Lazos De Sangre Y Luna

Capitulo 28: La Herencia De La Tormenta

El silencio que siguió al despertar de Serena fue más ruidoso que cualquier rugido. No había viento, no había respiración. Sólo las brasas aún humeantes del cráter, el olor a ceniza y poder... y el eco de una transformación irreversible.

Kael fue el primero en acercarse, con el cuerpo herido y el corazón encogido. Donde antes estaba su compañera, ahora había una figura más alta, más imponente, envuelta en sombras palpitantes. Su rostro aún era el de Serena, pero su mirada había cambiado: ya no reflejaba duda, ni siquiera dolor. Ahora llevaba la certeza de los antiguos.

—Serena… —susurró.

Ella volteó, y por un instante, sus ojos dorados brillaron con algo que parecía ternura. Pero fue fugaz. Como si le costara volver a ser ella misma.

—Estoy aquí… —dijo finalmente—, pero no soy la misma.

Los fragmentos, ahora parte de su esencia, latían como un núcleo ardiente en su pecho. Sentía cada vibración del mundo, cada vida, cada sombra. Y, más allá, la presencia de Aetheryon, todavía dentro de ella… sellado, pero no del todo dormido.

Horas después, en la cámara de guerra de los clanes aliados, el ambiente era denso como una tormenta contenida. Los alfas, aún con heridas del enfrentamiento reciente, discutían con voces cruzadas.

—¡Esto es una abominación! —bramó el Alfa Eldric, del norte—. Serena ya no es una de nosotros. No podemos confiar en alguien que lleva a Aetheryon en su sangre.

—¡Cuidado con tus palabras! —replicó Kael, aún con la mano sobre la empuñadura de su espada—. Esa ‘abominación’ salvó tu vida.

—¿Y a qué precio? —intervino la Dama de la Niebla, una consejera ancestral—. Lo que ha despertado en ella es poder sin equilibrio. Incluso la luna tiembla.

—¿Y proponen qué? ¿Que la destruyamos? —La voz de Elandra era afilada como su mirada—. ¿Matar a la única capaz de contener a Aetheryon?

El silencio fue la única respuesta.

—Madre, ¿por qué nunca me dijiste lo que era realmente nuestro linaje?

La respuesta no llegó del más allá, sino del interior de sí misma. Una voz, la suya… y no suya al mismo tiempo.

"Porque aún no estabas lista para cargar con el precio."

La herencia del linaje paterno, forjado en antiguas guerras de sangre, y el linaje materno, vinculado a la luna y la protección… ambos habían sido parte de un plan. Ella era el punto de fusión. El recipiente de un poder prohibido desde generaciones atrás. No para gobernar. Para contener.

Sus manos temblaban. En su piel, empezaban a dibujarse venas de luz roja, rastros del pacto sellado con la energía primordial.

Se alzó, con una decisión ardiendo en sus huesos. Si los clanes no la apoyarían… entonces lo haría sola.

En los días siguientes, los efectos de su transformación comenzaron a notarse en el mundo. Las mareas se alteraron. El ciclo lunar se interrumpió por primera vez en siglos. Algunos licántropos entraban en transformación incluso sin luna llena. Otros perdían el control de su vínculo animal.

La política se volvió un campo de cuchillas.

—Está alterando el orden natural —declararon los emisarios del Concilio del Eclipse.

—La Reina Alfa debe renunciar —gritaban en los parlamentos de sangre.

Pero otros, los más jóvenes, los más marginados, comenzaron a alzarse en su nombre. Veían en ella una diosa renacida, una guía para una nueva era.

Serena no respondió. Se mantuvo en silencio.

Hasta que una noche, convocó a los líderes.

La Gran Asamblea se llevó a cabo en el Valle del Eco, el único lugar donde las mentiras no podían sostenerse por más de un latido.

Allí, Serena se presentó sola.

Su vestido era negro como el abismo, sus ojos ardían con un fulgor sobrenatural. A su espalda, las sombras formaban una capa viviente, como si el viento de otra dimensión la siguiera.

—He escuchado vuestros temores —dijo, su voz resonando sin gritar—. Y son justos.

Todos la observaron con un respeto teñido de miedo.

—Yo no pedí esto. No deseé portar fragmentos que pudieran destruir el mundo. Pero aquí estamos. Y no retrocederé.

Hubo murmullos.

—Puedo sentir que Aetheryon aún busca romper el sello. Pero no lo dejaré. No mientras tenga el control. Lo que necesito ahora no es obediencia, sino unidad.

—¿Y qué sucede si pierdes el control? —preguntó Eldric.

Serena se acercó hasta que ambos casi se rozaban.

—Entonces me destruirán. Pero no antes de acabar con quienes están intentando desatarlo desde las sombras.

Un escalofrío recorrió el círculo.

—¿Quieres decir que hay más? —preguntó Elandra.

—Sí —respondió Serena, y su mirada se volvió fuego puro—. Aetheryon no despertó por accidente. Alguien, desde dentro de nuestras propias filas, lo empujó al límite.

El impacto fue brutal.

—Y ahora —dijo ella—, voy a descubrir quién fue.

La asamblea finalizó entre sombras. Algunos juraron lealtad. Otros desaparecieron esa misma noche.

Serena regresó a la torre, donde Kael la esperaba. Sus ojos la recorrieron con amor y desconfianza.

—No estás sola —dijo, abrazándola con fuerza.

—Lo sé… pero a veces siento que sí —susurró ella.

La luna, roja y temblorosa, observaba desde el cielo como si supiera que la guerra aún no había comenzado.




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