AMELIE 💥
—Otra vez, y no se contengan— dije viendo a Kelsey, Zada y Bastian.
El vampiro y las brujas me miraron con indecisión, pero no cambiaría mi petición ni mis palabras.
Me até mejor el cabello a la espera de que tomaran posiciones de ataque. Los entrenamientos se habían vuelto una rutina para nosotros en estos días, además de ser la excusa perfecta para liberar mi estrés y habilidades.
Pero mi familia no lo ve de la misma forma que yo.
—Cariño, no creo que...— comenzó Bash, pero lo corte.
—¡He dicho que otra vez!
La magia me estaba recorriendo el cuerpo a gran velocidad, mientras las palabras de Eleonor no hacían más que resonar en mi mente. " Debes arder en el infierno", "Rogaras que te matemos", "Sangre que será derramada por tu culpa", no dejaría que nadie saliera lastimado por mí, derrotaría a mis abuelos, les daría la paz que siempre han deseado mi padre y tíos, limpiaremos el nombre que por ellos se ensucio.
Zada y Kelsey comenzaron a atacarme con magia mientras Bash me lanzaba pequeños pero filosos dardos de plata, comencé a atacar y esquivar los ataques. Telequinesis, piroquinesis y hechizos de ataque ofensivo era todo lo que hacía, me había auto convencido de no usar mi don de control en mi familia (a pesar de que fuera bastante útil). Con u movimiento rápido semi aturdí a Zada para enfocarme en Kelsey y Bash. El vampiro corrió hacia mí, intentando atraparme, pero di una voltereta rápida para esquivarlo, le lance un hechizo de expulsión para alejarlo unos metros, Kelsey aprovecho mi distracción para golpearme con un hechizo, caí de rodillas al suelo.
Acábalos.
Tu cállate.
Zada se paró a un lado de la castaña y juntaron sus manos mientras que con las libres apuntaban en mi dirección, el dolor en mi cabeza fue inmediato. Vi como Bash tomaba alguno de los dardos del cinturón de armas que traía. Mire a ambas mujeres con una sonrisa.
—Auderet contradicere— ambas se agarraron la cabeza al recibir los efectos de su propio hechizo.
Bash estaba jugando con los dardos en sus dedos. —Buena jugada, ojitos de fuego.
Lo mire con diversión, tenía más que claro que mis ojos estaban rojos, últimamente se me tornan sin razón aparente, pero no me vuelvo una maníaca de la destrucción como antes.
Bash comenzó a lanzarme las dagas a mayor velocidad que antes, algunas me rozaban los brazos haciéndome ligeros cortes, pero estos se curaban a los segundos, como siempre. Algo que siempre me ha gustado de entrenar con mi familia es que no se contienen en absoluto, y no hace la diferencia por ser su hija o sobrina; son igual de fuertes y osados que con sus enemigos— o eso quiero creer, pues sé de sobra lo despiadados que han llegado a ser.
Sin darme cuenta una de las dagas me hizo un corte en la mejilla, y ardía un poco, me limpié la línea de sangre que se había formado antes de que la herida sanara.
—¿Te ha dolido, pequeña sobrina? — la sonrisa burlona del menor de mis tíos se hizo presente en sus labios.
Típico de Bastian Steinfield, bueno de todos los Steinfield.
Con un hechizo hice que la daga volara a mi mano, lo miré con osadía y la lancé lo más rápido que pude.
—¿Te ha dolido, pequeño tío? — Bash llevó su mano a su mejilla, donde la daga le había hecho el mismo corte que a mí. Se limpió con el dorso de la mano la herida apenas sangrante.
—Siempre tan atrevida— rió —, al menos eso heredaste de mí.
Corrí rápidamente hacia el vampiro para volver a luchar, de reojo vi que Zada y Kelsey se estaban recuperando de su hechizo, así que les lancé un hechizo aturdidor para mantener un tiempo más fuera de pelea. Es más fácil lidiar con uno que con tres. Bash esquivaba con agilidad y destreza cada golpe que intentaba propinarle, la igual que yo los de él, como si nuestra pelea hubiera sido coreografiada por los mejores coordinadores de pelea de las películas de acción.
En su momento de distracción al escuchar a voz de Kelsey, aproveché de darlo un golpe fuerte y rápido en las costillas, empujándolo hacia atrás para alejarlo unos metros, hice que su brazo se quebrara con un pensamiento para dejarlo fuera de contienda. En eso, Kelsey corrió hacia mí por la espalda, intentado clavarme una daga de bronce, la esquivé tanto como pude, pero mi brazo fue el que resultó herido por la daga. Me quejé internamente por el ardor y de una patada le hice soltar la daga, esta cayó al piso y voló a mi mano. La lancé hacia ella, haciendo que esta se agachara tan rápido como puso para no tenerla incrustada en el cuello. A lo lejos oí como Zada recitaba el hechizo de ceguera en mi dirección.
Acábalos, mátalos.
¡He dicho que te calles!
La maldita voz de Eleonor no ha dejado de molestarme, está constantemente pinchándome; tentándome a atacar, pero no lo logra, porque Rainer siempre está cerca. Sabía que estaba en uno de los balcones que tienen vista al jardín, observándome y junto a él está papá, quien luce más preocupado que nunca.
—Excaecatio— Zada me lanzó el hechizo.
Hice un escudo con mis manos, haciendo que la magia del hechizo de la gran bruja se quedara levitando en el aire frente a mí. Miré en dirección a Kelsey.
—Novis— rápidamente el hechizo de Zada golpeó a Kelsey, tirándola nuevamente al suelo. Miré a mi tía —. Impulssa.
La gran bruja se estrelló contra uno de los árboles del patio de la casa.
Bastian volvió a aparecer en mi campo de visión, con la mejilla ya sanada y el brazo en perfecto estado.
—Me halaga saber que soy tu favorito.
—Sabes que no tengo favoritismo entre ustedes— repliqué con diversión.
—Eso no decías hace años cuando te ayudaba a hacer tus locuras— replicó de vuelta con la misma sonrisa que yo.