35.- El quiebre

HALLIE

—¿Val?

Entré en la pequeña habitación blanca, con los nervios a flor de piel y la extraña sensación de escozor en la piel.

Nunca he sido gran fan de los Hospitales, y no porque haya pasado mi vida mentida en ellos ni nada así, más bien es por la carga que tiene este lugar y en cómo me afecta. La esencia de la muerte y la perdida siempre está presente en este lugar, y es inevitable para mí, sobre todo a temprana edad, no sentir toda es carga y sensaciones extrañas en la piel.

Gracias a los Dioses ahora puedo controlar un poco mejor en cómo me afecta, y sin la ayuda de los Kenner no lo habría logrado.

—Ha…Hallie— dijo una voz pastosa y débil.

Ahí está, la chica amante del chisme y de la ropa ancha.

Habían sido cuatro días de larga espera para poder cumplir su pedido de hablar a solas, pues primero los señores Shaw querían asegurarse que su hija estuviera en buenas condiciones antes. Pero Val había tenido altos y bajos durante estos días, así que tanto sus padres como Sadie y yo decidimos esperar a que estuviera estable para que tanto la castaña como yo pudiéramos entrar a verla.

Me acerqué a la camilla donde se encontraba, ella estiró su mano hacia mí, dándome a entender que la tomara. Y así lo hice. Ver cómo hay una aguja estaba conectada a su dorso para administrarle medicina es perturbante, pues me daba miedo apretarle con mucha fuerza y causarle dolor.

—Gracias a los Dioses estás bien, Val—dije y un gran alivio me recorrió el cuerpo.

A pesar de no sentir la muerte cerca de ella ahora, eso no quitó la preocupación sé que expandía en mi pecho durante todas estas horas.

—Ne…necesito res…puestas— dijo recuperando más su voz —. Y sé… que tú sabes.

—Val, no creo que este sea el mejor momento para hablar de eso.

—Lo es— reafirmó—, porque… los escuché hablar.

—¿A quiénes?

—A…ese hombre y la mujer, y…también a esa cosa que parecía un demonio.

¡Santa madre de los Dioses!

—¿Qué es lo que quieres saber, bebé? — una pequeña sonrisa se asomó en sus labios ante el apodo.

—¿Co…cómo me encontraste?

—En teoría no fui yo, fueron Amelie y Rainer, y quizás Faith. Es raro de explicar.

—Entonces hazlo, explícamelo— apretó mi mano—, y con todo detalle.

Tal vez no es la idea más sensata en este momento, pero algo dentro de mí decía que debía hablarle a Val con la verdad de cómo fue que la encontramos. Y así lo hice, le conté como es que comenzó esta misión de ir a la casona abandonada, por qué no pudimos entrar, pero Rainer, Amelie y sus padres si, quieren son las personas que ella vio y escuchó, y como es que llegó aquí.

—Y yo que…pensaba que mi familia…era compleja— sonrió levemente, a pesar de estar procesando la información.

—Dímelo a mí, hasta yo considero que mi familia está dentro de la “normalidad”.

—¿Y qué… importancia tengo yo…en todo eso?

—No lo sé— suspiré—, la verdad es que ninguno de nosotros se lo pudo explicar, y por lo que he escuchado de los relatos de todos, es primera vez que la criatura deja a una de sus víctimas con vida.

Val abrió mucho los ojos ante mis palabras y se mantuvo en silencio por unos segundos.

—No fue la criatura la que me atacó— declaró, recuperando un poco más su voz.

—¿Qué? — sacudí la cabeza, como si eso me ayudara a entender lo que dijo.

—Eso, que no fue la criatura esa la que me atacó, fueron ellos, los abuelos de la prima de Seb.

Por los Dioses. —¿Recuerdas que fue lo que te pasó?

Asintió levemente. —Estaba en el parque, caminando mientras pensaba en todo lo que nos habías contado en el bosque. Me sentía confundida, abrumada y triste a la vez.

Bajé la mirada, sintiéndome culpable. Val volvió a apretar mi mano y la miré.

—En un momento choqué con una mujer, haciendo que su bolsa con frutas cayera al suelo, le ayudé a recogerlas y me disculpé con ella. Era esa mujer, pero en ese momento parecía ser dulce y encantadora— sentí sus manos temblar, así que la reconforté—. Me dijo que veía tristeza en mi mirada, y que la cura para ello es comer algo dulce, me ofreció una de las manzanas que traía, y por alguna razón no dudé en comerla. Ella se alejó de mí y seguí mi camino, al salir del parque me crucé con un hombre, ese hombre— apretó los labios—, me dijo que estaba buscando una dirección, pero no había dado con ella, así que le indiqué por donde era, era la calle dos cuadras antes de mi casa, así que le dije que lo llevaría allí. Cuando pasamos cerca de un callejón comencé a sentirme débil, como si quisiera dormir y el hombre me empujó al callejón, haciéndome tropezar con unos botes de basura y botellas vacías.

—Mierda, lo tenían bien planeado— solté con molestia.

—En eso apareció esa mujer, la cual me hizo levitar un poco del suelo, y me estrelló contra una de las paredes. Apenas lograba escucharlos de lo mal que me sentía por los golpes y por lo que sea que haya tenido esa manzana, pero si logré ver como esa cosa oscura aparecía entre las sombras, y que les dijo unas cosas.

—¿Recuerdas que fue lo que hablaron, aunque sea un poco?

—La mujer le preguntó si era yo a quien buscaba, pero la cosa esa dijo que no, que yo no era quien conocía su augurio. Después dijeron algo relacionado con irse de aquí, pero que antes debían verlos con sus propios ojos.

Comencé a encajar algunas piezas del relato de Val.

La criatura les había pedido a ambos Steinfield que secuestraran a la portadora de augurios, o sea yo, pero se equivocaron de objetivo. También logré entender que querían ver a Amelie y Rainer con sus propios ojos antes de irse de aquí, pero ¿A dónde planean irse?

—Lamentó que hayas tenido que pasar por todo esto por mi culpa, Val— la miré a los ojos, estaban cristalizados al igual que los míos.

—No fue tu culpa, Hallie— me consoló posando su otra mano sobre nuestras manos unidas—. La verdad me alegra saber que no te hicieron daño ni a ti ni a Sadie.