AMELIE 💥
Cállate, por favor. ¡Cállate!
Sé libre, Amelie. Libérate de la cárcel en la que te encuentras.
Sabes que lo deseas.
Es hora de que seas quién eres en realidad, no la versión que te han obligado a ser.
Los susurros no me han dejado tranquila desde la noche y se han ido intensificando desde la madrugada. Creí que había liberado toda la magia negra en el claro, pero me había equivocado, y ahora está quiere hacer de las suyas.
Ven a mí, Amelie.
Vuelve a tu verdadera naturaleza.
Salí de la cama, aun no amanecía, pero no me importaba, debía deshacerme de la magia en este momento. Antes de que sea demasiado tarde.
Me vestí con el uniforme para después salir sigilosamente de mi habitacion, bajé las escaleras asegurándome que nadie me viera, aunque dudaba que hubiera alguien despuesta a esta hora; corrí por el patio de la escuela en dirección al bosque. Atravesé parte del bosque tan rápido como mis piernas me lo permitieron hasta llegar al claro de agua de la otra vez.
Los susurros no dejaban mi mente tranquila y me hacían perder la paciencia. —¡Ya cállense!
Dos pequeños arbustos que estaban a ambos lados de mi se incendiaron con fuerza, rápidamente agité las manos sobre ellos para detener el fuego de golpe. Algo está mal. Muy mal.
Respiré profundamente mientras recordaba las palabras que mi familia solia decirme desde pequeña para calmarme.
“Eres más fuerte de lo que crees, corazón. Nunca lo olvides.”
“No dejes que la oscuridad te consuma, cariño.”
“Tú puedes contra esto, sobrinita. Siempre has podido y siempre podrás.”
“Siempre has sido una guerrera, pequeña, y esta batalla la vas a ganar”
Ojalá estuvieran aquí para ayudarme, para abrazarme y para consolarme.
—¡¿Qué es lo que quieres de mí?!— grité mientras las lágrimas de rabia brotaban de mis ojos.
Quiero que seas tu misma. Nada más. Hacerte la victima nunca ha sido lo tuyo, no es momento que lo hagas ahora.
Te odio.
Odiarme a mi es odiarte a ti misma.
Y eso es exactamente lo que hago, odiarme. Odio mi vida. Odio vivir de esta forma. Odio ser una abominación de la naturaleza. Odio ser una hereje. Odio ser el monstruo que dicen que soy.
Lo sé, y por esto te lo digo. Te odio.
Miré mis manos, estaban tan pálidas que parecían papel y mis venas se veían perfectamente en ellas, solo que su color era perturbante. De repente mis dedos comenzaron a chispear en colores rojos y naranjos para después crear dos grandes llamas de fuego.
Me acerqué al claro y con furia hundí mis manos en la orilla del agua, las manos me ardieron con fuerza, sacándome algunas lágrimas.
No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero el sonido y olor de alguien capto mi atención, pero no me moví. Mis poderes estaban tomando el control y debía evitar cualquier tipo de desastre. Aunque fuera casi imposible.
Un extraño escalofrió me recorrió la espalda.
—¿Amelie? — la voz de Rainer llegó a mis oídos.
¿Por qué estás aquí?, pensé. Me quedé quieta, sin hacer ningún tipo de señal de que lo había escuchado, pero la respiración se me agitó sin razón.
Lo sentí acercarse—. Amelie, ¿estás bien?
—Vete— mi voz salió ronca, fría y quejumbrosa.
—No, no me iré— contestó él.
Mis poderes vibraron por mi cuerpo como una ola, una sensación tan extraña como maravillosa. Los susurros aún estaban ahí pero ahora me pedían algo, algo que no me habían pedido desde hace tres años.
Rainer. Rainer. Rainer.
Acércame, tócame. Acércalo, tócalo.
Definitivamente hay algo extraño.
—¡He dicho que te vayas!
La tierra debajo de mi comenzó a moverse con fuerza, ¡Dioses!, si sigo asi podría crear un terremoto. ¡Mierda, mierda y más mierda!
—¡Y yo te dicho que no me iré! — gritó Rainer en respuesta.
Se agachó junto a mí, y unió sus manos con las mías, enterrándolas en el claro. Lo miré a los ojos, fijándome en el color tan intenso y profundo de café que tenían, su mirada preocupada me enterneció el corazón. La tierra dejó de moverse y sentí mis poderes relajarse de a poco.
Quédate conmigo, Rainer.
—Rainer— la confusión en mi voz fue notoria.
Unas inexplicables ganas de tocarlo me invadieron de pies a cabeza.
—Tranquila, preciosa— sentí cosquillas en el estómago al escucharlo llamarme así.
Me lancé hacia él sin poder resistirlo, rodeando su cuello con mis brazos y dejando que mi cuerpo se aproximara al de él.
Tener a Rainer asi de cerca me había calmado por completo, y no me importaba que nuestras piernas se estuvieran mojado o que nuestros uniformes quedaran embarrados, todo lo que me importa en este momento es tener así de cerca al chico de ojos castaños y sonrisa encantadora. Sentí sus fuertes brazos rodear mi cintura, acercándome más hacia su cuerpo, el calor que emana es tan agradable que no quiero alejarme de él nunca más. Cuando su cara se escondió en el hueco de mi cuello, por poco y no me derrito en sus brazos, su aroma llegó a mí de una manera abrumadora pero deliciosa.
Cítricos con un toque de picante, un aroma exquisitamente embriagador.
Nuestras respiraciones aun alteradas se habían logrado sincronizarse, con delicadeza aferré mis manos a su nuca, lo sentí estremecerse levemente bajo mi tacto. Él comenzó a dibujar círculos en los costados de mi cintura, haciéndome sentir miles de mariposas en el estómago. No pude evitar suspirar.
—¿Co....como hiciste eso?
Lentamente moví mis manos desde su nuca a sus hombros sin dejar de tocarlo, simplemente me negaba a dejar de sentir su calor. Sus manos se quedaron en mi cintura y no me quejaba.