Lazos kármicos

Confusiones

Fue un mes realmente pesado para Xuan. Él ya estaba acostumbrado a salir con sus amigos a vagar por las calles, buscar dinero asustando a algún transeúnte o peleando con alguna pandilla rival. Pero Qi Bowen, un joven 4 años mayor que él y que era el líder de su pandilla, estaba en espera de juicio y sin él, el resto de la pandilla se sentía perdida. Adicionalmente, Xuan estaba siendo constantemente vigilado, era obvio que su tío Peng enviaba policías a visitarlo repentinamente, quizá buscando un pretexto para meterlo en la correccional. Se vio obligado a conseguir un trabajo de medio tiempo en un restaurante por las tardes y por las mañanas atendía una gasolinera. Estaba a solamente un año de terminar la preparatoria y no tenía intención de ingresar a una universidad, así que pensó que lo mejor era hacer algo de dinero y largarse de Pekín. Por otro lado, trataba de estar en casa lo menos posible, pues procuraba no lidiar mucho con Milagros.

Pero era inevitable encontrarse con ella por las noches y de nuevo le resultaba confuso, Milagros apenas si le dirigía la palabra, se la pasaba estudiando casi todo el tiempo, pero, noche tras noche, ella siempre le tenía la cena preparada. Al principio era comida rápida, pero poco a poco ella fue aprendiendo a comprar en las tiendas de los alrededores y hacía platos cada vez más elaborados. Y no era sólo eso, le encontró un par de recetarios de comida tradicional China y le parecía que lo hacía más por darle gusto a él.

Iniciaron clases, así que Xuan dejó el trabajo en la gasolinera. Se preparó para el primer día de clases, esperando quizá que Milagros quisiera ir junto con él a la escuela. Eso le resultaría muy molesto así que se preparó para ser grosero con ella, quizá decirle que caminara 5 pasos atrás de él, o alguna frase que la humillara. Pero, para su sorpresa, Milagros sólo dejó una pequeña lonchera en la mesa indicando que ahí estaba su desayuno y se retiró primero. No lo esperaba, desde que murió su madre él jamás había llevado desayuno casero a la escuela, su padre lo solucionaba todo con darle dinero y nada más. Abrió la caja viendo unos dumplings algo mal hechos, pero al probar uno, el sabor era realmente delicioso.

Se apresuró a salir y caminó a grandes trancos para rebasar a Milagros quien ya le adelantaba por un par de cuadras, pensando que quizá ella querría caminar a su lado, pero no fue así, ella estaba con la mirada fija en el río. Pasó a un lado de ella y parecía que ni siquiera lo notó, un poco confundido, Xuan se detuvo unos pasos adelante con el pretexto de amarrar su agujeta y entonces la vio bien, ella mantenía una mirada muy diferente, ya no estaba ceñuda, esbozaba una sonrisa, pero triste, era como si en el río hubiera algo que ella anhelaba más que nada en el mundo.

Y así fue a diario, ella nunca lo esperaba, a veces salía antes, a veces después de él, simplemente no le interesaba ir a su lado y, como les tocó en salones diferentes y él de ahí se iba al restaurante a trabajar, no coincidía con ella en ninguna otra ocasión, pero nunca faltaba que ella lo acompañara noche tras noche en la cena, sin dirigirle la palabra más que para pedirle su opinión sobre lo que tenía que mejorar en sus platillos.

Los domingos Xuan solía salir a buscar a Xiao Geyang, a quien consideraba su mejor amigo. Geyang también era parte de la pandilla, un joven de 27 años, corpulento y muy fuerte, pero con un problema mental que lo mantenía en la inocencia e ingenuidad de un niño. Geyang se había liberado de la cárcel por su condición y ahora trabajaba como cargador en una fábrica.

―¿Has sabido algo de Bowen? ―preguntó Xuan. Geyang negó con la cabeza.

―Lo último que supe fue que la víctima salió del hospital y no regresó a levantar cargos, me dicen los muchachos que quizá eso ayude a que salga libre.

―Eso espero. Aunque es posible que no pueda volver a reunirme con ustedes ―Xuan suspiró― Mi tío me tiene vigilado constantemente y sólo está esperando que dé un paso en falso para mandarme a la correccional, o quizá a prisión cuando cumpla la mayoría de edad. Me urge terminar el colegio intermedio para poder cobrar el fideicomiso que me dejó mi abuelo y largarme de aquí.

―¿Qué hay de la universidad? ―preguntó Geyang.

―¿Me imaginas a mí en la universidad? ―reclamó Xuan.

―A decir verdad, sí. Yo… quisiera ser al menos la mitad de inteligente que tú, si lo fuera, no habría entrado en la pandilla, me habría dedicado de lleno a la escuela. Pero soy idiota, desde niño lo he sido, sólo tengo dos alternativas, ser obrero o ser delincuente ―Geyang miró hacia el cielo―. Nunca podré aspirar a tener pareja o a tener una casa, estoy condenado a vivir por siempre en la cueva.

Era la primera vez que Xuan escuchaba a su amigo hablar de ese modo. Sabía que había sido un niño maltratado y que huyó de casa siendo adolescente por no ser capaz de continuar en la escuela. Consiguió trabajos mediocres con lo que se consiguió rentar lo que en su país conocían como “departamento ataúd”, lugares tan pequeños que apenas cabía un camastro y un retrete, hasta una celda en la prisión era más grande que ese lugar al que Geyang llamaba “la cueva”, sin embargo, siempre lo escuchó sentirse orgulloso de ser independiente. Bowen, el líder de la pandilla, lo conoció en una fábrica y lo convenció de unirse a él ya que Geyang era muy alto y atlético, pero a veces Xuan pensaba que Geyang no encajaba en absoluto en ese ambiente delictivo.

―Yo te envidio mucho, todo lo sabes y aprendes muy fácil ―continuó el infantil joven―. Xuan… ―Geyang se inclinó ante él―, hazlo por mí, por favor. Cumple mi sueño de ser alguien y… quizá cuando seas rico, me puedas contratar como tu guardaespaldas.



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En el texto hay: magia negra, mafias, brujeria

Editado: 16.05.2024

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