Le Dije Adiós A Las Citas Amorosas

Veinticuatro

 

ATESH ÖZDEMIR

Después de aquel abrazo no entre al hospital otra vez, limpie mis lágrimas, respire profundamente y decidí caminar.

Caminar sin rumbo para despejar mi mente, lo había hecho, la deje libre para que pueda amar y yo en un futuro poder amar siendo libre de aquellas cadenas de una relación fallida, un corazón herido que necesitaba sanar.

Cada que recordaba aquel día el dolor en mi pecho seguía ahí con la diferencia que era menos doloroso, que al inicio. Sin embargo ese sentimiento de culpa o desasosiego no se iba, cuando menos esperaba recordaba los sucesos y me reprochaba no haber sido más sensato en ese entonces.

Esa vez no me cerré en una habitación y en mi propio mundo, esa vez decidí dejar salir mis sentimientos con mi familia en especial con mi madre que me  reprochó mi actuar pero también me consolo y ayudo a ver cosas que no quería ver o evitaba.

Ayudar  a mis hermosas hermanas que siempre andaban en problemas por sus locuras que cometían cada que sus  cables hacían una mala conexión era un dolor de cabeza asimismo un respiro de mis días rutinarios y monótonos, ellas me ayudaron mucho día a día a sanar las heridas del corazón, en especial Defne, mi pequeña niña de cabello castaño rojizo.

Mis hermanos eran mis compañeros de juerga o también estaban e esos momentos donde sólo quería estar en silencio, Sinam y Alev, ambos me comprendían sin necesidad que diga una palabra.

Durante un tiempo llegue a odiarme por que me comporte de la misma manera que lo hace un imbécil que sólo busca jugar con  una mujer, sin  embargo yo no buscaba jugar con ella, yo quería con ella algo estable hasta quería pedirle matrimonio pero era egoísta de mi parte.
Ya que las heridas no habían sanado, la aparición de Tugce hizo que algo en mi se removiera, no era amor de eso estoy seguro, si no era un sentido de protección por mi, por mi hija olvidando que antes de ello tenía  una relación que podía haber sido demasiado buena si no fuese por mis errores.

Asistí a terapia para poder mejorar, dejar de comparar a algunas chicas que  veía o con quienes salían mis amigos era un error que no volvería a cometer por una promesa que hice.

Pequeño niño tonto —apenas entre a la habitación guíe recibido por aquel insulto— Debería odiarte y darte con mi bastón justo ahora ¿Sabes?

—Lo y también se que un lo siento no arreglará lo que hice —acerque una silla hasta la camilla y me sentéLamento no ser lo que esperabas para tu nieta, yo la lastime, tu ahora deberías tirarme todo lo que está a tu alcance y amenazarme de muerte ¿Por qué no lo haces?

—No vale la pena que gaste saliva en eso, yo también tengo un poco de la culpa debí pedir que terminen cuando esa mujer apareció pero mi necio corazón de abuela creyó que podrían con esto y no lo hicieron —la abuela tomo mi mano entre la suya y la palmeo con la otra— Promete que serás un mejor hombre, eres un adulto te equivocaste con mi nieta, no lo vuelvas a hacer con nadie más por que salgo de mi tumba y te golpeo ¿Entendido?

Una movimiento de cabeza afirmativo por mi parte sello aquella promesa.

Por eso mismo en los últimos dos años y unos meses mi prioridad era mi trabajo como cardiólogo, ser un buen padre para Defne y ser feliz con mi familia.

Si el amor decidía darme una oportunidad, sería bien recibido y si no igual estaría bien.

—¿Lista para ir a casa del abuelo? —pregunte a mi hija que estabas en los brazos de su madre.

Un movimiento rápido de cabeza confirmando y sus bracitos estirados en mi dirección me hizo saber que ya quería irse así como también no quería caminar e iría cargada en mis brazos hasta la casa de mi padre.

—Hades, vamos —comenzó a jalar mi camisa apenas estuvo en mis brazos causando  una risa en su madre y en mi por su desesperación de ir donde mi padre, ella no le decía abuelo, lo llamaba por su nombre.

—Def, has caso a tu padre y  lo que dicen tus tíos ¿Sí? —pidió a la  niña que poco escucho lo que dijo su madre ya que seguia jalando mi camisa— Atesh la quiero aquí el lunes por la mañana.

—La traeré en la tarde, sabes que los lunes vamos a al hospital sin falta.

Tugce asintio sin decir nada más y se despidió de nosotros, ella sabia cuanto nuestra hija amaba estar en mi consulta atendiendo pacientes aunque no entendiera nada  la pequeña, los lunes me encargaba de atender a niños que tenían problemas del corazón y Defne era la que me ayudaba a relajar a los niños ambientandolos al lugar.

Con su tamaño y ese encanto nato, conseguía que  los niños se sientan cómodos, algo me decía que quizá sea una buena doctora cuando ella sea grande o que yo  tendría que lidiar con sus pretendientes.

El camino hacia la mansión de mi padre fue interesante ya que Defne comenzó a contarme de su día y otras cosas que no comprendía, para sus dos años pronto tres de edad, hablaba bien algunas  palabras y otras tenía que adivinar lo  que quería decir.




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