HALLIE.
—¡Mamá, ya entendí! — dije por tercera vez mientras intentaba que soltara mi muñeca.
Estaba actuando demasiado extraño, y parecia no querer soltarme como si creyera que si lo hacía saldría corriendo nuevamente donde los Kenner.
—¡Pues no lo parece! — soltó ella en el mismo tono enojado.
Estábamos a pocos metros de llegar a la casa, y la verdad es que no quería, hubiera preferido mil veces que Seb me hubiera venido a dejar y que madre me hubiera dado sus típicos sermones cuando el chico se fuera, pero esto de ir a buscarme y gritarme es un nivel completamente distinto y alto.
Al entrar en la casa, le dio un portazo a la puerta de entrada y me llego con ella hasta la sala de estar. Para mi sorpresa estaban todos mis hermanos ahí, cada uno haciendo sus cosas, Jason leyendo un libro de cálculo mientras anotaba algunas cosas en su cuaderno, Dorian escuchando música mientras leía un libro y Annie rellenando un álbum de stickers coleccionables.
—¿Mamá?, ¿Hallie?, ¿Qué ocurre? — preguntó Jason al vernos.
Dirigió su mirada a mi como buscando respuesta, pero la verdad no sabría que decirle, ni siquiera yo entendía la actitud de nuestra madre.
—Jason, llévate a tus hermanos de aquí a sus habitaciones y no nos interrumpan— dijo con voz calmada pero el enojo se notaba de igual manera.
—Pero mamá, hoy es el día que puedo ver televisión hasta tarde— se quejo mi hermanita mientras hacia un puchero.
—He dicho que quiero que vayan a sus habitaciones, tengo que hablar a solas con su hermana.
Al ver que no tenían más opciones, los tres tomaron sus cosas y caminaron hacia las escaleras, cuando Jason paso por mi lado me dedico una mirada dudativa, queriendo entender que pasaba, “te explico después” modulé con la esperanza que haya logrado entenderme. Antes de que subieran, Janine Branson habló.
—Les avisaré cuando esté lista la cena.
Mis tres hermanos subieron las escaleras y mamá aprovecho para cerrar la puerta para que no nos escucharan, como si sus gritos no fueran ya lo bastante obvios, me dije sarcásticamente.
—Te lo pregunte una y mil veces, Hallie, y siempre me negaste que tuvieran algo con ese chico— soltó de repente.
—Pero no mentí, entre Seb y yo no hay una relación, simplemente somos amigos —amigos que se han besado y que mueren por hacerlo de nuevo.
—¿Y solo por ser amigos te la pasas pegada a él como chicle?, yendo a su casa hasta las tantas y dejando que su familia te enseñe cosas que no deberías aprender.
La miré sorprendida. —¿Cómo sabes eso?
—Porque no soy tonta, hija. Sé de sobra que los Kenner te han estado enseñando de ese horrible mundo y de lo que eres— sus ojos estaban encendidos en enojo —. Y no tiene caso que me lo niegues, que muy bien sé que es verdad.
—¿Tu… tu sabes que son los Kenner en realidad?
—¡Claro que lo sé! Y por eso mismo te quiero lejos de todos ellos, sobretodo de ese chico Sebastián. Te prohíbo que sigas estando cerca de él.
—¡¿Por qué?!, ellos han sido muy buenos y amables conmigo, y no veo por qué debo mantenerme alejada de ellos, sobretodo de Seb.
—¡Soy tu madre, Hallie, y tienes que obedecer lo que digo! — exclamó con más fuerza —. ¡No te acercaras a esa familia, ni a ese mundo!, ¡PUNTO!
—¡Dame una razón para hacerlo!, ¡una razón que si valga la pena!, porque hasta el momento no me has dado ninguna— le grite de la misma forma, el enojo me recorría el cuerpo —. ¡Ellos me han ayudado más en estos dias que tú en toda una vida!
Eso no me lo había esperado. Nunca.
El ardor en mi mejilla se extendió con fuerza, podía sentir como el color rojo se apoderaba rápidamente de la zona. Mi madre me había abofeteado.
—¿Cómo te atreves a faltarme el respeto de esa forma?
—¿Acabas de golpearme y hablas de respeto? — la miré furiosa, de todas las cosas que podría haber pasado, nunca creí que mi madre me pondría una mano encima.
—No me cambies el tema, señorita. Estas más rebelde que nunca y todo desde que te juntas con esa familia y conoces más de ese maldito mundo.
—¿Por qué odias tanto al mundo sobrenatural?, lo quieras o no, tu y tus ancestros provienen del, y entérate ¡que tu hija también!
—Tu no sabes nada, no entiendes que todo lo relacionado con ese mundo hace daño, te lastima en lo más profundo de tu alma y se queda ahí— expresó con los ojos llorosos de rabia —. Durante décadas, mi familia a intentado deshacerse de ese maldito gen sobrenatural que corre por nuestra sangre, y cuando creyeron que habían acabado con el pudieron respirar en paz, pero volvió.
—¿Y es por eso que me odias? — pregunté con temor mientras me llevaba la mano an la mejilla, la cual seguía ardiendo.
—Yo no te odio, jamás podría odiar a mi propia hija — contestó, pero algo de su mirada me decía que no era del todo sincera —. Pero si odio lo que ser una banshee representa para tu vida, estar ligada a ese mundo que no te traerá nada bueno.
—¿Y como lo sabes?, ni siquiera te has dado el tiempo de conocer el mundo sobrenatural, o siquiera de conocer más de lo que es ser una banshee.
—Sé lo suficiente como para saber que no te conviene involucrarte en ese maldito mundo — respiró profundamente —. Asi que desde ahora iras a la universidad y después vendrás directamente a casa, nada de juntarte con algún Kenner, y ni pienses en seguir aprendiendo del mundo sobrenatural. Tanto los Kenner como cualquier cosa relacionada con ellos y su mundo lo tienes prohibido.
—Pues no, no pienso alejarme de ellos ni de su mundo— la desafié, arriesgándome a otra bofetada o más discusiones —. No tienes derecho a negarme el conocer mi verdad.
—Tengo todo el derecho, pues soy tu madre y ¡harás lo que te digo!
—¡No lo haré! — la rabia que tenia dentro me estaba dando la valentía de contestarle, y agradecía eso —. Desde que supiste de herencia sobrenatural no has hecho más que criticarme y hacerme sentir mal por ser como soy, desde lo quince que me has dicho que debo actuar con madurez con respecto a mi condición y eso es lo que estoy haciendo. Voy a seguir aprendiendo de MI Y MI MUNDO, te guste o no.