MICAL ETHRIDGE
Todo parecía muy lindo e irreal, hasta que de sus labios salió un nombre que no conocía, el semblante de el cambio por completo y la cena paso de ser un momento lleno a de magia a convertirse en algo incómodo para mi que no entendía lo que Atesh y la chica que parecía una muñeca de porcelana hablaban.
O mejor dicho, discutían.
Por mucho que Atesh me pidió disculpas por haber salido apresurados del lugar, por el incómodo momento y tratar de cambiar su estado de ánimo, no lo logró.
Estaba tenso, cada cinco minutos pasaba una mano por su cabello, el volante del auto lo tenía agarrado con tanta fuerza que era fácil darse cuenta de la presión que ejercía.
Moría por preguntar quien era esa mujer, por qué cambio de humor luego de hablar con ella y sobre todo las últimas palabras que dijo, ya no en el idioma que no entendía si no en el mío.
— Aun me amas, mi amor, no lo niegues por que yo tampoco lo haré.
Luego de eso la mujer se acerco a él y beso la comisura de sus labios frente a mi como si yo no existiera, Atesh sólo cerró sus ojos y... ¿disfruto del momento?
No lo sabía.
Por que lo único que hizo fue pedir la cuenta y sacarme de ahí, el camino gasta mi casa fue silencioso. La ideas y suposiciones me estaban recomiendo la cabeza desde ese día y de eso sólo habían pasado dos.
Hoy era domingo, me encontraba bañando a Blanco mi cachorro que hoy se le dio por revolcarse en el pequeño patio que tenia la casa ensuciando su pelaje blanco. Por que si seguía dando vueltas al tema de Atesh y esa chica iba a terminar volviendome loca.
Así que prefería volverme loca al bañar a mi cachorro, que pensar en él y el apodo que me dio.
Dulzura.
Si dulzura yo y ella su amor. ¡Ush!.
—Si sigues pensando mucho en lo que sea que sucedió en aquella cena, terminarás quemando tus neuronas, hija. Te hablo por experiencia.
Sonrio al escuchar la voz de mi abuela a mis espaldas.
—¿Tú crees?
—No sólo lo creo, lo confirmo, por que desde hace unos minutos dejaste que Blanco se te fuera de las manos.
Miro la bañera donde se supone que Blanco debía estar, sin embargo el cachorro no está y efectivamente se encuentra de nuevo revolcandose en el barro.
—Mi niña hermosa te daré un consejo, dale tiempo, no te alejes por algo que aún no sabes —pone su mano en mi hombro dando un leve apretón— Cuando este listo él te dirá lo que sucedió ayer y si no, recurre a Internet, es el hermano de un actor deben haber cosas sobre él ¿o no?
Y aquí me encontraba, con la laptop sobre mis piernas después de haber dejado limpio a Blanco y también luego de haberme aseado, pensando en los pro y los contra de buscar Atesh Özdemir en Internet.
Lo que me dijo mi amigo podría ser cierto, el doctor tenía novia y era la chica que yo vi.
Otra opción es que podría ser su hermana y le molesto el hecho de que haya aparecido en nuestra cita que prefiero llamar reunión.
Ya no se que pensar, sacar tantas conjeturas de algo que no debería importarme, me volverá loca. Si es que ya no lo estoy. Hay momentos donde quisiera que mi abuela no me de consejos de amigas que son mejor que el FBI a la hora de hacer una investigación.
Las abuelas eran únicas en especial la mía que los consejos que daban, valían por dos. Una amiga sabia y la otra que te lleva a hacer locuras.
***
Inconciente o consciente he estado evitando a Atesh Özdemir por todos lados.
Parezco una loca mirando a la derecha y a la izquierda para no toparme con él, o en el caso de verlo salir lentamente del lugar sin ser vista por nadie, sin embargo hoy como nunca todo está a mi favor, nadie me mira a mi, todos están concentrados en la mujer que está sentada casi al centro de la cafetería.
La cual se me hace familiar.
Trae unas gafas de sol puestas, tiene una elegancia que denota por donde la vean, sobre todo a la hora de llevar la taza a sus labios, la mayoría de los chicos babean. Usa un vestido elegante de color rojo que reslata su piel de porcelana, los susurros no se hacen de esperar sobre todo cuando aparece Atesh vestido con un traje formal y un maletín negro en sus manos caminando en dirección a la chica que está sentada sola en esa mesa.
Se ve apuesto, mucho más apuesto de lo que estaba en nuestra cita.
Antes de llegar a la mesa comienza a buscar algo, ya que mueve el rostro en diferentes direcciones tratando de ser sutil, hasta que su mirada recae sobre mi y la seriedad que está en su rostro se va cuando en me dedica una sonrisa.
Una que evitó por que agachó el rostro y no me siento cómoda con su mirada sobre mi.
Por mucho que intente no pensar en que ella es algo importante en la vida de Atesh, no puedo. Sus ojos lo delatan, su manera de actuar, he leído tantos libros que su actuar me d3ja mucho peor que cuando una escritora deja un final abierto o tarda en actualizar una novela y te vuelves loco con las teorías.
Salí de la fila que hacia para comprar mi almuerzo, no quería ver nada de lo que hagan en media cafetería ellos dos. Quizá actúa de manera apresurada en irme sin embargo cuando hable con Atesh quiero estar con la cabeza fría.
—¿Por qué huyes? —su tacto, como su presencia y pregunta, me toman por sorpresa.
—No estoy huyendo —respondo sintiendo la garganta seca— Solo olvide algo y debo ir por ello.
—¿Por qué no me miras?
Giro sobre mi eje y quedo frente a él que se ve un poco cansado y con ojeras más notables.
—No pienso huir Atesh —suspiro y miro detrás de él, aquella mujer viene caminando como si fuese dueña del lugar— Sólo quiero estar con las ideas en orden, no quiero equivocarme.
—Gracias —susurra mientras su mano acarcia en mi mejilla con una delicadeza que me recuerda a mi papá.
Los aplausos se escuchan a nuestro lado, más una risa con tintes elegantes y de burla.