Lazos Perversos [libro 3]

1.- El bosque

SEBASTIÁN.

—¡Voy a matarte, Axel!— el grito de Kira me hizo rondar los ojos.

Definitivamente mis hermanos son unos torbellinos andantes. Tomé unas cajas y las llevé a mi nueva habitación. Una de las cosas que más detestaba de nuestros constantes viajes es la mudanza y el desempaque de todo, es de los más tedioso tener que reacomodar una y otra vez tu habitación para después volver a guardar todo en cajas y partir nuevamente.

Lo único bueno de haber llegado a Appleby fue que la tía Gen escogió la casa que rentaría papá, y no podría estar más agradecido del buen gusto de mi tía. Había encontrado una casona de dos pisos a las cercanías del bosque, lo más alejado del centro del pueblo, y eso me fascinaba. El bosque siempre ha sido mi primer hogar, y es el mejor de todos, rodeado de toda esa naturaleza, de ese aire limpio y de toda esa libertad es lo mejor para un licántropo.

Al llegar a mi nueva habitación, dejé ambas cajas sobre el escritorio. Comencé a ordenar lo más rápido que pude, la verdad prefería terminar con este suplicio lo antes posible.

—¿Todo en orden, compañero?

Papá asomó la cabeza en la puerta mientras cargaba unas cajas, asumo que son algunas cosas de mamá.

—Todo en orden.

Sabía que papá estaba aquí por otra razón, tanto él como yo detestábamos las mudanzas, pero también sabíamos que teníamos obligaciones que cumplir como familia jefe de la manada, asi que teníamos que hacer la vista gorda a todos estos cambios.

—Veo que llevas el trabajo avanzado— observó la habitación.

—Mientras antes terminé, mejor— comenté y miré por la ventana, que para mí buena suerte, tenía vista al bosque—. Quiero salir a explorar el bosque.

—Ya somos dos— Andrew Kenner suspiró—. La última vez que estuve en este bosque fue con mi hermana y mis padres, ante de que las cosas cambiarán.

O mejor dicho, antes de que todo se complicará.

El descubrimiento de dos embarazos sorpresivos (y no más que otro), y la inminente molestia del consejo. Papá piensa que yo no sé de eso, pero nunca se esperó que su hijo y sobrina fuéramos tan curiosos para escuchar conversaciones de adultos en las noches.

—¿Te gustaría que lo exploremos juntos?— tal vez le animaría hacer conmigo algo que hizo con el abuelo Arthur.

—Claro que sí, compañero— sonrió.

Papá desapareció por el pasillo y yo me dediqué a traer todas mis cajas y desempacarlas lo más rápido posible.

A lo lejos podía escuchar a mis hermanos discutir, al parecer habían compartido cajas de mudanza y ahora pelean por quien le pertenece cada cosa. Kira y Axel son capaces de provocar una guerra con tal de tener la razón sobre el otro, mis hermanos, o como Amelie y yo solemos llamarlos: mocosos insoportable.

Una vez que terminé me lancé de espaldas en la cama, observando las vigas de madera del techo. La casa era bastante rustica, lo cual a mamá le fascino, pues le recordaba un poco a la vieja cabaña que los Kenner tiene en el lago entre Golden Valley y San Gabriel.

El gritó de mamá me hizo levantarme de golpe y correr a las escaleras, Kate Dornan estaba de frente a la puerta abierta, absolutamente quieta. Todos estábamos abajo en menos de cinco seguidos, la única que jadeaba era Kira.

Beneficios de tener los increíbles dones que la Diosa luna nos ha otorgado.

Papá se acercó a mamá. —Kate, ¿qué sucede?

—Gen y el resto de la familia nos mandaron un regalo de bienvenida— la mujer se giró para mostrar la enorme cesta que estaba cargando.

Un suspiro de alivio salió de mí, a veces olvidaba lo exagerada que podía ser mamá con respecto a los regalos o gestos familiares.

La cesta tenía una carta, donde resaltaba la cursiva letra de tía Genevieve. También había dos botellas de champaña, frutos secos, velas aromáticas de los Alpes y Los Andes, talismanes de protección lunar y contra los entes malignos (se notaba que Amelie había estado bastante ocupada en eso). Lo que llamó mi atención fue una bolsa de papel que decía mi nombre. Mamá me la tendió.

—Creo que alguien tiene un regalo sorpresa.

Tomé la pequeña bolsa y la guarde en mis bolsillos, Kira y Axel ya estaban de metiches intentado ver que era, pero no se los dejaría. Si tía Gen o Amelie me habían mandado algo estrechamente a mí, es por algo.

Papá y yo ayudamos a mamá a acomodar mejor los muebles de la sala de estar, ya que el orden original que tenía no le gustaba para nada. Después de lo que pareció ser la hora más larga de mi vida, subí a mi habitación y saqué la bolsa de mi bolsillo.

—Sebastián, ¿listo para salir a explorar?— gritó papá desde abajo.

Escondí la bolsa en la parte superior de mi closet, solo por precaución. Bajé para encontrarme con mi padre y hermano menor.

—¿Seguras que no quieren venir?— le preguntó papá a mamá y Kira.

Ambas pelinegras estaban sentadas en los sillones, viendo revistas de moda y de decoración de interiores.

Sabía que Kira se negaría a ir por el simple hecho de no compartir con nosotros la velocidad y buen sentido de la audición de los licántropos, ella era la excepción de esta familia al ser la única sacerdotisa del clan Kenner-Dornan. En cambio mamá, ella no le gustaba explorar los bosques siendo humana, prefería recorrerlo en su forma lobuna, para sentir mejor la tierra entre sus patas y los diversos aromas en el aire.

—Completamente— sentenció la mujer observándonos—. Y sean cuidadosos, no quiero que llamemos la atención de los pueblerinos tan pronto.

—Oh, vamos, mamá, nosotros siempre llamamos la atención— soltó Axel con una sonrisa de lado.

Pero no mentía, ciudad o pueblo que llegamos, lugar donde todos nos miran y quien averiguar quiénes somos. Esto de ser los nuevos y misteriosos es un papel que jugamos de maravilla.

Los tres salimos al patio trasero, este tenía una pequeña valla de madera blanca con una puerta con pestillo que daba paso hacia el bosque. una vez en las periferias del enigmático bosque de Appleby comenzamos a correr entre los árboles y arbustos.



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En el texto hay: licantropos, banshee, brujas

Editado: 22.01.2024

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