Lazos De Sangre Y Luna

Capitulo 32: El Ojo de la Tormenta

El amanecer no trajo alivio, solo incertidumbre. Las nubes sobre el Valle del Eco se movían con lentitud ominosa, como si la propia naturaleza esperara a que el equilibrio se rompiera.

Serena caminaba sola por el bosque que rodeaba el templo de los antiguos alfas, envuelta en su manto ceremonial, aunque ya no se sentía como la Reina Alfa de antes. Desde que la verdad de Kael había salido a la superficie, algo dentro de ella temblaba… no de miedo, sino de vacío.

Las voces del consejo habían sido un eco constante durante la noche: unos pedían justicia inmediata, otros exilio, y algunos, incluso, muerte. Kael no recordaba la marca que llevaba, ni su origen. Pero la piedra del Juramento no mentía.

Cuando el sol alcanzó su cenit, Serena regresó a la Sala del Espíritu. Kael estaba allí, encadenado por voluntad propia, con los ojos fijos en el fuego sagrado. A su lado, Elandra y Hadrien discutían en voz baja.

—¿Ha dicho algo más? —preguntó Serena.

—Solo que recuerda un sueño… o más bien una pesadilla —dijo Elandra—. Algo enterrado bajo sangre y nieve.

Kael alzó la mirada al verla. No había rencor en sus ojos, solo tristeza.

—Cuando era niño… fui separado de mi madre durante un asalto. Me dijeron que murió. Me crió un anciano lobo exiliado. Él me marcó para protegerme, decía… pero ahora no sé si fue protección o condena.

Serena respiró hondo.

—La marca responde a Aetheryon. Pero no tú… no tu voluntad.

—¿Entonces crees en mí?

—Quiero hacerlo —respondió ella, sincera—. Pero hay más en juego que nuestros sentimientos.

Kael bajó la mirada. Lo sabía.

Ese mismo día, un mensajero llegó desde los confines del sur: el Clan del Alba había caído. No por invasión… sino por autodestrucción. Las sombras se levantaron desde dentro, y los últimos sobrevivientes huyeron en silencio.

Una carta sellada en hueso acompañaba el informe. Serena la abrió con manos temblorosas. Decía:

“Uno de los fragmentos ha despertado el alma del lobo primigenio. Está reclamando a sus herederos.”

Elandra palideció al leerlo.

—Esto cambia todo.

—¿Cómo? —preguntó Hadrien.

—La profecía nunca hablaba solo de poder —murmuró Elandra—. Hablaba de posesión. Los fragmentos no eran llaves... eran semillas. Y ahora, están floreciendo dentro de Serena.

Esa noche, mientras Serena meditaba en la cámara lunar, una visión la sacudió:

Estaba rodeada de lobos sin ojos, que aullaban hacia un cielo sin luna. En el centro, un trono de huesos ardía, y sobre él, una figura con su rostro… pero con ojos completamente negros.

—¿Eres tú… o soy yo? —preguntó Serena en el sueño.

—Soy lo que serás si el equilibrio se rompe —respondió la sombra—. Soy la Reina Eterna. La de la Sangre y la Luna.

Serena despertó jadeando. El fuego ceremonial se había apagado por sí solo.

No estaba sola.

Una silueta emergió entre las columnas: Liora, la traidora, vestida con túnicas oscuras, viva y más poderosa que nunca.

—¿Cómo…?

—Morí, sí. Pero solo por un instante. El fragmento me revivió. Ahora soy su mensajera.

—¿Del fragmento o de Aetheryon?

—¿No lo ves? Ya no hay diferencia. Pronto tú también dejarás de ser tú, Serena.

Con un gesto, desapareció entre humo negro. Serena cayó de rodillas, comprendiendo lo inevitable:

Su poder estaba creciendo… pero su identidad empezaba a desvanecerse.

Al amanecer, convocó al consejo.

—Nos queda poco tiempo. Debemos encontrar el núcleo del tercer fragmento antes de que el alma del lobo primigenio lo reclame por completo. Yo lo portaré... pero necesito que todos estén preparados para contenerme si pierdo el control.

—¿Estás dispuesta a arriesgarlo todo? —preguntó Kael, aún atado.

—No me queda otra opción —respondió ella, con el fuego en los ojos—. Si ese es mi destino, no seré su esclava. Yo decidiré cómo termina esta historia.




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