Lazos De Sangre Y Luna

Capitulo 11: El legado de Lysaria

El amanecer no trajo consuelo.

La luz se filtraba a través de las cortinas como cuchillas doradas, y Serena, despierta desde mucho antes del alba, sentía que su cuerpo ya no le pertenecía del todo. El fragmento dentro de ella pulsaba con fuerza creciente, como un segundo corazón que latía al ritmo de una voluntad ajena.

Kael la observó desde el umbral, sin entrar aún. Ella no lo había notado. Estaba de pie frente al espejo de obsidiana, el que su madre usaba antes de morir. Sus dedos recorrían el contorno de su clavícula, donde una nueva marca comenzaba a dibujarse con un tenue resplandor lunar.

—¿Te duele? —preguntó él finalmente.

—No. Pero me quema —respondió Serena sin volverse—. Como si algo intentara salir desde dentro de mí.

Kael dio un paso al frente, su presencia envolvente y firme.

—¿Qué has descubierto sobre Selene?

Ella giró lentamente hacia él.

—Era mi antepasada directa. Siete generaciones atrás. La primera mujer en portar los tres fragmentos… y la última en hacerlo antes de morir durante la Noche de la Sombra Larga.

Kael frunció el ceño. Conocía esa historia, pero en su versión diluida por los años. Una historia de advertencia, de advertencia para las reinas demasiado ambiciosas. Nadie le había dicho que fuera real. Que Selene existiera de verdad.

—¿Cómo murió? —preguntó él.

Serena apretó los labios. Caminó hasta una mesa baja cubierta de pergaminos, señalando un pasaje escrito en lenguaje arcano:

“El portador de la tríada será abierto por la luna. En su sangre se escribirá el equilibrio o la condena. Si la sangre es derramada, el ciclo se renueva. Si no, el fuego reclamará la tierra.”

—Fue sacrificada —dijo Serena, su voz apenas un susurro—. Por los suyos. Porque creían que su muerte sellaría el poder de los fragmentos y evitaría la guerra entre los clanes.

—¿Y lo logró?

—No. Solo retrasó lo inevitable.

Esa misma tarde, Serena y Kael descendieron nuevamente al Archivo de la Sangre. Pero esta vez no consultaron libros. Siguieron a Myrren hasta una sala sellada, donde se conservaban los Registros Vivientes: recuerdos conservados mágicamente de antepasados clave, grabados en espejos de luna.

Ante uno de ellos, Serena se detuvo. El espejo parecía muerto… hasta que ella tocó su superficie.

Una explosión de luz la arrastró dentro.

Despertó en un campo de hielo bajo la luz de una luna inmensa. Una figura la esperaba: una mujer de cabello blanco como la escarcha, ojos dorados y un vestido de guerra con símbolos lunares tallados en plata.

—Eres tú… —murmuró Serena.

—Selene de Lysaria. —La voz de la mujer era fuerte, pero cargada de tristeza—. Reina. Madre. Mártir. Y ahora, tu sombra.

Serena dio un paso adelante.

—¿Por qué fuiste sacrificada? ¿Era necesario?

Selene bajó la mirada.

—Me temían. No por lo que era, sino por lo que podía cambiar. El poder de los tres fragmentos no fue creado para destruir… sino para romper el ciclo. La Luna… no quiere sangre, Serena. Quiere equilibrio.

—Entonces, ¿por qué la profecía habla de muerte?

—Porque los hombres la escribieron con miedo. Porque los clanes se construyeron sobre la guerra y la dominación. Porque aquellos que quisieron cambiarlo murieron antes de lograrlo. Yo… fallé.

Selene se acercó y le tomó la mano.

—Pero tú, Serena… tú aún tienes elección. El fragmento te eligió porque llevas algo que yo no tuve.

—¿Qué cosa?

—Amor. Y libertad.

El hielo comenzó a romperse. El mundo del recuerdo se deshacía.

—Despierta —susurró Selene—. Y no dejes que te conviertan en otra mártir.

Serena abrió los ojos jadeando. Kael la sostenía por los hombros.

—¿Estás bien?

Ella asintió, con lágrimas en los ojos.

—No moriré por una profecía. Voy a vivir… y cambiarla.

Mientras tanto, lejos de allí, el Círculo de la Noche también realizaba su propio ritual. Lior se arrodilló ante un altar de piedra negra mientras la sangre de un animal sagrado era derramada sobre el suelo.

—Ella ha despertado el legado —anunció una voz antigua—. El linaje de Lysaria ha reclamado su poder.

—Entonces el ciclo debe cumplirse —dijo Lior, con los ojos encendidos de odio—. La luna roja marcará su final. Como marcó el de Selene.

Un fuego oscuro se elevó del altar. La guerra estaba en marcha.

En Liria, Serena reunió a su círculo de confianza.

—Queda menos de una semana para la luna roja. Debemos prepararnos. No solo para defendernos… sino para enfrentar la verdad: no puedo usar este poder sola. Necesito a quienes crean que otro futuro es posible.

—¿Incluso si los clanes se vuelven contra ti? —preguntó Ilka.

—Incluso entonces —dijo Serena—. Porque esta vez, no repetiré el destino de Selene. Esta vez, no habrá mártires. Solo líderes… y cambio.

Kael se acercó, su voz baja pero decidida.

—Entonces debemos reunir a los aliados antes de que la luna nos reclame. Debemos romper la maldición, Serena. Juntos.

Ella asintió. Con miedo. Con fuego en la sangre.

El legado de Lysaria ardía en su pecho.

Pero ahora sabía que ese fuego podía iluminar el mundo… o consumirlo.




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