Lazos De Sangre Y Luna

Capitulo 23: El que despierta la Sangre

Las noches dejaron de tener forma.

En lugar de la luna, un resplandor rojizo e inestable flotaba sobre el mundo, como si el cielo hubiera sido herido y sangrara luz. Las fronteras entre los reinos se desdibujaban, y el tiempo parecía estancarse en un constante temblor de espera. La profecía hablaba de un equilibrio… pero eso que despertaba no era parte del equilibrio. Era lo que quedó fuera del pacto original.

Lo que había sido sellado.

En un bosque prohibido al Este, conocido como Silvara Muerta, un joven centinela de la manada del Alba fue el primero en ver la figura. Caminaba descalza, desnuda de rostro, pero su silueta no era del todo sólida. Las sombras que la rodeaban se replegaban en su paso, como si temieran su presencia.

Tenía ojos vacíos y la piel marcada por símbolos que se movían bajo su carne. En sus pasos, el suelo moría.

Cuando habló, lo hizo sin abrir la boca.

El Tercer Nacimiento ha comenzado. El linaje está reunido. El portador se acerca. Y con él… yo.

Elandra lo identificó después de días de revisar antiguos volúmenes prohibidos en la biblioteca subterránea de Liria. Al llegar con Serena, su rostro estaba pálido.

—No es un dios. Ni un demonio. Es algo anterior a ambos. Una conciencia primigenia que fue dividida y encerrada cuando la magia fue separada entre los clanes. Su nombre se perdió, pero en las escrituras se le menciona como…

"Aetheryon: El que Susurra Bajo la Carne".

—¿Qué es exactamente? —preguntó Kael, inquieto.

—Una criatura nacida del Caos cuando el mundo aún no había sido nombrado. Fue fragmentada en tres partes: cuerpo, alma y eco. Las manadas más antiguas usaron los fragmentos para mantenerla dormida. Pero ahora…

Miró a Serena, con una mezcla de compasión y miedo.

—Ahora tú los has unido.

Aetheryon no tenía un cuerpo único. Usaba formas, voces, recuerdos robados. Aparecía como padre, como hijo, como amante perdido. Entraba en las mentes de los sensibles, sembrando dudas y deseos impuros. Muchos de los clanes comenzaron a experimentar visiones compartidas, sueños donde caminaban por campos invertidos, donde la luna lloraba sangre y Serena los observaba con ojos vacíos.

Algunos comenzaron a desertar.

Otros, a formar cultos.

En una escena que heló la sangre de los alfas, Aetheryon apareció brevemente en el Salón de los Ecos del Norte. Los sabios estaban reunidos para declarar neutralidad en la guerra que se avecinaba. Él surgió entre ellos como una niebla negra, y sus palabras hicieron estallar el cristal de las ventanas.

No vine por guerra. Vine a recordarles quién reinó antes de la sangre. Quien tejió la luna antes de que la adoraran. Y quien los moldeó cuando aún no sabían aullar.

Uno por uno, los sabios comenzaron a sangrar por los ojos. Uno gritó antes de caer muerto:

—¡Él conoce nuestros nombres verdaderos!

Luego, desapareció.

Serena no pudo evitar el estremecimiento.

—¿Qué quiere? —preguntó al consejo reunido esa misma noche—. ¿Poder? ¿Dominio? ¿O venganza?

Elandra negó con la cabeza.

—Lo que busca no es destrucción. Busca un cuerpo. Uno que lo contenga por completo.

—¿El mío? —susurró Serena.

—El tuyo… o uno creado a partir de ti.




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