Le Dije Adiós A Las Citas Amorosas

Veintidós

 






 

 

Turquía  - Estambul

ATESH ÖZDEMIR


Mi mañana había iniciado de la mejor manera, desperté junto a la mujer que quería y era parte fundamental de mis días desde hace un par de meses.

Luego de ello salimos juntos de mi casa como si fuesemos un un par de ladrones que hubieran robado algo, pues no quería encontrarme con nadie y tener algún inconveniente con el itinerario que había preparado para el día de hoy.

Ya habíamos visitado algunos lugares emblemáticos del país, habíamos ido por comida turca típica del lugar, fue divertido ver sus muecas al probar los platos en especial el jugo de nabo que cuando uno está acostumbrado a beberlo el picor del mismo es un poquito feo.

Ahora estábamos tomados de la mano caminando por el parque Kadikoy mismo que mis padres visitaron cuando se conocieron y mi madre le lanzó una piedra al mío, solo por molestarlo.

—¿A qué se debe esa sonrisa?

Mi sonrisa que apenas era una mueca visible ahora era extensa y por mucho que me moría por llenarla de besos, me contuve.

—Recordaba algo que prometí cuando era un niño y tiene que ver con la historia de mis padres —mire nuestras manos unidas esperando que ella haga una pregunta antes de que continúe pero se mantuvo en silencio— Ellos en una de sus citas si es que se puede llamar así, pasearon por este mismo parque y mi madre al querer llamar su atención en uno de esos momentos le lanzó una piedra en su cabeza. Athena quiso hacer lo mismo pero en vez de lanzar una pequeña piedra lanzó una más grande y termino lastimado al niño.

Su risa no se hace de esperar y la mía tampoco queda de lado, ya que cada que podemos se lo recordamos a mi querida hermana que termina enfurecida.

—Al parecer desde pequeña era traviesa.

—Lo era, siempre que podemos se lo recordamos sin embargo estos últimos años a estado odiando ese recuerdo.

—¿Le has preguntado por qué?

—Nunca pregunte, era una niña en ese entonces y juntos prometimos no tener pareja hasta los 50 años.

Su risa nuevamente apareció atrayendo la mirada de algunos ancianos que estaban sentados en los bancos mirando hacia el Bósforo, era normal ver parejas paseando de la mano pero riendo y siendo tan cómplices, no era muy normal que se pueda decir.

Uno de los ancianos me dio una mirada seria y que decir de la anciana a su lado que parecía ser su esposa nos miraban raro. En mi distracción por mirarlos Mical beso mi mejilla y el ceño fruncido de la pareja sentado en el banco paso a ser una negación.

—Mical no lo vuelvas a hacer —reprendí quitando mi mirada de los ancianos.

—¿Por qué? —Pregunto quitando su mano de la mía mirando donde yo hace unos minutos lo hacía y luego volviendo su mirada a mi— Soy tu novia, bese tu mejilla ¿Qué hay de malo en eso?

—Estamos en Turquía, aquí no es normal ver muestras de afectos entre parejas, no se ve bien y los ancianos reprochan mas que todos.

—Atesh, eso es tonto no hicimos nada malo, sólo estamos tomados de la mano —agarra mi mano entre la suya y la eleva hasta la altura de nuestro rostro— Que no comprenden el afecto de pareja.

—Lo hacen pero es muy diferente en cada cultura, solo seamos más precavidos.

Mical soltó mi mano y se cruzó de brazos, nuestro paseo había sido arruinado por el simple hecho de mi negación al afecto por la mirada que nos daban ciertas personas en especial loa adultos.

Caminamos juntos por unos minutos más hasta que nos detuvimos a beber té turco que vendían algunas personas en sus barcos a orillas del Bósforo.

Era tonto querer andar respetando tradiciones que vienen de años sin embargo con Mical no podía ser como cuando estaba con Tugce. Mi dulzura, mi Mical merecía ser tratada con cariño como si se tratase de una rosa.
Suena demasiado cliché pero quería cuidarla, si en algún momento lo nuestro no seguía quería que ella buscará algo mejor que yo y no se conforme con menos.

Además debía tener en cuenta que si sucedía pronto lo que los doctores habían dicho sobre la abuela, Mical podría alejarme o tomarme como su sostén.

—¿Seguirás molesta? —pregunte apenas cruzamos la puerta de la entrada de la mansión.

—Sí, sigo molesta Atesh a veces siento que estas solo conmigo por que soy diferente  a ella y quieres cuidarme, cuidar lo que tenemos pero si te mantienes  enfrascado en querer tener todo en orden y control, buscando no cometer los errores de tu relación pasada te equivocas.

Esta vez no era la Mical comprensiva de siempre, está vez dejo salir algo que estaba ignorando o era sólo algo que no quería ver yo. Algo que me estaba negando que hacia y que mi hermana sutilmente me advirtió hace unos días.

HADES ÖZDEMIR

Sonreí negando, la mujer que me robó el corazón hace más de  veinte años le tomaba una foto a nuestro hijo durmiendo abrazado junto a su novia en el salón mientras yo hacia de guardián de la puerta vigilando que nadie venga e interrumpa su momento.

—Listo —susurró sobre mis labios dejando un corto beso mientras tenía el celular en sus manos.

Cerré la puerta con cuidado de no hacerla rechinar, pero hay cosas que son imposibles más cuando tienes varios hijos  y entre ellos aman molestarse de vez en cuando o en otros casos molestarme a mi.

La puerta de la habitación frente al salón fue cerrada con demasiada fuerza por mi hija mayor, que no parecía tener veinticinco años.

Apreté mi mandíbula y le dediqué una sonrisa para nada amigable, mientras terminaba de cerrar la puerta, Cassidy sonreía divertida ante el desplante que me hizo su hija.

—Athena —pronuncie su nombre con los dientes apretados, pero esa sonrisa pícara en el rostro de mi hija me contagió haciendo que también sonría— Pequeña niña traviesa, cuando veas a Atesh despierto lo mandas a  mi despacho.




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