La luna, antes testigo silente, ahora ardía en el firmamento como una llama blanca entre las sombras. Serena se encontraba frente al Espejo de Sangre, el mismo que su abuela usara para sellar los secretos del linaje. Las imágenes en su superficie ondulaban, mostrando reflejos de un pasado ancestral, rostros de reinas olvidadas y lobos con ojos de fuego.
Detrás de ella, Kael se mantenía en guardia. Aún llevaba la marca, pero el sello de Serena había estabilizado su alma. Por ahora. Aunque ambos sabían que ese equilibrio era frágil. El verdadero enemigo aún no se mostraba con claridad.
Elandra y Hadrien aguardaban en las gradas del templo. Había silencio. Serena alzó la mano sobre el Espejo y pronuncó las palabras del rito prohibido:
—"Por la sangre que fundó mi linaje, por la luna que alza mi corona, exijo conocer a la Reina Eterna."
El espejo explotó en luz. Y desde los fragmentos, una figura emergió. Alta, majestuosa, con una capa de estrellas y ojos negros como la noche sin luna. Era ella. La Reina Eterna. La primera. La que había sido exiliada del tiempo.
—Al fin me llamas, Serena.
La voz era suave, pero cada palabra golpeaba como un trueno.
—Tú... eres la que susurra en mis sueños. La sombra en mis visiones.
—Soy tu principio y tu final. La sangre en tu fuerza. La grieta en tu voluntad.
Kael dio un paso al frente.
—¿Qué quieres de ella?
La Reina Eterna sonrió.
—Nada. Solo lo que me pertenece. Este linaje fue mío antes que de nadie. Y ahora que los fragmentos se han unido, puedo regresar.
Elandra alzó su bastón.
—Te sellaron por una razón. Traicionaste a tu propia sangre.
—Porque quise liberar a los nuestros de la esclavitud de la luna. La adoráis, pero ella nos maldijo con conciencia y dolor. Yo ofrecí instinto. Libertad. Pureza.
Hadrien retrocedió. Un círculo de energía comenzaba a crecer alrededor del templo.
Serena sintió su pecho arder. Los fragmentos dentro de ella vibraban, como si quisieran rendirse ante esa presencia antigua.
—No te pertenezco —dijo con firmeza.
—Eres mi eco. Te crié sin saberlo, a través del tiempo. Toda reina ha sentido mi llamada. Solo tú respondiste.
Serena cerró los ojos. Dentro de ella, escuchó a las reinas pasadas. Una a una, se alzaron como un coro invisible.
—Ella no es nuestro futuro. Tú lo eres.
Una luz brotó de su corazón. Serena extendió las manos, y los fragmentos flotaron en torno a ella, girando como satélites.
La Reina Eterna frunció el ceño.
—Si me niegas... traeré la oscuridad sobre este mundo.
—Entonces tendrás que pasar sobre mí.
El choque fue brutal. Magia antigua contra el poder del presente. Serena luchaba no solo con fuerza, sino con legado. Cada golpe era respaldado por las almas que la precedieron. Kael, Elandra y Hadrien formaron un círculo de protección, sellando el templo para evitar que el caos se expandiera.
Finalmente, Serena arrojó el último fragmento hacia el cielo, fusionándolo con su sangre. La luna rugió. Y el cuerpo de la Reina Eterna comenzó a desvanecerse.
—Esto no es el final —susurró mientras desaparecía—. Yo nació antes del tiempo. Y el tiempo siempre vuelve.
Cuando todo terminó, el templo quedó en ruinas. Pero Serena seguía en pie.
Había ganado. Por ahora.
Pero sabía que el precio de su victoria aún no se había revelado.