Narrador obmiciente
El sol se alzaba sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. En el claro del bosque, un ambiente de celebración envolvía a las amigas y a sus recién nacidos. Las risas resonaban mientras los pequeños, iluminados por la energía de sus madres, comenzaban a despertar en un mundo lleno de promesas.
Esmeralda, junto a Aelion, observaba con ternura cómo cada uno de los bebés jugaba en el césped, explorando su entorno con curiosidad. Era un día especial, pues el universo parecía conspirar para otorgarles regalos únicos, bendiciones que resonarían a lo largo de sus vidas.
Mientras los niños jugaban, un suave brillo comenzó a emerger de la esfera mágica que habían descubierto en el bosque. Aelion se acercó, sintiendo la poderosa energía que emanaba de ella.
—Esmeralda, parece que el universo quiere honrarlos —dijo, mirando a los pequeños con admiración.
Esmeralda sintió un escalofrío de emoción. Con un gesto, invitó a las madres y a sus hijos a acercarse. La esfera brilló intensamente, y de repente, pequeñas luces comenzaron a desprenderse, flotando suavemente hacia cada uno de los bebés.
Primero, la luz dorada se posó sobre el hijo de Flora. Cuando tocó su frente, el niño comenzó a brillar intensamente. Una risa resplandeciente salió de su boca, y en ese momento, un pequeño arbusto floreció a su lado, cubierto de flores doradas. La naturaleza había respondido a su luz, prometiéndole una conexión especial con el reino vegetal.
—¡Mira! —exclamó Flora, con lágrimas de alegría en los ojos. —El regalo del universo es su conexión con la naturaleza.
La luz suave y cálida que rodeaba a la hija de Mia pronto iluminó su piel. A medida que la esfera tocó su corazón, un suave canto de aves resonó en el aire, y las flores a su alrededor se inclinaron hacia ella, como si la adoraran. Era el don de la armonía, un regalo que le permitiría comunicarse con las criaturas del bosque.
—¡Es perfecto! —dijo Mia, admirando cómo su hija sonreía con un brillo especial en sus ojos.
Luego, la luz que rodeaba al pequeño guerrero de Angelina se transformó en una brillante espada de luz que se materializó a su lado. Cuando la esfera le tocó, una aura de valentía y fortaleza lo envolvió, llenando el claro con un sentido de protección y poder.
—¡Bienvenido, valiente! —gritó Angelina, sintiendo que su hijo estaba destinado a ser un protector del reino.
La pequeña de Helen, al recibir su regalo, comenzó a emitir una luz azul que irradiaba calma. Las hojas de los árboles se movieron suavemente, creando una melodía serena. La conexión de su hija con el agua prometía sanación y tranquilidad, una luz que calmaría las tormentas de sus vidas.
—¡Qué regalo tan hermoso! —exclamó Helen, acariciando el cabello de su pequeña.
Finalmente, el príncipe de Tin recibió su regalo: una chispa de luz verde se transformó en una corona de hojas brillantes sobre su cabeza. La conexión con la luz y la luna, y la alegría que irradiaba prometían que sería un faro de esperanza para quienes lo rodeaban.
Las madres sonrieron, emocionadas y llenas de amor por sus hijos. A medida que los pequeños exploraban sus nuevos dones, una energía de unión y esperanza se consolidaba en el claro.
Esmeralda, conmovida, sintió que el universo realmente les estaba enviando un mensaje. Con Aelion a su lado, sabía que el amor que habían cultivado florecería, iluminando su camino hacia el futuro.
La Fiesta de los Dones
La noticia de los dones del universo se extendió rápidamente entre los habitantes de los Reinos. Los aldeanos, al enterarse de los milagros sucedidos en el claro del bosque, decidieron organizar una gran fiesta en honor a los nuevos guardianes. El ambiente se llenó de anticipación, y todos se unieron,tanto brujas,vampiros,hombres lobos y ninfas para celebrar la llegada de las nuevas vidas que llevarían esperanza a su hogar.
La plaza del castillo se adornó con cintas de colores, flores brillantes y luces mágicas que danzaban en el aire. Los aldeanos prepararon banquetes con deliciosos manjares, y la música resonaba mientras la gente se reunía en un ambiente festivo.
Esmeralda y Aelion llegaron al castillo con los bebés en brazos, radiando felicidad. Las amigas se reunieron, sus corazones llenos de amor y alegría al ver a sus pequeños rodeados de tanto cariño.
Mientras los niños jugaban, los aldeanos se acercaron para conocerlos. Con cada sonrisa, los bebés respondían con risas y destellos de luz, iluminando el corazón de quienes los rodeaban.
El alcalde del pueblo, un anciano de larga barba blanca, se acercó con un gesto solemne.
—Hoy celebramos no solo la llegada de estos pequeños, sino también la luz que traen a nuestro reino —anunció, levantando su copa en un brindis. —Que crezcan fuertes y sabios, y que siempre protejan lo que amamos.
Las madres se sintieron conmovidas por las palabras del alcalde. Esmeralda, observando el brillo en los ojos de su amiga Flora, sintió una profunda conexión con sus compañeras. Cada una de ellas había luchado para llegar hasta aquí, y ahora veían sus esfuerzos reflejados en la alegría de sus hijos.
La fiesta continuó con bailes, juegos y risas. Aelion tomó la mano de Esmeralda, y juntos se unieron a los bailes, sintiendo la energía del amor y la luz que los rodeaba. Los niños, con sus nuevos dones, iluminaban el ambiente de maneras inesperadas. El hijo de Flora hacía florecer plantas a su paso, mientras la pequeña de Mia con sus risas juguetona atraia melodías que atrajeron a los pájaros, llenando el aire con armonía.
Angelina y Helen, al ver a sus hijos jugar juntos, sonrieron, sintiendo que habían forjado un lazo irrompible entre ellos. El pequeño guerrero de Angelina mostró su valentía al ayudar a los demás en juegos de carreras, mientras la hija de Helen mantenía la calma, asegurando que todos se divirtieran sin conflictos.