Lazos De Sangre Y Luna

Capitulo 10: El corazón de la Profecia

El regreso a Liria fue silencioso.
No por la falta de palabras, sino por el peso de la revelación que quemaba en el pecho de Serena: el último fragmento lunar no estaba oculto en algún templo ni enterrado en tierra sagrada. Estaba dentro de ella.

Una herencia que no comprendía.
Una condena que no había pedido.

Desde que unió los dos fragmentos anteriores, Serena no había vuelto a dormir en paz. Las visiones eran más intensas, más crudas. Veía a una mujer parecida a ella, de ojos dorados y piel bañada en luz lunar, que gritaba mientras era atada a una piedra ritual, con los tres fragmentos suspendidos sobre su cuerpo.

—“Luna y sangre se funden. Reina y sacrificio. El ciclo será completo… o el mundo perecerá.”—

Era parte de la profecía que nadie había querido traducir del todo.

En el Consejo de los Clanes, el ambiente era tenso.

Los delegados de las manadas menores —como los del Clan Ashmir, Skarn y Vessur— se habían reunido en la Gran Sala. Aunque la mayoría respetaba a Serena como Reina Alfa, algunos comenzaban a inquietarse.

—¿Acaso es prudente que los fragmentos estén en manos de una sola persona? —preguntó la Alfa Vesha de Ashmir, con voz afilada.

—No es “una sola persona”. Es nuestra Reina —replicó Kael, de pie a la derecha de Serena, su presencia como una sombra protectora.

—¿Y si la profecía implica su muerte? ¿Y si al portar los tres fragmentos ella misma se convierte en el portal de destrucción? —insistió Vesha.

Un murmullo de preocupación recorrió la sala.

Serena respiró hondo y se puso de pie. La corona de plata lunar descansaba sobre su frente, pero su expresión era de acero.

—No pedí portar este poder, pero tampoco lo rechazaré por miedo. Si la luna me eligió, entonces le responderé con coraje. Pero no permitiré que se siembre desconfianza entre nosotros por lo que aún no entendemos.

La sala guardó silencio.

Después del consejo, Serena se retiró a su cámara privada. Kael la siguió, notando que algo en su energía había cambiado. Ella se sentó junto al fuego y bajó la mirada.

—Tengo miedo, Kael.

—Lo sé —respondió él, sentándose a su lado—. Pero también sé que no estás sola.

—¿Y si el tercer fragmento despierta algo dentro de mí? ¿Algo que no pueda controlar?

Kael la miró con gravedad.

—Entonces lucharé contigo… o contra eso, si es necesario. Pero nunca dejaré que lo enfrentes sola.

Ella lo miró, los ojos verdes brillando con un fulgor contenido.

—Gracias. Pero esto… esto va más allá de nosotros. Hay una razón por la que el fragmento está dentro de mí. Mi linaje debe tener la clave.

Esa misma noche, Serena fue al Archivo de la Sangre, un templo subterráneo donde se conservaban las crónicas más antiguas de su linaje. Allí, entre manuscritos olvidados y restos de rituales, encontró un nombre que jamás había escuchado:

“Selene de Lysaria”.

Una mujer que siglos atrás fue marcada por la luna. Portadora de los tres fragmentos, según las crónicas. Reina y mártir.

La historia se repetía.
Pero Serena no era Selene.
No moriría por una profecía ciega.

Salió del templo con la determinación quemando su pecho.

Mientras tanto, lejos de Liria, en las montañas del norte, Lior regresaba al Templo de Ceniza. Ya no era el mismo. El fragmento oscuro que había robado tiempo atrás —una copia corrupta de la magia lunar— se había fusionado con su cuerpo, y ahora sus ojos brillaban con un rojo apagado.

Frente a él, el Círculo de la Noche, una secta que había permanecido en silencio durante siglos, comenzó a reunirse.

—El tercer fragmento se ha despertado —dijo Lior—. Y está dentro de la Reina.

Una figura encapuchada, de voz grave, se adelantó.

—Entonces debemos abrirla. La luna solo sirve a quienes están dispuestos a derramar sangre.

El plan estaba en marcha.

De regreso en Liria, Serena convocó a un grupo selecto: Kael, el chamán Myrren, la guerrera Ilka y el vigía Bran. Solo ellos sabían lo que ella estaba a punto de revelar.

—Dentro de mí está el tercer fragmento. Y si es cierto lo que he visto… el despertar final ocurrirá en la próxima luna roja. En solo trece días.

Myrren palideció.

—Eso no nos da tiempo para entender su propósito ni protegerte de lo que pueda surgir…

Serena cerró los ojos.

—Entonces debemos estar listos para cualquier destino. Incluido el sacrificio.

Pero mientras el fuego de la reunión chispeaba, Kael se juró a sí mismo que no permitiría ese destino. No mientras él respirara.




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