Lazos De Sangre Y Luna

Capitulo 13 : El guardian de las ruinas

El aire era distinto más allá del Bosque Carmesí.

Serena lo sintió apenas cruzaron el umbral de la tierra prohibida. La vegetación se volvía más densa, como si los árboles quisieran mantener alejados a los intrusos. A su lado, Kael caminaba en silencio, los sentidos aguzados, y detrás de ellos, Ilka cerraba la marcha con su daga lunar ya desenvainada.

—¿Estás segura de que está aquí? —preguntó Kael.

—Lo sentí en mis sueños —respondió Serena, sus dedos tocando el colgante que había empezado a palpitar desde la noche de la batalla. —El tercer fragmento está cerca. Oculto bajo tierra, custodiado por algo… antiguo.

Se habían internado en el bosque durante dos días. Nadie del consejo supo adónde iban. Serena lo había mantenido en secreto incluso de los clanes aliados. Había escuchado los susurros: miedo a su poder, dudas sobre su linaje, desconfianza hacia su alianza con Kael.

La reina no podía permitirse errores.

Aquel fragmento no era solo una reliquia. Era la última llave para sellar o liberar el destino de los licántropos.

La tercera noche llegaron a las Ruinas de Vharan, un santuario de piedra enterrado entre raíces gigantescas. Las columnas rotas tenían grabados lunares, pero también otros símbolos más oscuros: cruces torcidas, ojos cerrados, y garras entrelazadas.

—Aquí murieron muchos —dijo Ilka en voz baja.

—Y aquí fue encerrado el fragmento —añadió Serena, con el pulso acelerado—. El Guardián no es una criatura, sino una memoria viva.

Kael frunció el ceño.

—¿Qué significa eso?

—Que tendremos que enfrentarnos a nosotros mismos.

Al cruzar el umbral del santuario, fueron envueltos por una niebla azulada. La luz de sus antorchas vaciló. Serena sintió que el aire se espesaba, como si cada respiración les robara algo.

Una voz resonó entre las paredes rotas. No era un eco… era un pensamiento.

“¿Quién osa reclamar la luna incompleta?”

Serena dio un paso al frente.

—Soy Serena de Liria. Reina Alfa. Heredera de Selene. He recuperado los dos fragmentos y vengo por el tercero.

“La sangre aún está fresca. El ciclo aún no se ha cerrado.”

—Este no será un ciclo de muerte —afirmó Serena—. Será uno de equilibrio.

La niebla se disolvió. Y entonces el santuario cambió.

Ya no estaban en ruinas. El templo revivió frente a sus ojos. Columnas blancas, fuego plateado, figuras encapuchadas rodeándolos como si hubieran viajado en el tiempo. Serena vio a su madre. A su padre. A Kael cuando era niño. Y a ella… en un trono cubierto de huesos.

—¿Qué es esto? —susurró Kael.

—Una prueba —murmuró Ilka—. Estamos dentro del recuerdo del Guardián.

Una figura salió del altar mayor. Un hombre anciano, con cabello largo y piel tan pálida como la luna. Sus ojos eran completamente negros.

—Soy Eron, último Guardián del Fragmento. Si vienes a reclamarlo, deberás probar que no eres esclava del poder. Muéstrame lo que estás dispuesta a sacrificar.

El piso se abrió bajo los pies de Serena, y cayó sin poder evitarlo.

Aterrizó en un claro iluminado por una luna artificial. Estaba sola. Frente a ella, un niño lloraba. Era su hermano, muerto hace años en una escaramuza. Pero no era un recuerdo. Era… real.

—¿Serena? —dijo el niño—. ¿Me dejarás de nuevo?

Ella se arrodilló, temblando.

—No… yo no pude salvarte. No pude…

—Entonces, ¿salvarás a otros a costa de ti misma?

A su alrededor, el paisaje cambió. Aparecieron los rostros de todos los que había perdido: su madre, el primer Alfa de Liria, los jóvenes guerreros caídos en la batalla contra el Círculo. Todos la observaban.

—¿Eres tú la Reina? —preguntaron a una voz—. ¿O solo una hija asustada?

El cielo tembló. Serena cayó de rodillas, el corazón hecho pedazos. Recordó el peso de cada decisión, cada muerte, cada duda.

Pero no escapó.

Se puso de pie. Apretó los dientes. Y alzó la voz:

—¡Sí, soy hija! ¡Y soy reina! ¡Y también soy el miedo y la fuerza, la sangre y la esperanza! ¡No seré perfecta, pero soy real! ¡Y por eso merezco el fragmento!

El santuario tembló. La ilusión se rompió como un espejo. Serena emergió, jadeante, ante los ojos de Eron. En su mano brillaba una esfera negra con una grieta luminosa: el tercer fragmento lunar.

Kael corrió hacia ella y la sostuvo, notando la sangre en su nariz.

—¿Qué viste?

—Todo lo que soy —susurró Serena.

Eron asintió.

—Has pasado la prueba. Pero escucha esto: cuando el último fragmento se una, el velo entre los mundos se debilitará. No serás solo Reina. Serás faro… o grieta.

—Lo sé —dijo Serena—. Y aún así, lo aceptaré.

De vuelta en el campamento, el silencio se convirtió en expectación. Serena unió los tres fragmentos frente al fuego. La energía liberada fue colosal. Una columna de luz blanca y roja se disparó hacia el cielo, y la luna, en respuesta, palpitó.

Kael la tomó del brazo.

—Esto va a cambiarlo todo.

—Sí —dijo Serena—. Pero al menos ahora… lo haremos juntos.

Y en la distancia, en un altar olvidado, Lior observaba el resplandor con los ojos enloquecidos.

—Entonces el ciclo comenzará de nuevo… y esta vez, no habrá redención.




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