rock no solo mordió su cuello, sino que arrancó sus entrañas con un salvajismo que hizo retroceder a varios soldados Lycans. Portos cayó muerto, un charco de carne y sangre.

​La Bestia Lycan se irguió, su atención centrada en el Lycan más cercano: Lía.

Bastian, que había corrido en sigilio a la zona, no dudó. Se acercó a Rock por detrás, su presencia paternal lo ralentizó por un instante. Rock se detuvo, confundido por el olor de su maestro. Bastian aprovechó el momento para inyectarle el sedante. Rock se desplomó pesadamente.

​Bastian, con el dolor en su rostro marcado, acarició el pelaje oscuro de la forma Lycan y susurró: —Lo hiciste bien, muchacho.

​En otra sección del campo de batalla, Luka era una tempestad de furia. Su rabia por la traición de Dimitry había perfeccionado su destreza en un arte mortal. Cada Lycan que caía, cada Valpuri que mataba, era un eco del puñal clavado en su espalda.

​De repente, una figura elegante y letal apareció de la bruma. Dimitry.

​—Luka —dijo Dimitry, con una sonrisa cruel—. El dolor te ha hecho mejor.

​Dimitry lo golpeó, lanzándolo lejos. Luka se levantó, escupiendo sangre, la rabia borrando el mundo. La batalla que siguió fue épica, un cruce de sables y movimientos que solo dos personas que se conocieron íntimamente podían predecir.

​El duelo duró minutos que parecieron horas. Luka estaba a la altura de Dimitry. Sus espadas chocaron una y otra vez, generando chispas que iluminaban la oscuridad. La mente de Luka estaba completamente enfocada, pero la imagen de Sasa no desaparecía, sino que alimentaba su determinación. No peleaba como un hombre traicionado, sino como un guerrero que había encontrado una razón para seguir viviendo.




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