La semana de exámenes ha sido demasiado pesado, debo acostumbrarme a pasar dos semanas seguidas en estas pruebas. Evaluna me ha dejado mensajes y llamadas, en estos momentos no quiero lidiar con ella.
Como dicen por ahí, sigo resfriada por todo el asunto.
Apenas voy por la segunda taza de café para enfrentar el día, no he encontrado las fuerzas necesarias para levantar la cabeza y seguir adelante. Solo estoy arrastrándome en el camino.
Cada vez duele más que la última vez, es como un vacío que no llega a su final.
El clima esta frío, cada ráfaga de viento azota las hojas de los árboles. Contemplo las hojas cuando estas caen, ese color marrón, naranja y amarillo; muy característico del otoño hace que mi alma este melancólica. De vez en cuando recibo mensajes de mamá, pero en ellos puedo notar que mi hermana no le contó lo ocurrido y prefiero mantenerla en la ignorancia del ambiente del internado.
A veces es inevitable no plantearme escenarios totalmente distintos a mi realidad ¿Qué pasaría si no hubiera conocido a Stacy? ¿Cómo hubiera sido estos cuatro años de secundaria sin haberme metido en líos? ¿Qué sería de mi sin toda esa mierda?
Preguntas que no tendrán respuestas, porque no es lo que escogí hacer. Y sé que aún tengo mucho karma que pagar.
Una mujer con cabello de tonos rubios oscuros y claros se acerca a mí, sacándome de mis pensamientos — Y el destino nos volvió a encontrar mi querida, Cheli.
Arqueo una ceja por su comentario, la había visto en la mañana y sigo sin creer su audacia en hablarme. Supongo que no hay nada malo en tener a un profesor de aliado.
— Dirás que tú me encontraste.
— Solo ocupe ayuda de las cámaras de seguridad del internado. — Especta —. Estaba en dirección y casualmente me pidieron el favor de encontrarte porque necesitan que estés ahí.
Bajo la ceja arqueada mientras un suspiro irritado se me escapa.
— Si es por Rebekah, no pienso ir a dirección.
Ahora ella es la que arquea una ceja — ¿Quién es Rebekah?
— Larga historia…
— Creo que te va agradar. — Comenta con cierto tono juguetón —. Y si me equivoco, me buscas en la clase de filosofía después de que acabe tu horario.
Me quedo viéndola fijamente mientras un leve fruncido se asoma en mi rostro — Pero… las de penúltimo año de bachiller no recibimos filosofía, aún… — Lo digo en un susurro.
— Eso no importa. — Especta —. ¿Vamos o no? — Cuestiona la joven.
— ¿Cuántos años tienes? — Le pregunto.
— Tengo veinte. — Responde a mi pregunta.
— Tan joven y tan mandona. — Especto tomando mis cosas para seguir a la profesora hasta la dirección.
— Tengo mi encanto. — Se defiende con una risita que resulta ser agradable.
¿Quién rayos va a necesitarme en dirección? Puede que la directora para ir al tanto de como he estado pagando lo del video que se proyectó en el gimnasio, aún tengo la espina de cómo llegó a manos del proyector. A estas alturas no me sorprendería que se trate por una traición que llegara ese video a proyectarse ante todo el internado, incluyendo profesores.
Solo pido en lo más fondo de mi ser que no se trate de una orientadora y mucho menos de la misma encargada de decirme la traición de mi dichosa mejor amiga.
En el camino escucho risas de Katia, la secretaria ¿De qué se estará riendo? Necesito el chisme para reírme también, a ver si así mejora mi día. Sigo los pasos de la profesora que me llevan a la sala de estar.
Dios por favor que no me llamen para ayudar a organizar fiestas, pronto será la fiesta de Halloween. Donde a muchos profesores se les va a salir los ojos.
Así como se puede poner Radio Disney en las clases de religión, también se puede celebrar el evento más oscuro del año.
Contengo el aliento ante lo que estoy viendo.
No puede ser, esto no puede ser real. Que alguien me pellizque para verificar si no estoy alucinando.
Su sonrisa es atrapante al igual que su presencia, no me lo espere para nada, pero el alivio que siento en mi pecho me da todo lo que necesitaba. Una sonrisa en mis labios se dibuja al ver lo que tengo en frente mío y me acerco para abrazarlo.
— ¡Jack! ¿Cómo, cuándo llegaste? — Le pregunto en tono de emoción, mientras me alejo un poco en el abrazo.
— Llegue hace poco, pulga — Responde con una sonrisa, pero se le escapan risas —. También me alegro de verte.
— Bueno los dejare, debo ir a trabajar. —Dice la profesora de filosofía y Katia.
Esta primera me guiña el ojo antes de irse, por alguna extraña razón eso provocó que me ruborizara.
— Se me hace increíble que hayas regresado y que no me hayas dicho nada. —Especto.
— Quería que fuera una sorpresa, amor. — Se justifica —. No te molestes ¿sí? — Sugiere en un tono suave para acercarse a mí.
No me sorprende que tome esa cercanía conmigo, pero suelo poner una barrera con sus muestras de cariño, por lo que me alejo antes de que se acerque de nuevo.
Debí ser un gato en otra vida…
— Esta bien. — Contesto para luego preguntarle a mi amigo lo siguiente —. ¿Quieres tomar café? Debemos ponernos al día y será largo.
— Por supuesto. — Continua mi juego —. ¿En qué te metiste, señorita? — Cuestiona.
— Hasta cierto punto te sorprenderás de que no fui yo la que comenzó. — Le contesto mientras me acerco a la mesita donde se ubica un teléfono inalámbrico para pedir café.
Necesito mi tercera taza del día para contarle todo lo ocurrido desde que se fue. Tras una larga conversación donde ambos contamos los sucedidos ocurridos en estos meses, la expresión en su cara me demuestra alivio de que crea en mis palabras, pero también esta horrorizado por lo que estoy metida.
— Sabes que ese problema te va a afectar a ti y a las involucradas en algún momento ¿no? — Especta.
Suelto un suspiro ante sus palabras, tiene razón y sé que no estaré lista para cuando me entere de muchas cosas más. Tan solo pensarlo, me cansa.