Lazos De Sangre Y Luna

Capitulo 52: El Forastero

La madrugada era espesa y sin estrellas cuando Sariah sintió una presencia nueva acercándose al templo. El viento no la anunciaba, pero el Árbol del Tiempo sí. Una de sus ramas más antiguas vibró con una nota baja, como una campana amortiguada. No era un aviso de peligro, sino una advertencia antigua: algo viene… que no ha pisado estas tierras en siglos.

Sariah descendió sola por el sendero de piedra. Vestía una capa azul oscuro, sus dedos rodeaban el bastón de memoria. Nadie debía acompañarla. Algo en su sangre le decía que esta aparición estaba atada a ella directamente.

Al llegar a la colina de los primeros guardianes, lo vio.

Un hombre, de pie, envuelto en una túnica gastada, bordada con símbolos de una lengua que ya no se enseñaba. Su cabello era oscuro con mechones blancos a los lados, y sus ojos… eran dorados como la luna eclipsada.

No había duda. Era un lobo ancestral.

—¿Quién eres? —preguntó Sariah con tono firme, sin agresión.

—Uno que debió morir hace siglos, pero no lo hizo —respondió él—. Uno que fue desterrado… por Serena Thorne.

Sariah dio un paso atrás. Sintió un estremecimiento profundo. El nombre vibraba dentro de ella como un tambor distante.

—Eso es imposible. Todos los traidores del primer pacto están muertos.

—¿Y quién decide qué es la muerte? —preguntó él, acercándose un paso.

El viento cesó. Incluso los pájaros callaron.

—Mi nombre es Tharos. Fui el protector del fragmento sellado de Serena… y también su ejecutor cuando su mente comenzó a fracturarse.

—¿Por qué vienes ahora?

—Porque sentí cuando ella apareció en ti. No en tu cuerpo, sino en el fuego de tu alma. Y también sentí cuando la otra parte —la Portadora— empezó a devorar lo que queda del mundo.

Sariah lo estudió. No percibía odio, pero sí una tristeza milenaria.

—¿Vienes a ayudarme?

—Vengo a redimirme —respondió él—. Lo que la Portadora busca… no es poder. Es retorno. Quiere encarnar nuevamente, y para ello necesita tu cuerpo y tu nombre. Pero lo que nadie sabe… es que hay un cuarto fragmento, uno que ni Serena ni la Portadora alcanzaron jamás.

Sariah frunció el ceño.

—¿Qué fragmento?

—El fragmento del juicio. El que fue creado cuando ella se dividió, pero que nunca perteneció a ninguna de las dos.

—¿Dónde está?

Tharos miró hacia el norte. Hacia el límite del mundo.

—Sellado en las grietas de los Primeros Ecos, bajo la arena del tiempo. Lo oculté con mi propia sangre y condena. Y ahora… es tuyo por herencia.

Sariah sintió el peso de la historia aplastándole los pulmones.

—¿Por qué confiar en ti?

—Porque si no lo haces, la Portadora ganará. No por fuerza, sino porque nadie tendrá la verdad completa. Ni tú. Ni ella.

Un rayo cruzó el cielo sin tormenta. El árbol del templo agitó sus ramas.

Sariah lo supo entonces.

Este aliado no era deseado. No era puro.

Pero era necesario.

—Prepárate, Tharos. Mañana partimos al norte.

Él inclinó la cabeza.

—Entonces, que la tierra nos recuerde. Porque pronto… la última llave será desenterrada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.