Lazos Oscuros [libro 1]

33.- El apellido maldito

AMELIE 💥

Suspiré. — Hola, papá.

Aaron Steinfield; quien había mantenido el semblante serio y la vista fija en mí, sonrió.

—Hola, corazón— abrió los brazos, invitándome a ellos.

Volver a sentir los brazos de mi padre rodearme el cuerpo es una de las mejores sensaciones que me ha pasado en estos dos años. Dos malditos años alejados de él, de mamá, me toda mi familia. Desde que entré en Silverstone, solo las vacaciones de mi primer año logré pasarlas con ellos, en un pequeño pueblo costero donde nadie nos conocía. Después las cosas se complicaron, y me dieron la noticia de que no podría pasar el resto de las vacaciones con ellos por seguridad, así que me enviaban con los Kenner; mi familia materna, o en ocasiones demasiado extremas con Uma; la mejor amiga de mamá. Greg e Isaiah solían visitarme durante las vacaciones, pero no pasaban más de cinco días conmigo.

Es algo que no podía contarle a nadie, y a pesar de poder habérselo dicho a Rainer, no lo hice; por un tema de no querer recordarlo constantemente, me era más fácil evitarlo.

El hombre me apretó con fuerza contra su cuerpo, besando mi cabello. — Mi hermosa hija— susurró acunando mi rostro—. No te imaginas cuanto necesitaba esto. Ver, oírte y abrazarte.

Mis ojos se cristalizaron. ¡Dioses!, había extrañado tanto a mi familia, y ahora parte de ella está aquí, frente a mí.

—Amelie— dijo una voz femenina.

—Mamá— susurré y corrí hacia ella.

La mujer castaña me recibió en sus brazos, apretándome con la misma fuerza que papá. La escuché suspirar de alivio cuando me tuvo entre sus brazos, dándole gracias a la Diosa Luna por verme bien. Papá se acercó a nosotras. Acarició mi cabello mientras se paraba a un lado de mamá, mirándonos con una leve sonrisa. Las lágrimas cayeron por mis mejillas al separarnos.

—Mi pequeña y hermosa lobita— mamá secó mis mejillas—. No sabes como me alegra verte, poder sentir su aroma de nuevo.

—Y ustedes no se imaginan cuanto los extrañé, a todos— los miré a ambos. Mi cerebro reaccionó a todo lo ocurrido—. ¿Qué hacen aquí?, ¿Por qué están aquí?, ¿Qué está pasando?

—¡Auch!, vaya forma de recibir a tus padres, menos mal nos extrañabas— papá sonrió divertido.

Un clásico de su parte, usar el humor pesado en cualquier situación.

—Creo que sabes por qué estamos aquí— mamá inclinó la cabeza, buscando algo en mi rostro o mirada, un clásico de ella—. ¿Por qué lo hiciste, Amelie?

Me mordí el labio, nerviosa; no cabe duda de que ya saben lo de la magia negra, lo que significa que me he ganado un cupón para el regaño más grande de mi vida. ¡Señores del Sol y la Luna, no me abandonen!

Miré hacia atrás, todos mis compañeros y amigos estaban estupefactos, al igual que los cazadores. Demasiadas cosas me cruzaron por la cabeza en ese momento.

—Juro que les explicaré todo, pero antes, papá— tomé su mano—, necesitamos tu ayuda con algo urgente.

Lo llevé conmigo hasta estar frente al director. El hombre canoso al ver a mi padre de frente hizo un pequeño asentimiento de cabeza a forma de saludo. Noté el movimiento de los cazadores a nuestras espaldas.

—Cometieron un error al venir a Golden Valley— comentó el cazador Gisbert apuntando a papá con la ballesta —. Sobre todo, tú, Lobo Steinfield.

El mencionado observó al cazador para después mirar la ballesta cargada, alargó la mano para tocar la flecha que tenía el arma y de un tirón la sacó. Comenzó a juguetear con ella entre sus dedos.

—Deberías mejorar tus técnicas de intimidación y amenaza, cazador— contestó de forma calma—. Con esa frasecita no intimidarías ni a un cachorro— contuve la risa.

—¿En qué posición crees que estás?, este no es tu territorio.

Papá avanzo unos pasos hacia él, logrando que este retrocediera sin quitarle la mirada de encima. Noté como Lauren se puso alerta.

—¿Estás seguro de eso? — cuestionó el rubio.

La ballesta en las manos del hombre voló a las manos de mamá.

—Gracias, Zada— comentó mamá mirando a la rubia.

—Cuando quieras— la rubia le sonrió.

Había estado tan emocionada de ver a mamá y papá que no había notado la presencia de tía Zada y Gregory. La mujer rubia me miró con una sonrisa y me guiño un ojo con complicidad. Sonreí.

—Solo un pequeño y amigable recordatorio, pequeño cazador— su acento burlesco volvió a aparecer —. Este territorio me pertenece desde mucho antes que tu vis abuelo aprendiera a babear, así que eres tú el que debería andarse con cuidado.

—Aaron— habló mamá, mirando a papá.

—Debes haber escuchado que, a diferencia de la reina de mi imperio, yo no soy piadoso— se acercó hasta quedar frente al cazador —. Así que considérate afortunado de que ella y mi hija estén aquí.

El cazador se quedó mudó, solo siguiendo al hombre con la mirada. Papá volvió a mi lado, tomó mi mano.

—Atenderé el problema urgente que quiere mi hija, y después me encargo de ti— sentencio papá mirando al cazador—. No te muevas.

Warburn nos miraba confundido.

—La sangre híbrida de papá puede curar a los licántropos mordidos— explique —. Podemos salvarlos a todos.

El hombre nos miró, para después asentir. Antes de ir a la enfermería miré a mis amigos. Estaba sorprendidos por los sucesos, mientras que Rainer estaba más bien contraído; está claro que él tampoco se esperaba conocer a mis padres tan de sorpresa y de este extraño modo. Le susurré que se quedara aquí, vi como Greg se acercaba a él.

Ya en la enfermería, papá dio una gran muestra de su sangre para dársela a los chicos y chicas heridos; la señora Truman junto a un par de profesores le dieron de beber un poco de la sangre. Las heridas de mordidas comenzaron a cerrarse lentamente en los licántropos que ya habían bebido el líquido rojo. Nos quedamos ahí hasta ver como hasta la última gota de sangre fue administrada, en cuando la señora Truman dejó la bolsa vacía de la muestra de papá, la incineré.



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En el texto hay: demonios, licantropos, brujas

Editado: 31.12.2022

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