Lazos De Sangre Y Luna

Capitulo 33: El Corazon Del Conflicto

El viento soplaba con violencia sobre la cima del Templo del Lobo. Serena, vestida con su armadura ceremonial —una mezcla de cuero negro y placas de plata lunar—, contemplaba el horizonte encendido. Más allá del Valle del Eco, las columnas de humo comenzaban a alzarse. Las facciones divididas de los clanes se habían puesto en movimiento. Algunos marchaban hacia ella; otros contra ella.

Pero no era el conflicto externo lo que la desgarraba.

Kael estaba a su lado, silencioso, como una sombra fiel… y al mismo tiempo, como una amenaza latente.

—¿Crees que lo que dijo Liora era verdad? —preguntó él por fin, su voz ronca por la tensión.

Serena no respondió de inmediato. Observaba su rostro, esa mezcla de dureza y ternura que la había conquistado. Su vínculo había resistido desafíos, guerras, incluso fragmentos oscuros del pasado. Pero lo que estaba en juego ahora no era solo su relación. Era todo su legado.

—No quiero creerlo —murmuró al fin—. Pero si lo que yace en tu sangre puede despertar... entonces debo saberlo antes que el enemigo.

Kael cerró los ojos. Un recuerdo destelló detrás de sus párpados: una visión fugaz de su madre ocultándolo entre las raíces de un bosque antiguo, y una figura encapuchada observándolo desde la distancia.

—Mi padre no era un alfa —confesó—. Era un exiliado. Nunca lo conocí. Solo escuché historias... de que era parte de algo más grande. O más oscuro.

—¿Una semilla de traición plantada hace años? —preguntó Serena, sin juicio, solo con pesar.

Él asintió.

—Si mi linaje fue utilizado para infiltrarse, ni siquiera yo lo sabría. Pero no voy a huir de lo que soy. Si tengo algo podrido dentro... ayúdame a arrancarlo.

Serena bajó la mirada, sus dedos buscando los de él. Lo sostuvo con fuerza.

—Lo haré. Pero no como reina. Como compañera.

Horas después, el Círculo de Sabios se reunió. Una tormenta se avecinaba, tanto en el cielo como en el espíritu de los clanes. Los rumores se expandían: Serena había sido corrompida por el poder de los fragmentos; Kael, un traidor oculto; los clanes menores, al borde de la rebelión.

Fue Elandra quien tomó la palabra:

—Si no sellamos estas divisiones con verdad, se convertirán en cuchillas.

Serena se puso de pie. El aura que la rodeaba crepitaba con energía. El poder de los fragmentos que poseía era cada vez más palpable.

—He convocado a todos para declarar lo siguiente: si hay una traición en mi trono, quiero verla expuesta. Si hay oscuridad en mí, la enfrentaré. Pero no permitiré que enemigos ocultos manipulen lo que tanto hemos construido.

Las miradas se cruzaron, pero el silencio reinó.

Hasta que una figura al final del templo habló.

—Entonces prueba tu sangre, Reina Alfa. Prueba la de tu compañero. Y deja que el linaje hable por sí solo.

Era Vyron. De nuevo. Pero algo en él había cambiado. Ya no estaba solo como emisario… sino como vocero de una alianza oculta. A su espalda, se alzaban los estandartes de tres clanes: el Alba Rota, los Dientes del Norte, y los Herederos del Filo.

La insurrección comenzaba.

El combate estalló en las afueras del templo. Serena no retrocedió. Con Kael a su lado, convocó a sus mejores guerreros: los Hijos de la Luna Carmesí. En medio del caos, su poder se manifestó en formas nuevas: llamaradas de plata ardían en sus manos, y cada rugido de su espíritu invocaba lobos espectrales que arrasaban con los enemigos.

Pero mientras su magia crecía, también lo hacía el desequilibrio.

Serena sentía cómo los fragmentos dentro de ella se tensaban, como cuerdas a punto de romperse. Su visión se volvía borrosa. El aire, espeso con memorias ajenas. Escuchaba voces de reinas pasadas, de enemigos antiguos, susurrándole secretos que no deseaba conocer.

—¡Serena! —gritó Kael, sujetándola cuando cayó de rodillas en medio del campo de batalla.

Ella jadeaba, los ojos enrojecidos.

—No... no puedo contenerlo por mucho más...

Kael la rodeó con los brazos.

—Entonces no lo hagas sola.

El clímax de la batalla estalló cuando Serena se alzó de nuevo. Con un rugido que sacudió el cielo, invocó el poder de los fragmentos como nunca antes. Una ola de energía barrió el valle. Los traidores fueron lanzados al suelo. El cielo se abrió, y por un instante, la luna roja se volvió blanca.

Todo se detuvo.

Los cuerpos yacían inmóviles. Los sabios miraban a la reina con asombro y temor.

Serena, temblando, bajó la mirada.

—Esto... esto no es un don. Es una advertencia.

Más tarde, en la quietud de la noche, Serena y Kael descansaban en una cueva sagrada, ocultos por Elandra. Sus cuerpos heridos, pero juntos.

—¿Qué viste cuando el poder te consumió? —preguntó él.

—Una figura... no humana. Algo que nos observa desde antes de que la luna existiera. Nos marcó. Nos dividió. Y ahora... regresa.

Kael cerró los ojos, comprendiendo por fin que su guerra no era entre clanes, ni siquiera entre lobos y humanos.

Era entre el orden de este mundo... y aquello que había existido antes de toda ley.




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