MICAL ETHRIDGE
Nerviosa, avergonzada y con las mejillas coloradas salí del consultorio del doctor.
Mi abuela no podía ser más... más normal.
¿Ella debía pregúntale si tenía novia? Me sentí como un pote de helado codiciado cuando de manera indirecta me ofreció en bandeja de plata, que digo de oro, al doctor Özdemir.
Un poco más y pedía que hagamos sus bisnietos ahí mismo.
No entendía como el doctor Warner podía dejar a un inexperto a su cargo, él debía estar viendo como trabajaba el doctor Özdemir que era un universitario aún. Además así calma las locas hormonas de mi abuela.
Debo relajarme o de nada servirá los dos kilos que he bajado en las últimas semanas. Por que cuando estoy nerviosa o ansiosa suelo comer mucho y olvidar de mi dieta.
Como futura nutricionista no me lo puedo permitir.
O sólo un poquito.
Alce unas galletas de avena que estaban sobre a mesa de la cocina esperando que mi abuela no se de cuenta pero...
—Ouch —hago una mueca de dolor y acaricio mi mano que ha sido golpeada por un una cuchara de plástico.
—Esas galletas son para el doctor, niña —me regaña.
—Estamos a un día y medio de que sea miércoles, mami, sólo dame unas cuantas ¿Sí?
Se lo piensa por unos minutos y al parecer mi bella vocecita la convence.
—¡Te amo, abuelita! —llene de besos sus mejillas— No me esperes despierta llegaré un poco tarde.
Salgo de casa apresurada, camino a la parada de buses más cercana y la única que que me deha lo más cerca posible de la Universidad.
Mientras leo mis libros de medicina de ves en cuando observo el paisaje londinense por la ruta que va el autobús y mis ojos se encuentran con algo que jamás creo ver.
El doctor Özdemir está en una camioneta Ford Ranger Raptor color azul electrico, tiene una sonrisa en los labios y al parecer habla con alguien muy feliz.
***
Los pies me dolían.
Mi estómago rugia como un Tiranosaurus Rex, desde hace media hora.
Tenía mucha hambre.
Ser mesera de un restaurante de comida rápida donde todo el menú se veía y olía delicioso no era fácil. Por que deseaba comer todo lo he la gente pedía además conocía muy bien el sazón del chef y era exquisito.
Aquel hombre se convirtió en un papá después de la muerte de mis padres, cuando mas necesite de una mano el me la dio y estoy muy agradecida por ello. Hay días que el suele dejar la cocina a mi cargo donde hago maravillas con el menú que se sirve poniendo en práctica mi futura profesión.
Seco mis manos en una toalla de mano que siempre traigo conmigo y luego amarró mi cabello en una coleta alta. Ya lista, sin mi uniforme de trabajo, dispuesta a irme, unos murmullos llaman mi atención, son las meseras que les toca este turno.
Entre ellas está la chica con la que mejor me llevo aquí y es hija del suelo del lugar.
—Mical, creí que ya no estabas aquí —enlaza su brazo con el mío acercando su rostro al mío como si fuese a contarme un secreto— ¿Te acuerdas del guapo que elogió tu comida y no quisiste verlo?
—Eh... Sí ¿Por?
—Mira a las tres en un punto.
Hago lo que me pide y lo que mis ojos ven es mucho mejor de lo que vi está mañana, ya que puedo escuchar su ronca y varonil risa. Creo que no fui para nada cuidadosa o sutil a la hora de mirarlo ya que su amigo noto mi mirada puesta en ellos y alertó al doctor Özdemir, que levanto la mano y la movió un poco para saludarme con una sonrisa estampada en los labios.
Sonreí sin saber como responder ya que el estaba ocupado al teléfono y hablaba en otro idioma no entendible para mí.
Las chicas a mi lado y debo admitir que si estuviésemos mal del corazón ya estuviésemos en un hospital.
—Tierra llamando a Mical —movió Raquel sus manos frente a mis ojos— ¿De dónde conoces a ese hombre? ¿Por qué no devolviste el saludo? Quiero saber todo ahora, eres mi amiga y como buena amiga debo decirte que está guapo, no todos los días conoces un espécimen así.
—Estas en horario de trabajo, voy tarde a casa y la abuela se enojara conmigo, prometo contarte todo otro día.
Beso sus mejillas y salgo por la puerta trasera del restaurante queriendo así evitar las mirada del amigo del doctor y también las de él.
Cuando llegó a casa encuentro a mi abuela dormida en el sofá de la sala de nuestro hogar, la televisión prendida y a Blanco a su lado cerca de sus pies.
Blanco es un cachorro que adoptamos hace un par de meses atrás, para que ella no este tan sola cuando me vaya al trabajo o la universidad, y la casa no se sienta vacía. El can cumplía muy bien su trabajo de acompañamte y nos hacia feliz a las dos.
A pesar de morder todo a su paso.
***
El día martes paso tan rápido, entre clases, proyectos finales de algunas materias y atender en el restaurante se me fue gran parte de mi día.
Ya en la noche del martes no pude escapar de Raquel y su insistencia en llenar mi teléfono de llamadas y mensajes sin sentido sólo para que hablemos del doctor.
Así que haré un resumen de lo que Raquel dijo: Haz que ese hombre se vuelva loco por ti y olvida tus inseguridades. Harían lindos bebés.
Ojalá fuese fácil olvidar y tener bebés ahora no es mi prioridad.
Oh también dijo que si no me movía, las chicas del restaurante habían apostado quien se lo llevaría. Pero el doctor Özdemir parecía tan serio que hasta juraba que tenía novia, un hombre como el no es de estar sólo ¿O sí?
No, no, no... con esa sonrisa, esos ojos, ese cabello y su acento raro cuando habla en inglés o el idioma que lo escuche hablar el día pasado.
Estoy segura que tiene a alguien.
El parece tener mucha pasión por su carrera algo que a otros doctores les falta o la pierden en el camino.
Además, se suponía que nunca más en vida lo iba a volver a ver y lo recordaría como el chico guapo con bata de doctor en la cafetería de la Universidad. Ahora resulta que es doctor, se su nombre y apellido, por si fuera poco mi abuela quedó encantada con él desde que lo vio en el hospital.